Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Arte

Cuando la inspiración germina en casa

Imagen generada con IA (Fuente: B. Oliva).

Una mirada sobre la herencia artística de una generación.

Se suele decir que “de tal palo, tal astilla”, aunque no siempre la astilla conserva el fulgor de la madera original. El arte, como la vida, no se transmite por decreto, pero sí puede impregnar el aire del hogar. Allí donde un padre traza dibujos, una madre desgrana versos, un abuelo pulsa la guitarra o una abuela cose como si bordara poesía, el niño comprende que la creatividad no es un lujo, sino una manera natural de habitar el mundo.

Esa herencia no es un legado material, sino una semilla intangible. Puede permanecer latente durante años, incluso décadas, hasta que algo interior decide nutrirla. A veces germina temprano, en la infancia, cuando un lápiz se transforma en juguete; otras, sorprende en la madurez, cuando parece que el tiempo se ha agotado y, sin embargo, irrumpe con más vigor que nunca.

Son muchos quienes descubren en la madurez lo que llevaba gestándose desde la niñez. No es extraño el caso de quien, tras crecer observando a su padre dibujar, guarda esa imagen como un recuerdo silencioso hasta que, con el paso de los años y pese a las prioridades impuestas por la vida, decide apuntarse en una escuela de arte. Lo hallado entonces suele ser tan natural como revelador: un talento que aguardaba paciente a ser despertado. Vivir esa experiencia demuestra que lo ideal es comenzar cuanto antes, aunque nunca sea tarde para dar voz a lo que anida en el interior.

El talento heredado no es un obsequio envuelto, sino un reto. La inspiración recibida en casa alienta, pero no se despliega sin tesón. Pintar, escribir, interpretar música… exigen disciplina, perseverancia y coraje. No todos los hijos de artistas continúan la senda: algunos desvían la mirada, otros la recorren a medias y muchos simplemente no sienten esa llamada.

Pablo Picasso observa cómo pinta Gilot junto a Paloma y Claude que miran también atentamente (Fuente: RTVE).

Ejemplos ilustres abundan. Pablo Picasso constituye un paradigma: su padre, José Ruiz Blasco, fue pintor y profesor de arte. Aunque no alcanzó notoriedad internacional, transmitió a su hijo la pasión por la pintura, pasión que Picasso metamorfoseó en una de las revoluciones estéticas más influyentes del siglo XX. En la música, Estrella Morente heredó de su padre, Enrique Morente, el flamenco, y lo sublimó en una voz singular reconocida mundialmente. En el ámbito plástico, nombres como Miquel Barceló (Mallorca), Jaume Plensa (Barcelona) o Esther Ferrer (San Sebastián) testimonian cómo el entorno familiar y la formación temprana pueden propulsar trayectorias internacionales. El arte, en cualquiera de sus manifestaciones -música, pintura o incluso la cocina creativa- revela que la herencia familiar nunca se transmite intacta: se reinventa.

Quienes recogen ese legado coinciden en algo esencial: “lo que contemplé en casa me marcó para siempre”. Quizá sea la imagen de un padre inclinado sobre un cuaderno, un verso recitado en voz baja, el perfume del óleo o la vibración de un instrumento afinándose. Huellas sutiles que, como nanas antiguas, acompañan toda la vida.

El arte que nace en el hogar es un eco. Puede resonar temprano o demorarse, pero siempre persiste. No asegura un destino, pero abre caminos. Lo crucial es atreverse a recorrerlos. Porque como recuerda el refrán, “nunca es tarde si la dicha es buena”. Y en el arte, la dicha se multiplica: transforma a quien crea y enriquece a quien contempla. Esa es, en definitiva, la herencia más valiosa que puede legarse entre generaciones: la certeza de que la belleza, cuando se cultiva, jamás se extingue.

Beatriz Oliva Huerta

Apasionada por la creatividad, pinto, escribo y opté por ejercer mi carrera en la Administración. Valoro los retos, la amistad y la autenticidad.

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