Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Sin recortes

La importancia de las cosas mínimas

Fuente: Freepik.

Empiezo este artículo con un título que perfectamente podría ser el de una próxima novela. Mínimas, o sea, pequeñas o diminutas, que pueden pasar desapercibidas. Pero qué importantes pueden llegar a ser esos pequeños detalles que, pudiendo no observarse, son la base de grandes proyectos. Eso mismo puede suceder con las personas; en muchas ocasiones, algunas son transparentes para el resto, sin que parezca que ocupen un lugar preminente, ni hagan grandes aportaciones para la humanidad. Quienes ejercen un liderazgo o tienen una presencia pública son siempre visibles. Parecen los salvadores de la sociedad, los representantes, los que tienen carácter propio y facilitan el avance de cada episodio de nuestra existencia. Son nuestros referentes y ofrecen una imagen de individualidad y de independencia que muchos envidian, aunque no son conscientes de que detrás de cada personaje público hay otras personas en su entorno, tal vez menos visibles, pero igualmente importantes en la configuración de su imagen y ejercicio de su responsabilidad. Me refiero a aquellas personas que, con su manera de ser, aportan tranquilidad, sosiego, seguridad y, en definitiva, la razón de ser de quien está más socialmente expuesto.

La tradición machista de nuestra sociedad acuñó durante tiempo aquella expresión de que “detrás de cada gran hombre hay siempre una gran mujer”. ¿Qué hacemos cuando tenemos “una gran mujer”? ¿Debemos adaptar el dicho a la inversa? Me parece una simplificación excesiva de la concreción de las grandes figuras de nuestra cotidianeidad. Detrás de una persona con luz propia, por el motivo que sea, está ese mismo ser, con sus virtudes y sus defectos, con independencia de quien le acompañe en su vida y nada más. El liderazgo o la capacidad de ser un personaje público obedece a factores personales, al desarrollo de unas cualidades, a menudo innatas, que solo necesitan el terreno abonado —un ambiente propicio— para su concreción. Un líder o un referente para el colectivo representa tener una visión clara del futuro y ser capaz de comunicarla, al tiempo que sabe transmitir de manera clara y efectiva sus ideas y proyectos. Se convierte así en un guía que presenta empatía con los otros, de manera que entiende sus necesidades y sus preocupaciones. Al mismo tiempo, comparte emociones con el resto, de manera que aborda psicológicamente cada respuesta o acción, dependiendo del interlocutor que tiene delante. Todo ello lleva a la muestra de seguridad en su toma de decisiones, siempre con la consulta previa de los expertos, para no dar bandazos en la ejecución de estas. Se habla también de la capacidad de inspiración de estos referentes, de manera que generan entusiasmo y compromiso con su equipo. En un entorno cambiante, saben ser flexibles y estar dispuestos a adaptarse a nuevas situaciones y desafíos, del mismo modo que son capaces de manejar conflictos de manera constructiva, propiciando un ambiente de trabajo colaborativo.

Estos líderes o grandes hombres o mujeres sobreviven en la ejecución de sus responsabilidades si saben delegar, o sea, confían a su equipo acciones que en principio son de su competencia. Por este motivo, tienen que ser conscientes de que no pueden llegar a todos los sitios que son reclamados sin acusar un agotamiento físico o psíquico. Así, deben mantener la determinación y la resistencia para seguir adelante, a pesar de las críticas o de la oposición que generen. A pesar de esta fortaleza, en algunas ocasiones, estos referentes innatos pueden ser silenciados, apartados del espacio que por lógica les parecía predestinado. Las envidias por sus cualidades pueden cortar sus apoyos o su base de crecimiento, de manera que acaban tirando la toalla. La fortaleza de este constante ataque puede frenarse gracias a la acción de las personas anónimas que están en su entorno, bien en el grupo de trabajo, bien en el círculo de amistades o de familia. Es el momento en el cual es fundamental “la importancia de las cosas mínimas”, ese envoltorio que lleva el posible guía defenestrado, para que pueda renacer de sus cenizas. Por este motivo, todo líder debe proteger su base emocional de los ataques, ya que, si disparan a su línea de flotación, la embarcación puede sumergirse. Cuando repliegue velas, tiene que seguir contando con esas pequeñas grandes personas que le conocen como nadie, que saben que, a pesar de su teórica fortaleza emocional, es un ser humano como el resto. Ellos y ellas son la razón de ser para seguir adelante, haciendo compatible su vida personal con la social, aunque a veces el encaje sea difícil. Es entonces cuando se hace imprescindible aquel apoyo emocional que ocupa un lugar importante en el viaje de su existencia. Porque pase lo que pase, siempre estará a su lado, y siempre le hará entender que es una persona excepcional, aunque sea vilipendiado o machacado por su entorno.

Esta reflexión no lleva nombres y apellidos, pero estoy seguro de que quienes lo lean podrán localizar en la actualidad casos que puedan relacionar. Tal vez en su entorno más inmediato puedan localizar situaciones similares. No importan, pues, las referencias concretas; ocupemos el lugar que ocupemos en esta sociedad, seamos líderes o aduladores de estos, verdugos o críticos con estos, para que entendamos la importancia de las personas de nuestro entorno más próximo, aquellas que amamos, para continuar el día a día y llevar a cabo nuestros proyectos e ilusiones. ¡Va por ellas, las amamos!

Carles Cortés

Catedrático de universidad y escritor.

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