Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Opinión

De libros y serenidades

Vivimos en un mundo alborotado. Alboroto como “Desorden”, “Sobresalto” o “Inquietud”, según algunas de las distintas acepciones de aquella palabra dadas por el Diccionario de la Lengua Española.
Libro: Cómo ser un estoico
Autor: Massimo Pigliucci
Traducción: Francisco García Lorenzana
Editorial: Ariel, Planeta, S.A. Primera Edición Colección Booket, mayo de 2021. Primera edición consultada, junio 2023. 

Yo no sé si esto que sucede pasa solo en España pero, como dice Jep Gambardella, el personaje principal de la genial película de Paolo Sorrentino, La Gran Belleza (2013), “A mí no me importan los otros lugares”. Claro que el personaje, que es un periodista de éxito con reputación de escritor frustrado, vive sus días en Roma y así es fácil decir su preferencia. Porque Roma, es Roma. Supongo, queridos lectores, que la habrán visitado y presumo que la alta escalinata de la Piazza di Spagna no habrá dejado de quedarles en el recuerdo como un camino casi inalcanzable hasta llegar a su final de la iglesia de la Trinitá dei Monti y la Fuente de la Barcaza.

Los latinos tenemos la suerte de ser naturales de una tierra de sabios y dioses. Si además tenemos el mar cerca, nos pasará lo que dijo Gabriel Miró respecto del lugar de su nacimiento, Alicante, “En mi ciudad, desde que nacemos, se nos llenan los ojos de azul de las aguas”.

He empleado la palabra dioses, con minúscula, a conciencia. Yo soy una persona formada bajo la tradición judeo cristiana, y por eso creo que hay un solo Dios, pero acaso nuestro Dios único, —con sus tres personas—, en su omnipresencia y omnipotencia, encierre en su ser único a todos los dioses que Grecia y Roma modelaron como parcialidades de cada uno de los mitos, leyendas, sentidos o verdades humanas y que habitan en el Olimpo, para satisfacción de los humanos, claro que, bajo un dios mayor, el dios Zeus, dios del Trueno.

Nosotros a esos dioses, encargados de las cosas humanas, los hemos sustituido por los que llamamos santos y sabemos que hay santos patronos de las cosas humanas y naturales y hasta tenemos patronos labradores de los campos, cuidadores de animales, patronos de los tristes y de los enfermos leprosos y hasta de los mares, aunque entre estos, siempre tendremos a la Madre de Dios Marinera, la Virgen del Carmen.  

Busto de Séneca que se encuentra en el Museo Albertinum (Dresden, Alemania). Fotografía de Stephencdickson (Fuente: Wikimedia).

Y hago esta reflexión ante un mundo que me parece que se desmorona, ante la sinrazón de los tiempos. La sinrazón que no es nueva, pero ahora vuelve como una pleamar. El imperio de la ira. Y creo que hay que intentar recuperar la cordura. Hay que buscar la serenidad del ánimo. El enorme filósofo Lucio Anneo Séneca —español o hispano, por más señas y claro, por su época, romano—, nos dejó dicho: “La ira es una especie de locura porque nos hace darle importancia a lo que no la tiene en absoluto”. Pero también añadió, como una definición, que la ira es la más terrible e ingobernable de las emociones y es pura agitación, violencia, deseo de agredir, de herir, de atormentar, de dañar al prójimo, incluso a expensas del bien propio. Y a causa de la ira antiguos países son hoy eriales desiertos. Esto dicho por un filósofo de mediados del siglo I d.C. nos hace trepidar cuando hoy mismo nos vemos inmersos, veinte siglos después, en guerras infames y demoledoras (aunque estemos milagrosamente al margen físico).

Séneca es un estoico y nos lo dejó dicho en su libro El arte de mantener la calma:

“El ser humano o es bondadoso o no es grande. En mi opinión, la grandeza de espíritu de la que hablamos se encuentra tan en el núcleo del ser y es absolutamente sólida que no se da en las personas malvadas, así de simple. Las personas terribles, violentas y peligrosas no están dotadas de grandeza, pues ésta se basa en la bondad y se nutre de ella”.

Y es necesario que recobremos la grandeza, en toda su plenitud.   Y esto no es un clasismo barato como alguien pudiera ver o decir.

La terrible pandemia del Covid-19 nos ha llevado a alterar nuestros hábitos. La “cita previa” para todo y el orden inalterable de la prioridad en la espera, con número incluido, nos convierte en agresivos cuando se nos quiere hacer perder el orden. Lo que antes era el mero hecho de “colarse”, y que hasta nos podía hacer gracia en algún momento, hoy nos lleva a la ira.

Hay que recordar a Séneca y pensar con su dicho de que “Encolerizarse por nimiedades es absurdo”. Hay que volver a la virtud o virtudes que engrandecen el género humano, hay que volver al humanismo cristiano y al estoicismo socrático.

Massimo Pigliucci. Fotografía de Tim Deschaumes (Fuente: Wikimedia).

Massimo Pigliucci (Monrovia, Liberia, 1964), romano por formación y que vive en Nueva York, donde es profesor de Filosofía, ha publicado un luminoso libro titulado Cómo ser un estoico. Utilizar la filosofía antigua para vivir una vida moderna. Está traducido por Francisco García Lorenzana y la edición que manejo es de 2023 en la presentación de Ariel.

Comienza la obra con una cita de Dante, el gran escritor, símbolo del Renacimiento y uno de los padres de Europa. Ya sabemos que bajó a los infiernos en la Divina Comedia, acompañado de Virgilio, en busca de madonna Beatrice Portinari y la encontró en la luz, tras una larga travesía.

 “A mitad del camino de la vida en una selva oscura me encontraba porque mi ruta había extraviado”.

(Dante, Divina Comedia: Infierno, Canto I).

Y se confiesa el autor de nuestro libro, en su primer capítulo, cuando nos dice:

“Criado en Roma, considero que el estoicismo forma parte de mi herencia cultural desde que estudié en el instituto la historia y la filosofía de las antiguas Grecia y Roma, pero no ha sido hasta hace poco que he intentado que sus principios formen parte de mi vida cotidiana”.

Pigliucci se califica de agnóstico y, aunque le cuesta refundir los valores estoicos y cristianos, aunque quiera evitarlo, no puede acabar más que aceptándolos. Agustín de Hipona y los primeros Padres de la Iglesia ya se ocuparon de conectar de alguna forma los valores cristianos a los clásicos griegos. Siempre estarán Sócrates y Aristóteles y su orden de valores y su ética. Los estoicos derivan su interpretación de la virtud de Sócrates que creía que todas las virtudes son en realidad aspectos diferentes del mismo rasgo subyacente: la sabiduría. Y configuraban las cuatro virtudes cardinales estoicas, traídas de la virtud de Sócrates: sabiduría, valor, templanza y justicia. Y los cristianos adoptaron este conjunto socrático ampliándolo. Fue Tomas de Aquino quien, en su Summa Theologiae (1273), añadió a aquellas las tres propuestas por Pablo de Tarso: fe, esperanza y caridad. Y así, el que fuera luego Santo de Aquino, nos presentó las cuatro virtudes cardinales a las tres virtudes teologales. Siete en total, pero situando la cardinales debajo de la teologales, de las cuales la caridad es la más importante.

Epicteto, grabado de S. Beyssent. Fotografía de Claude Reydellet (Fuente: Wikimedia)

Pigliucci nos trae un libro magnífico a cuyo contenido no debo referirme más, pues es lúcido y profundo, y en el que incluso nos somete a un análisis contemplativo de nuestra propia personalidad, al amparo de los 12 ejercicios que ha extraído el autor del Enquiridion, de Epicteto.  Para mí ha supuesto una conclusión sobre la que he meditado y me atrevo a trasladarles, estimados lectores: Hay que volver a la virtud, porque es el mayor bien y todo lo demás es indiferente y hay que seguir a la naturaleza, como zoon politikón (animal político)que somos y como nos enseñó Aristóteles y aplicar la razón para conseguir una sociedad mejor.

En la contraportada del libro hay una frase, como un consejo, de Ryan Holiday en The Guardian que dice:

“No se me ocurre nada más adecuado y necesario para los tiempos que vivimos que una buena dosis de filosofía estoica”.

Y termino con una cita de Epicteto, gran estoico, que prologa el capítulo 12 del libro que comentamos:

“Donde quiera que voy está el sol, está la luna, están las estrellas, los sueños, los augurios, la conversación con los dioses”.

Epicteto. Disertaciones, III. 22

Julio Calvet Botella

Magistrado y escritor. Colaborador de la APPA.

4 Comments

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  • Julio: menuda lección de filosofía con excelentes conexiones con la teología, muy oportuna en estos momentos de complejo ‘alboroto’ que denuncias. Excelente. Un abrazo.

  • Querido Ramon muchas gracias por tu comentario aunque tu sabes que en tus magníficos artículos has llegado más profundamente y conocimientos a semejantes conclusiones.
    Un abrazo Julio Calvet

  • Enhorabuena Julio por este magnífico artículo , tus reflexiones son muy interesantes y siempre nos das una lección de ética fabulosa.
    Un abrazo

    • Querida Pilar, muchas gracias por tus palabras. Creo que los humanos debemos a volver a la ética de la verdad y el compromiso consigo mismo y con los demás.
      Un abrazo. Julio Calvet.