Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Envejecimiento saludable

Ramón Tamames, a vueltas con el “ageísmo”

Ramón Tamames (centro), en la sede de Vox junto a Santiago Abascal y otros dirigentes de la formación (Fuente: VOX España).

Obras son amores y no buenas razones, repetían mis padres en mi niñez. Me lo decían, también, los hermanos maristas, mis maestros, en la escuela.

Cuando yo era niño las escuelas eran como en las películas de Berlanga, sencillas, limpias, frías en invierno y cálidas en el verano. La luz penetraba por las grandes ventanas, orientadas a oriente y a poniente. El sol entraba con placer en invierno y era causa de mucho calor en verano.

Nadie se quejaba. Siquiera los padres, sabedores de la importancia de que su niño, que en aquel tiempo era yo, aprendiera a ser un mozo, para que el día de mañana (en aquella época se hablaba del día de mañana) fuera un hombre de provecho (en aquella época lo más apreciado era que el niño fuera un hombre de provecho). (También las niñas, por si algún progresista de los de hoy —¿?— se me quiere subir a las barbas).

Vivíamos en un mundo pobretón, residuo de una maldita guerra, con la hambruna callejeando, con la Guardia Civil conduciendo a reos atados con cuerdas.

A nosotros los niños de entonces simplemente nos dolía el hecho de ver el hambre y la miseria y los reos atados con cuerdas.

Fuente: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

Al llegar aquí, la sinfonía de Aleksandr Borodin inicia un “crescendo” que acompaña al recuerdo que se remonta a la España de los cincuenta y sesenta, como si quisiera reforzar la memoria con su sentir tristón y sombrío.

Después vinieron los americanos, ¡que chulos, los americanos! Como si estuviéramos en una película de Ford.

Patrullaban por Alicante como por su casa. Nos trajeron leche en polvo y arroz. Sacos y sacos. En el colegio se almacenaban y algunos niños nos sentíamos “rehenes” del “líder de estrellas y barras”, actores de una miseria y se nos escapaba un grito, apagado por si acaso, de rabia e impotencia, sintiéndonos invadidos. ¡Ay, cómo se sentía la libertad, en su ausencia!

Pero el silencio era la norma. ¡Chiton, niño!, decían mis padres, no nos compliques la vida. Yo lo sentía, a pesar de ser un niño rico.

No sé por qué me ha brotado este recuerdo, al compás de esta melodía del ruso, al intentar escribir sobre Ramón Tamames para esta “Hoja del Lunes”.

Y, entiendo que el lector se pregunte: ¿A qué viene todo lo escrito si el que escribe —se refieren a mí—, quiere hablar del anciano Tamames?

Ramón Tamames en 2012. Fotografía: Constantino de Miguel (Fuente: Wikimedia).

Creo haber leído, escuchado, que, Tamames, don Ramón, el economista y exmiembro del PCE, ese intelectual admirado, seguido, adorado en nuestra época de estudiantes de la Complutense, cuando caminar hacia la Facultad de Medicina era una humillación bajo los caballos de los “grises”, se ha ofrecido a presentarse como candidato de los verdes para una posible moción de censura al gobierno de Sánchez y Cía.

Tamames es todo un personaje de la cultura, lo sabemos los que hemos cumplido más de 30 años (yo los cumplí hace cuarenta y seis) y sabemos de sus méritos como catedrático, como escritor y como político.

Mis nietos no, ellos lo pueden buscar en internet o en la memoria de este abuelo, que soy yo. No en el libro de Historia. Cuidado, no se contaminen.

Con casi 90 años, el autor de la ‘Estructura Económica de España’, un clásico escrito en 1960 y que en 2022 ha sido reeditado en su 26.ª edición, mantiene una cabeza privilegiada que le ha permitido seguir en activo y escribir cerca de un centenar de libros, además de ser un ilustre profesor de economía, formar parte del Partido Comunista de España hasta 1981, participar en la creación de Izquierda Unida, etc. (No hablemos de cárceles, por favor).

Como resultado, su enorme cultura comparada con la de los políticos actuales parece casi una ofensa. O viceversa.

Qué más quisiéramos algunos, que don Ramón se erigiera como cabeza de la política de nuestro país, con sus 90 años y su criterio.

¡Es que se presenta ¿por Vox?!

Ese hombre está chocheando. ¡A su edad! ¡Un comunista entendiéndose con un partido de la extrema derecha! ¡Anatema! ¡Reprobación!

Qué más quisiéramos algunos, lo repito a conciencia. Quiero decir, con mi conciencia. Es mi Pepito Grillo que me lo grita aquí adentro del lóbulo fronto-temporal.

Y el Stromboli (recuerden ustedes, queridos lectores la historia de Pinocho de Collodi), que asienta en el otro organito cerebral, el de la “mala uva” que debe estar sobre la Amígdala, allá arriba, me grita despiadado: “¡Ese hombre no razona bien!”

Aunque, ahora recuerdo que quien me dijo que le fallaba el criterio, —atención— fue un conocido catedrático de una universidad española, no pienso decir cual, cuando, hace una semana, charlábamos al final de un congreso de literatura comparada.

¿Por qué dices querido profesor, que no razona bien?, le dije con absoluto respeto.

Porque a los 90 años…

¿Hablaba del luchador ‘pecero’ que se ha convertido en un hueso incómodo de roer y de convencer?

¡Tiene 90 años! Repetía aquel. ¡Tiene noventa años! ¡Profesor! Una mano amiga me sacó del grupo para contarme de un poemario que había escrito recientemente.

El “ageísmo”. La fobia a la edad. ¿Queremos progresar con esta forma de pensar? Me lo pregunté. Se lo pregunté al pobre poeta que había desbaratado la conversación con el “cátedro”. El poeta perplejo. Yo confuso.

Enrique Tierno Galván (izquierda) y Ramón Tamames asisten a la manifestación del 1.º de mayo, de 1979, en Madrid. Fotografía: Pedro M. Martínez Corada (Fuente: Wikimedia).

Y ya no es que la falta de nacimientos, la escasa protección a los niños, la mala calidad de la educación, la libertad programada en el tema del aborto y otros menesteres, estén conduciendo a un mundo de viejos. Es que, encima, nos desprecian.

¡Nos desprecian por viejos! Un mundo de viejos destituidos de sus capacidades. Tú, a caminar diariamente media horita; comer tu dieta mediterránea; sestear veinte minutos y acudir a la UPUA para formarte. ¿Formarte? ¿Con noventa años? ¡Ese chochea!  Y punto.

Pero el “candidato” Tamames, en todos los medios de comunicación ha sacado a relucir su habitual serenidad, su vitalidad, su juventud aun siendo viejo, y también su rotunda claridad de planteamientos. Claridad que, claro que sí, dependen de la edad y de toda una vida en favor de la libertad. En favor de la libertad, aunque sea saboreando cárceles, en aquella dictadura que quienes nos mandan hoy no conocen. Gracias a Dios.

Ay, el ageísmo. La fobia al viejo. Ay, del pensamiento inconsciente que se nos escapa, a veces conscientemente, —reconozco que otras irresponsablemente—. ¡Ese viejo! Ese chochea. ¡Ese carcamal, ja, ja, ja!

Y si no que se lo pregunten a ese periodista de TVE que, en una entrevista, al respecto de lo de Vox, intentó asediar a Ramón Tamames. ¡A Ramón Tamames! ¡Cielos! ¡Qué risa! Y este se defendió con tal fuerza que le bajó los humos con mucho sentido común y bastante inteligencia. El viejo de noventa a ese periodista joven-maduro de cincuenta y seis.  

Fotografía: Gerd Altmann (Fuente: Pixabay).

Recuerdo a Tamames como un viejo luchador comunista, de esos que realmente pelearon contra Franco y su dictadura, de los que se jugaron el pellejo; lo recuerdo como aquel líder al que muchos admirábamos. No estos que aseguran que van a pasar a la historia por haber trasladado desde un helicóptero los huesos del dictador, cuarenta y siete años después de que este falleciera en su cama. ¡Jo, macho! Sin brigadas de grises con porras. Sin tanques de agua. Sin caballos que te pateen los sesos…

Y al escribir esto, esta memoria de viejo acerca, diáfana, sentida, la figura de Cristóbal, ese estudiante de Filología de la Universidad de Valencia, que penaba su marxismo en Villa Cisneros, Sáhara, y que compartiera conmigo largos meses de sed y de soledad en aquel viejo territorio.

Dice Ramón Tamames: «Si no lidero la moción de Vox, puedo arrepentirme toda mi vida». Eso es coherencia. Eso es mente despejada, capaz de ver más allá del propio sentimiento, en favor de otros sentimientos.

En favor de un ideal común como es el bienestar de España. La España de todos. De todos.

No sé qué ocurrirá al fin de cuentas. Pero Tamames, ese viejo de 90 años, nos ha demostrado tener honor, criterio, limpieza de corazón y visión de futuro.

Ese viejo es un buen ejemplo. A ese, le voto yo.

Francisco Mas-Magro y Magro
Vicepresidente de la Asociación Gerontológica del Mediterráneo.

Asociación Gerontológica del Mediterráneo

La Asociación Gerontológica del Mediterráneo (AGM) fue creada en 1989 y está formada por un equipo de profesionales de diferentes ámbitos con el objetivo común de impulsar iniciativas enfocadas a un envejecimiento positivo, activo y saludable.
La AGM trabaja por una sociedad inclusiva y amiga de las personas mayores y los valores que acompañan su andadura son el desarrollo, implicación, colaboración y apoyo en áreas estratégicas como: envejecimiento positivo, envejecimiento activo y saludable, calidad de vida y envejecimiento, nutrición y dieta mediterránea en el envejecimiento, factores protectores para un envejecimiento saludable, salud y envejecimiento, formación y aprendizaje a lo largo de todo el ciclo vital, estrategias ante el deterioro cognitivo y la patología neurodegenerativa y las nuevas tecnologías orientadas a un envejecimiento de calidad.
La página web de la AGM es: https://asogeromed.es/ y el correo para solicitar información: info@asogeromed.es.

2 Comments

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  • Mi querido, desconocido y admirado don Francisco Más-Magro y Magro: su artículo es una maravilla. Me gustaría que Tamames, usted y unos cuantos ancianos más conformaran un Gobierno para España echando de la Moncloa a Pedro I el Guapo, el Mentiroso y el Traidor y a su ristra de ministros y ministras jovenzuelos, miserables activistas, iletrados y muy catetos, pero llenos de soberbia sin fundamento alguno. ¡Felicidades!

    • Querido don Ramon. Yo sí que tengo conciencia de usted, porque le he leído y le sigo leyendo. Pero el conocernos personalmente es cuestión de una llamada y una quedada a tomar un café en «Nostrum» ese lugar delicioso de la avenida de Federico Soto, donde lo hacen de chuparse los dedos, con música de jazz al fondo. Gracias por pensar en este anciano para un gobierno de…No estoy por la labor. Un abrazo.