Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Historia

Rafael Altamira, Socio de Honor de la Asociación de la Prensa

Rafael Altamira. Foto: Archivo Pilar Altamira.

El historiador y jurista Rafael Altamira (Alicante, 1866 – México DF, 1951) tuvo uno de sus momentos más descollantes cuando regresó en 1910 de su largo viaje por América en representación de la Universidad de Oviedo, donde ejercía como catedrático de Historia del Derecho. Y por ello la joven Asociación de la Prensa de Alicante, fundada seis años antes, no dudó en declararle Socio de Honor y recibirle en su sede cuando visitó su ciudad natal para recibir un amplio homenaje oficial por parte del ayuntamiento, que supuso a su vez un reconocimiento social por la multitudinaria participación ciudadana.

Su itinerario de diez meses por seis países —Argentina, Chile, Uruguay, Perú, Cuba y México—, en el que participó en unos trescientos actos entre conferencias, discursos, banquetes de celebración y recepciones para tratar de establecer relaciones universitarias y culturales tras el desapego hacia España generado por los procesos de independencia del siglo XIX, mereció un sorprendente seguimiento desde la prensa peninsular a pesar de tratarse de una iniciativa académica. El recorrido, hay que decirlo, tuvo además una intención política, al defender desde la esfera intelectual el proyecto americanista de su Universidad, de manera que su aspiración a estrechar lazos diplomáticos de igual a igual con las repúblicas hispanoamericanas llegara a influir en los poderes públicos españoles.

A su regreso, y tras desembarcar en La Coruña, varias ciudades le recibieron con entusiasmo. Alicante, como su lugar de origen, no perdió la oportunidad de homenajearle en la que sin duda era una visita obligada. La imagen en fotografía de Altamira en el balcón del ayuntamiento dirigiéndose a una multitud extendida por la plaza resulta difícil de repetir como muestra de admiración masiva a un investigador, cuyos escritos no se movían precisamente entre las capas populares sino entre las élites culturales.

Altamira en el balcón del ayuntamiento de Alicante. Foto: Archivo Pilar Altamira.

A la altura de 1910 Altamira era ya una figura consagrada, vista con respeto, como un referente que clamaba por la mejora política en su país —su libro Psicología del pueblo español fue uno de los títulos más considerados de la corriente regeneracionista—, como un nombre destacado además entre los krausistas por su ideario sobre la educación, con un ganado prestigio sobre todo por sus obras de historia y de investigación jurídica.

Él mismo llegaría a decir que, en principio, solo algunas localidades como Oviedo, Gijón, Vigo y Alicante estaban inclinadas a seguir sus actividades americanas y a informar en prensa de las noticias que recibían telegrafiadas. Lo achacaba a que la actualidad política con la agravación de la guerra marroquí, la Semana Trágica de Barcelona y sus efectos, o el cambio de gobierno, pesaban mucho más en el interés del público. Pero también constató que al amortiguarse estos sucesos su viaje recibió más atención general, aumentada en el periodo final de su recorrido por México y Cuba.

Alicante, al recibirle una vez cubierta su ambiciosa misión —experiencia que él mismo documentaría en su libro Mi viaje a América de 1911—, le agasajó con mucho reconocimiento y no pocas distinciones. Se le había nombrado Hijo Predilecto en mayo de 1909, pero se aprovechaba ahora su estancia para entregarle el título dibujado por Vicente Bañuls. Se rotuló una calle con su nombre, la denominada Princesa que conectaba la Rambla con la plaza del ayuntamiento, y se le preparó un programa intenso durante varias jornadas seguramente agotadoras para él, con actividades oficiales y extraoficiales, protagonizadas estas últimas por colectivos y entidades representativas de la ciudad.

El 3 de abril, primer día de su estancia tras llegar en tren desde Madrid, ya hubo por la tarde una sesión organizada en el ayuntamiento a la que asistieron autoridades y representaciones sociales involucradas, entre ellas la de los periodistas.

Entrega de la distinción y homenaje

Asiduo colaborador en revistas y periódicos, desde cuyas páginas Altamira buscaba influencia en un público más cuantioso, la Asociación de la Prensa de Alicante decidió nombrarle Socio de Honor. Una reproducción de la distinción que se le entregó en uno de esos días se expone en el despacho-museo Rafael Altamira inaugurado en 2022, abastecido sobre todo con fondos y objetos cedidos por sus herederos.

Montado en una de las dependencias de la sede Ciudad de Alicante de la UA situada frente al parque Canalejas, en el diploma consta que se concedía el “título de socio de honor a favor del ilustre alicantino y sabio catedrático Don Rafael Altamira y Crevea”, estando firmado el 3 de abril de 1910 por el presidente Florentino de Elizaicin y el secretario Ildefonso Galdó Chápuli. En este caso, el documento expuesto no procede de ningún archivo familiar. “Es una copia de la imagen que tienen en el Instituto Jorge Juan, el original creo que se ha perdido”, explica Javier Ramos Altamira, uno de sus bisnietos que junto a sus hermanos intervino en la composición del despacho-museo tras fallecer su madre, la infatigable Pilar Altamira que tanto cuidó y divulgó el legado de su abuelo.

Diploma de Socio de Honor de la APA. Foto: Despacho-museo Rafael Altamira.

El IES Jorge Juan recibió por testamento, a la muerte de Altamira, el archivo guardado en su casa del Campello y es hoy —junto a la Universidad de Oviedo y la Residencia de Estudiantes de Madrid— uno de los tres centros públicos que conservan la mayor parte de documentación de Altamira.

El reconocimiento que se le brindó a Altamira en 1910 por parte de la Asociación de la Prensa de Alicante puede conocerse si se acude a la prensa local, puesto que la actual APPA no conserva actas de esa época. El Heraldo de Alicante del 6 de abril, que abrió las cinco columnas de su primera página con el titular “Homenaje a Altamira”, publicó dos noticias breves sobre la entrega de la distinción de Socio de Honor y la visita posterior de Altamira a su sede.

Más detallada fue la crónica del día siguiente, retomando el relato en el punto interrumpido el día anterior. Es una crónica breve que desvela interesantes detalles sobre la visita de Altamira a la sede, donde se le brindó un acto de homenaje de una hora de duración. La noticia contiene, además, un resumen de los discursos.

El texto ayuda a conocer también la respuesta del invitado al generoso elogio del presidente. “Altamira pronuncia breves palabras. Dice que agradece los propósitos del Sr. Elizaicin de elevarle a un puesto que no merece, pero lo aceptaría condicionalmente. Sería senador, no vitalicio, ni encasillado, sino por los votos, por el sufragio. Después en familia habló Altamira de su viaje por América, de sus impresiones, de las costumbres de aquellos países y de su labor de propaganda”.

Pero la crónica no acaba con esta respuesta porque añade que Luis Dagnino leyó a continuación un poema titulado “A Rafael Altamira”, de clara influencia decimonónica que merece ser citado por su interés documental.

“Vuelves a la patria amada 
de verdes lauros cubiertos 
conquistada con tu esfuerzo. 
Vuelves y con gran cariño 
te acogen todos los pueblos, 
rindiéndote el homenaje 
de admiración y respeto 
que merecen tus virtudes 
y tu preclaro talento; 
y al sentir tanta alegría 
desbordarse en nuestro pecho 
que por doquiera te aclama 
con un entusiasmo férvido, 
vierten lágrimas mis ojos 
de ternura y de contento; 
lágrimas que son nacidas 
del corazón, que es el templo 
donde te adora mi espíritu, 
porque eres un ser excelso 
que fecundiza en el mundo 
la obra de amor y progreso 
que dignifica a los hombres 
y enaltece nuestros tiempos”. 

El diario dejaba constancia, finalmente, de que a las once de la noche Altamira abandonaba la sede “retirándose a descansar”.

No fue esta toda la aportación de la Asociación de la Prensa de Alicante a los actos programados porque también se realizó un día el traslado de los restos del padre de Rafael Altamira desde el cementerio de Alicante al del Campello, lo que produjo otra ocasión de fervor multitudinario. La carroza funeraria en la que se trasladaba la caja con los restos iba rodeada de coronas, y una de ellas era de la Asociación de la Prensa, según informó La Correspondencia de Alicante el 8 de abril.

El Altamira posterior

A Altamira en 1910 todavía le quedaban décadas de intensa dedicación profesional y estaban por llegar acontecimientos notables de su biografía. El viaje a América llamó la atención incluso del rey Alfonso XIII, que le invitó a ir a palacio a relatárselo a pesar de que no faltaron quienes dudaron si el profesor, conocido su republicanismo, acudiría a la cita. La Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, que aceleró su nombramiento como académico correspondiente en 1909 cuando iba a emprender su viaje para que actuase también como su representante ocasional en el continente, le nombró académico numerario en 1911, tomando posesión un año después. En su carrera, Altamira también fue director general de Primera Enseñanza en el Ministerio de Instrucción Pública; se le dotó después de una cátedra de Historia de Instituciones políticas y civiles de América en 1914 en la Universidad Central de Madrid, obtuvo escaño de senador por la Universidad de Valencia y fue uno de los primeros jueces del Tribunal internacional de La Haya en los años veinte, en una etapa en la que cultivó escritos sobre pacifismo.

De hecho, estuvo también nominado dos veces al Premio Nobel de la Paz y tras la guerra civil vivió su exilio en México, donde sigue enterrado en espera de que se consumen las gestiones emprendidas hace dos años por el ayuntamiento del Campello para trasladar sus restos a esta localidad, contando con la colaboración del ministerio de Asuntos Exteriores, la Generalitat Valenciana y la Diputación de Alicante.

La actualmente denominada Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante (APPA) tiene motivos sobrados, por tanto, para adherirse a esta iniciativa del traslado de sus restos, dando su apoyo en recuerdo y homenaje a su Socio de Honor.

José Ferrándiz Lozano

Profesor universitario de Ciencia Política y miembro de la Junta Directiva de la Asociación Valenciana de Escritores y Críticos Literarios. Doctor en Ciencias Políticas y Sociología con Premio Extraordinario. Autor y coautor de varios libros, Premio internacional de Periodismo Miguel Hernández y Premio nacional AECPA de Ciencia Política. Exdirector del Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert y exdecano del Colegio de Politología y Sociología de la Comunidad Valenciana, ha colaborado en distintos medios de comunicación.

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