Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Formación de los reinos de España

El reino de León

Retrato imaginario de García I, rey de León 870-904, pintado en 1852 por Mariano de la Roca y Delgado. Colección del Museo del Prado (Fuente: Wikimedia).

Los reinos de España se fueron conformando después de la hegemonía del reino visigodo en estas tierras de la península que a lo largo de la historia han recibido diferentes nombres porque fueron varios quienes las fueron bautizando —o rebautizando, para ser más exactos— según épocas o culturas o pueblos que llegaban a ellas; desde Iberia, nombre con el que el historiador griego Heródoto (484-425 a. C.) designa ya a la península, pasando por Hispania o Al-Andalus o las llamadas Españas, cuyo territorio central se hallaba en ésta que hoy llamamos España (dejando una pequeña parte del territorio a la franja que ocupa Portugal, y un diminuto punto entre valles, a la denominada Andorra, pero añadiendo las Islas Baleares y Las Canarias, Ceuta y Melilla).

En aquellos tiempos que se pierden en la memoria, unos pueblos formados por tribus montañesas quisieron vivir de forma independiente de aquellos que venían con el afán de conquista o de expansión. Estas tribus que vivían en las montañas y valles de la zona cantábrica y pirenaica desde Galicia deseaban ser libres en su hábitat natural con sus costumbres y creencias, aunque, en mayor o menor medida, recibieron la influencia de las costumbres romanas. Estas tribus se vieron liberadas de esta influencia de Roma cuando cayó el Imperio Romano de Occidente. Pero se tuvieron que enfrentar con los nuevos pueblos invasores (visigodos y musulmanes) por medio de escaramuzas y rebelándose en contra de la opresión con la que, a veces, eran sometidos. Así fueron creando y fortaleciendo su idiosincrasia y conformándose los sedimentos de los primeros reinos del norte de la península, pero no sin conflictos entre ellos mismos por la hegemonía de sus jefes o duques (dux) que los dirigían y de los pueblos que dominaban cada valle (astures, cántabros y vascones). Estos primeros poblados dispersos comandados por un dux se enfrentaron por conseguir la preponderancia sometiendo a sus rivales y también se unían para combatir por intereses comunes. Por las circunstancias de los tiempos fueron expandiendo sus territorios hasta consolidarse y convertirse en grandes protagonistas de nuestra historia.

Fue en lo que llamamos Alta Edad Media, época en que los musulmanes fueron conquistando la península, al llegar desde el norte de África en el año 711 en detrimento del pueblo visigodo que durante unos doscientos años ejercieron el poder con sus luces y sus sombras, cuando aparecieron en embrión estos reinos cristianos que irían creciendo en extensión y en importancia desde una pequeña zona en las montañas de la cornisa cantábrica y pirenaica (ya hemos hablado en publicaciones anteriores en la Hoja del Lunes del reino Astur y del reino de Navarra). Cuando ya consolidados como reinos unas veces luchaban entre ellos, en ocasiones apoyados por los musulmanes, y otras veces intervenían en los conflictos sarracenos ayudando a uno de sus bandos o apoyándose entre ellos contra sólo andalusíes. Esos enfrentamientos, a veces, eran contra reyes hermanos del reino vecino por conflictos sucesorios o de ampliación de sus territorios.

El reino de León

Como ya vimos en la parte final del trabajo sobre el reino Astur, los tres hijos del rey Alfonso III se repartieron el reino de la siguiente forma: García I gobernó León (convirtiéndolo en reino), Álava y Castilla; Ordoño II se puso al frente de Galicia y el condado de Portucale, y Fruela II lo hizo en Asturias.

A la muerte de García, Ordoño II hereda el trono leonés uniéndolo a sus posesiones anteriores. Y a la muerte de Ordoño, Fruela II se convierte rey de Asturias, Galicia y León reunificando de nuevo el reino, pero bajo el nombre de Reino de León con el que continuará a partir de ese momento.

Ordoño II, rey de León desde 914 hasta 924. Pintado en 1850 por José María Rodríguez de Losada. Ayuntamiento de León. Fotografía de Fernando Arvizu y Galarraga (Fuente: Wikimedia).

El reino de León se constituyó como tal en el año 910 tras la abdicación de Alfonso III hasta 1230Fue un gran reino cristiano con gran poder político y dominio territorial e influenciaen la península. Allí se dictaron y promulgaron las primeras leyes escritas: El Fuero de León, en 1017, por el rey Alfonso V, con validez para todo el reino; y nacieron las Cortes, en 1188, al principio del reinado de Alfonso IX, en el claustro de la Basílica de San Isidro de León (En el año 2013, la Unesco reconoce dichas Cortes como «el testimonio documental más antiguo del sistema parlamentario europeo»).

Los orígenes

Los astures eran los habitantes de una región cuya capital era Astúrica (la actual Astorga) y recibían su nombre del río Astura (actual Esla), que marcaba la frontera oriental. Su territorio se extendía por la mayor parte de las actuales provincias de Asturias y León y la mitad occidental de Zamora, así como por algunas áreas del nordeste portugués y del occidente gallego. Esta zona, después del dominio romano (la ciudad de León nació como campamento militar de las Legios romanas VI y VII), pasó a formar parte del reino Suevo hasta que fue absorbida por los visigodos. Los visigodos, tras expulsar a los bizantinos que se habían asentado en el sur de la península, lograron unificarla, aunque tuvieron que hacer frente a numerosas rebeliones perpetradas por astures, cántabros y vascones hasta la invasión musulmana, época en la que surgirá el reino de los astures.

El reino de los Astures pasa a ser el reino de León

Como hemos visto más arriba, el reino de León se constituyó como tal en el año 910 tras la abdicación de Alfonso III en sus hijos. A la muerte de García, Ordoño II hereda el trono leonés. Y a la muerte de Ordoño, Fruela II se convierte rey de Asturias, Galicia y León reunificando de nuevo el reino, que a partir de ese momento pasará a ser reino de León.

Ordoño II  

A la muerte de García ocupó el trono del reino de León su hermano Ordoño II (914-924). Este rey realizó importantes incursiones en Al-Ándalus llegando hasta Badajoz y el Algarve, en Portugal. Se enfrentó al emir Abderramán III, que se proclamaría califa independiente de Bagdad en el año 929. Ordoño obtuvo tanto grandes victorias como derrotas (derrota de Valdejunquera (920), no sirviéndole el haberse aliado con el pequeño reino de Pamplona).

Alfonso IV el Monje

A la muerte de Fruela II, en 925, reinó en León un año su tío. Los hijos de Ordoño II, Alfonso Ordoñez y Ramiro, expulsaron del trono, a los pocos meses, a los hijos de Fruela II, sus primos, y será Alfonso IV El Monje, el que subirá al trono de León en 926.

Retrato imaginario de Alfonso IV, El Monje, por Eduardo Cano, en 1851. Museo del Prado (Fuente. Wikimedia).

En 931, Alfonso IV, tras perder a su mujer, Oneca Sánchez de Pamplona, hija de Sancho III el Grande, abandona el trono, retirándose como monje y cediendo el reino a su hermano Ramiro II. Pero algún tiempo después, Alfonso abandona el monasterio y, seguido por asturianos, entra en la ciudad de León aprovechando que Ramiro estaba en campaña apoyando a Toledo contra el ejército cordobés. A su regreso, Ramiro hace prisionero a su hermano y toma la ciudad encerrándolo con sus tres primos, hijos de Fruela, y los manda cegar. Alfonso, que murió un año después, deja un hijo único, el que sería Ordoño IV.

Ramiro II

Rey de León (931-951). Fue uno de los más grandes monarcas del reino de León que luchó contra los ejércitos del califa Abderramán III.

Nació hacia el año 900, hijo de Ordoño II. Nada más ser coronado,en el año 931,empieza una campaña contra Abderramán apoderándose de Madrid. Después avasalla al señor de Zaragoza, Abū Yaḥyā Muḥammad ibn Hasḥim. Se fueron sucediendo las victorias y las derrotas entre cristianos y musulmanes hasta que Abderramán III, viendo esta difícil situación, proclamó la yihad en el año 939. Ramiro II junto a sus aliados de Navarra y  Fernán González, conde de Castilla, derrotan a las tropas de Abd-al-Raḥmān III el 1 de agosto de 939 en Simancas (Valladolid). Esta derrota se completó en Alhándega en Guadalajara, donde la ligera caballería musulmana, cansada por el largo camino desde distintos puntos como El Algarve, Córdoba, Murcia o Valencia, fue derrotada por la caballería cristiana que, aun siendo más lenta, fue más efectiva. Estas victorias hicieron tomar en consideración la idea de expandirse hasta llegar al Sistema Central.

El clima de fiel colaboración del conde castellano, Fernán González, con su señor el rey leonés, después de reconciliarse por algún desencuentro que hizo que el rey encarcelara al conde, impulsó el matrimonio de una hija suya, Urraca Fernández, con el infante Ordoño.

Tras un período de once años de paz, al final de su reinado tuvo que hacer frente a las poderosas expediciones militares cordobesas que se suceden entre los años 944 a 950 y que marcaron la decadencia de los últimos años del reinado, aunque todavía obtendría otra victoria en Talavera (950). En enero del año siguiente abdica, tras una enfermedad, para morir poco después.

Ramiro II de León, pintado en 1892 por José María Rodríguez Losada. Fotografía de Fernando Arvizu y Galarraga. Ayuntamiento de León (Fuente: Wikimedia).

Tras la muerte de Ramiro II y de su hijo Ordoño III, el reino de León se embarca en una serie de guerras civiles, entre hermanos y primos, como la que enfrentó a Sancho I contra Ordoño IV o a Ramiro III contra Bermudo II. Estos hechos hicieron que monarcas y condes buscasen la paz con el califato de Córdoba bajo el pago de tributos. A estas circunstancias hubo que añadir el ataque de los vikingos a las costas del reino en el año 968, que ya habían realizado otras incursiones mucho tiempo atrás, pero esta vez saquearon toda Galicia y se establecieron allí durante tres años.

Posteriormente empezaron las campañas de Almanzor, primer ministro de Hisham II, que a raíz de la guerra civil entre Ramiro III y Bermudo II (982-985) fueron meros paseos militares destruyendo Salamanca, Zamora, León, Astorga, Santiago de Compostela, Pamplona, Barcelona, etc.

Tras la muerte de Almanzor (1002) y de su hijo Abd al-Malik al-Muýaffar (1008), que había dirigido diversas incursiones contra los cristianos, y Abd al-Rahmān Sanchuelo en 1009 (hijo de Almanzor y de una hija de Sancho Garcés II de Pamplona, de ahí su sobrenombre), Al-Ándalus se dividió en multitud de reinos de Taifas, y el reino de León volvió a su relevancia anterior.

Alfonso V

Alfonso V (999-1028) sucedió a su padre, Bermudo II, siendo apenas un niño. Reinó bajo la tutela de su madre y de los principales nobles hasta su mayoría de edad.

En el año 1000 Almanzor atacó Castilla y Alfonso participó con Sancho III de Pamplona y el conde de Castilla, Sancho García, en la batalla de Calatañazor en la que Almanzor sufrió su primera derrota.

Con la desaparición en 1009 de Abd al-Rahmān (Sanchuelo) terminaba una dura etapa para el reino leonés por los duros ataques musulmanes. Pero ahora se iniciaba una etapa de rebeliones internas de la nobleza contra Alfonso. Y además, el monarca tuvo que combatir personalmente contra una nueva oleada vikinga dirigida por Olaf, que sería rey y santo con el nombre de San Olaf. Los vikingos (normandos) habían llegado a las costas gallegas y durante nueve meses asolaron las riberas del Duero, allí escondieron sus naves e iniciaron incursiones hacia el interior a la provincia de Braga y hacia el norte, por el Miño, asolando la diócesis de Tuy y matando a su obispo. Alfonso acudió en su defensa y los echó de tierras gallegas.

Alfonso V de León según una miniatura medieval de la Catedral de León. Fotografía de Acoma (Fuente: Wikimedia).

Conjurados los peligros de los musulmanes y normandos y conseguida la sumisión de nobles y la muerte de Sancho García, conde de Castilla, que muchas veces apoyaba a los musulmanes y de los que recibió algunas ciudades en señal de agradecimiento, Alfonso emprende un nuevo objetivo dirigido a la tarea legislativa promulgando el llamado Fuero de León, que, en realidad, constaba de dos partes: una que correspondía a las leyes generales que atañían a todo el reino de León, Galicia y Asturias, y otra que correspondía a la ciudad de León, con la que se concedía una serie de privilegios que servirían para reconstruir y repoblar León. Convirtió a León en pionero en asuntos legislativos. Alfonso V murió joven, de un flechazo, durante el cerco de Viseo (Portugal).

Bermudo III

A Alfonso V le sucedió su hijo Bermudo, siendo muy joven. Era el tiempo de Sancho Garcés III de Pamplona, rey que fue ampliando sus dominios con Castilla y otros condados leoneses.

Con el tiempo, Bermudo III recuperó gran parte del territorio perdido, pero tuvo que aceptar a Fernando, hijo menor de Sancho III el Grande, como conde de Castilla. Y para evitar tiranteces, Fernando contrajo nupcias con Sancha, la hermana de Bermudo.

Bermudo II de León, según el Tumbo A de la catedral de Santiago de Compostela. Fotografía de José Luis Lamigueiro (Fuente: Wikimedia).

Como ya vimos en el capítulo dedicado al reino de Navarra II, cierto territorio que había sido incorporado al condado de Castilla con Sancho III el Grande, Bermudo III de León quería recuperarlo. Fernando I consideraba esa zona como dote de su esposa, Sancha de León, hermana del rey Bermudo. Fernando I ayudado por su hermano el rey de Pamplona, García Sánchez, derrotó a las tropas de Bermudo en la batalla de Tierra de Campos, entre el Cea y el Pisuerga. Allí perdió la vida en la batalla cuando se adelantaba a sus huestes en busca del conde Fernando.

Fernando I

Fernando I el Magno (1037-1065), hijo de Sancho III el Grande de Pamplona y de Muniadona, hermana de García Sánchez de Castilla, fue rey de León gracias a su esposa doña Sancha que heredó el reino a la muerte de su hermano Bermudo. Al principio, Fernando, no fue recibido con mucho entusiasmo y tuvo que resolver conflictos internos. En 1054 se enfrentó a su hermano, García III de Pamplona, por disputas de fronteras. García murió a manos leonesas en la batalla de Atapuerca. Fernando I fue ampliando su reino, el más grande, por el norte de Portugal y al este de Castilla, recuperando zonas castellanas que aún estaban bajo dominio del reino de Pamplona.

En ese tiempo, el califato de Córdoba ya no existía por haberse dividido en los llamados reinos de taifas que guerreaban entre sí. Conquistó a los musulmanes muchas plazas y sometió a varios reinos de taifas imponiéndoles las parias, tributos en oro, a cambio de ayuda militar o para no ser atacados.

Fernando I de León según una miniatura medieval de la catedral de León (Fuente: Wikimedia).

Al final de sus días, Fernando decidió dividir el reino, como lo había hecho su padre Sancho III de Pamplona, entre sus tres hijos varones. Al primogénito, Sancho, al que se le conoció como Sancho II el Fuerte, le entregó Castilla, quien la convirtió en reino. Al segundo, Alfonso, le concedió León, el territorio más amplio y la capital del reino, lo que le situaba en una posición de predominio. Y al último hijo, García, le dio Galicia.

Sancho II, tras diversos enfrentamientos, se hizo con el control de los tres reinos, en 1072, se coronó en León y desterró a sus hermanos. Al poco tiempo (en octubre de ese mismo año), murió asesinado en el asedio de Zamora a manos de Bellido Dolfos (según los cantares de gesta y las crónicas medievales). Dicha  ciudad permanecía fiel a Alfonso.

A su muerte, Alfonso VI regresó del destierro y volvió a ocupar su trono. Y a su hermano García II, rey de Galicia, lo mandó encarcelar con el descontento de los nobles gallegos partidarios de García hasta su muerte en 1090.

Adenda

Como ya habíamos visto en la formación y consolidación de los reinos de Asturias y Navarra, estos reinos no se fueron conformando y constituyendo como tales de forma pacífica y consensuada, sino en medio de conflictos, enfrentamientos, guerras, pactos o asesinato de reyes, etc., a lo largo de los años.

Una vez consolidados como reinos, unas veces luchaban entre ellos, en ocasiones apoyados por los musulmanes, y otras veces intervenían ellos en los conflictos sarracenos ayudando a uno de sus bandos o apoyándose entre sí contra sólo andalusíes. Esos enfrentamientos, a veces, eran contra reyes hermanos del reino vecino por conflictos sucesorios o de ampliación de sus territorios.

Y de esta manera se fue escribiendo nuestra historia.

Juan Antonio Urbano

Soy profesor de Educación Primaria. He publicado cinco libros; dos en valenciano: 'El seu nom era Pere Bigot' (2012) y L’arbre màgic' (2012); y otros dos en castellano: 'El misterio de la cueva' (2014) y el poemario 'Camino entre versos' (2019), estos publicados por la Editorial Club Universitario y 'Entre el asfalto' (2022) por la editorial Olélibros. He publicado en diversas Antologías y revistas poéticas y artículos en distintos medios.
En noviembre de 2016 creé y coordiné el grupo poético PARNASO perteneciente al Ateneo de Alicante. He organizado numerosos recitales poéticos, entre los que destacan el I Encuentro de poetas alicantinos y otros con el grupo PARNASO dedicados a Miguel Hernández, Federico García Lorca, Rubén Darío...
Recibí el segundo premio del Certamen Poético Numen (2013) y el 2.º premio en el Real Casino de Murcia del Encuentro 'Poesía hispano-argentina' (2019).

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  • ¡Menudo puzle! Y todo para llegar a Sánchez I el Mentiroso y el Traidor, casado con Begoña. Espero las hazañas de Alfonso VI, el Cid y lo que vino después, que seguro fue mejor que lo que nos dejará este insensato psicópata. Saludos cordiales, Juan Antonio.

  • Querido José Antonio. Magnifico estudio Histórico. Tienes razón en tu adenda. Yo siempre he pensado que Hispania fue sometida por el Islam con un pequeño ejercito y que permaneció aquí nada menos que ocho siglos. Y es que en ellos los reyes y nobles hispanos no hicieron otra cosa que pelearse entre si. Por eso la llamada Reconquista duró tanto tiempo.
    Siempre enfrentados. Como ahora.
    Enhorabuena por tu artículo. Un abrazo
    Julio Calvet.