Esta Navidad no va a ser para todos igual porque tampoco todas las familias son iguales.
Siempre me ha impactado el comienzo de la novela Ana Karenina de León Tolstói: “Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera”. Así también, en la realidad, al igual que en la ficción hay muchas familias felices que viven en hogares cálidos y luminosos muy confortables, los niños llevan trajes de organza y terciopelo, sus madres además de ir vestidas con elegancia son dulces y cariñosas, porque también a ellas la vida las trató con manos suaves y amorosas. Los padres son generosos y entregados a su familia velando para que nada les falte, además de ser un ejemplo y una inspiración para sus hijos.
En esos hogares no hay gritos, ni violencia; todo es paz y armonía.
En Navidad las casas se adornan con luces que centellean, hay guirnaldas colgadas del techo, bolas de cristales de colores, en las ventanas hay muérdago y las rosas y los lirios se asoman tras los cristales. En el aire flota un suave olor a velas con olor a vainilla y canela, nunca pueden faltar las velas de suave luz que parecen acariciar el aire.
A esas familias felices les deseo que siempre la vida les siga sonriendo y que no dejen de preguntarse qué méritos han hecho para merecer tanta dicha. Si no encuentran la respuesta, les diría que cuiden ese regalo que les dio la vida, y que intenten devolver una parte de lo que gratuitamente recibieron.
Existen otras familias infelices, y como dice Tolstói cada una de ellas es infeliz a su manera.
Son hogares desestructurados porque la pobreza y la incultura les han negado una vida digna, jóvenes sin ilusiones que han quedado atrapados por las trampas de la vida, familias a quienes los conflictos y la guerra han llevado a abandonar su tierra y no encuentran un lugar que les acoja, personas a las que no se les ha permitido soñar porque la cruda realidad se ha impuesto a los sueños.
Existen mujeres y hombres solitarios sin saber qué rumbo tomar porque no hay ninguna estrella que les guíe, mujeres y hombres a quien la enfermedad ha truncado sus vidas sin piedad. Cada uno de ellos arrastra recuerdos lacerantes y tristes que aparecen en sus vidas como un fantasma del que es imposible huir, sintiendo un gran vacío, como si llevaran mucho tiempo muertos.
A todos ellos quisiera desearles lo que la vida les ha negado injustamente:Un fuego trepidante de hogar, que caliente sus manos y su corazón, para que nunca vuelvan a sentir frío.
Una hermosa mesa a la que sentarse repleta de manjares que sacien su hambre de justicia y paz.
Que en sus copas se derrame el vino más dulce de las viñas para que embriague sus sentidos de amor y alegría.
Que en su pecho reverberen hermosas canciones que llenen el aire y para desterrar la nostalgia de la ausencia de abrazos, besos y risas.
Y por encima de todo que la luz de la esperanza renazca en sus ojos y que nunca se apague.
¡Feliz Navidad!
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Un poético relato navideño de deseos de paz para los más desheredados del mundo y los que lo perdieron todo. Una muy interesante reflexión. Feliz Navidad.
Muchas gracias Ramón mesita Navidad más que nunca nuestro corazón tiene que estar con los que sufren
Un fuerte abrazo
Pilar: me gusta Tolstoi y me gustas tú y me gusta la Navidad y me gustan todas las familias y me sale del alma, como a ti, felicitar a todo el mundo en este tiempo maravilloso de color, sabor y calor pidiendo a Dios que nazca en todos los corazones y nos vuelva niños para que desaparezca el odio de la faz de la Tierra y sólo haya brotes de amor.
Gracias Ramón por tus palabras!
Así es, la Navidad tiene que ser abrir el corazón a los que sufren para que les llegue nuestros deseos de Amor y nuestra solidaridad!!
Un abrazo