Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Turismo

Cuando el turismo inventó las Hogueras

(Archivo personal Benjamín Llorens).

Si uno pasea por el centro de Alicante una tarde cualquiera, probablemente se topará con una familia de tez blanca y atuendos veraniegos paseando por la Explanada, con una pareja —rubísimos ellos— cenando paella (que no arroz, que eso es de alicantinos) en cualquiera de las decenas de restaurantes de la calle Mayor a horas que a nosotros nos parecen imposibles; o con un grupo de amigos tostándose en el Postiguet con la piel oscilando entre tonalidades rojas y rosáceas después de horas y horas al sol.

Porque sí, Alicante es muchas cosas, pero sin duda una de ellas, es turismo. La ciudad vive hoy en día un momento de forma envidiable: según el Patronato Municipal de Turismo de Alicante, el pasado puente de la Constitución de 2023 registró casi un 80 % de ocupación hotelera (sin contar los pisos de turismo vacacional) de visitantes tanto de Europa del Norte —principalmente británicos— como nacionales, siendo nuestros vecinos de Madrid los más numerosos.

Pero hay más. En 2023, el Castillo de Santa Bárbara acogió a 700 000 visitantes. Fue el monumento más visitado de toda la Comunidad Valenciana. Además, la ciudad ingresó 40 millones de euros procedentes de los más de 200 000 cruceristas y acogió a 24 000 personas que acudieron a congresos y convenciones de empresa. Para Ana Poquet, concejala de Turismo del Ayuntamiento de Alicante, esta realidad “evidencia que estamos en un año de récord y en un momento más que dulce pese a la situación internacional”.

Comprender cómo Alicante pasó de villa portuaria a ciudad turística en auge nos obliga a remontarnos al siglo XIX. La primera piedra de ese invento llamado turismo la puso Isabel II con la inauguración del ferrocarril en 1858, dotando a la cuarta ciudad más poblada del país en aquellos tiempos de uno de los primeros ferrocarriles de España. Los cimientos del sector, corrieron a cargo, precisamente, de un periodista, Ramiro Mestre Martínez, que entre 1893 y 1917 se hinchó a traer a los primeros turistas de toda España fletando lo que popularmente sería conocido como trenes botijo.

¿”Y qué leches es un tren botijo”, os estaréis preguntando? Pues fue la ingeniosa solución que a Mestre se le ocurrió para resolver dos de los grandes anhelos de la población española de la época: viajar en ferrocarril, algo que se consideraba un lujo al alcance de muy pocos, y conocer el mar, sueño prohibido para muchos… Hasta que llegó Ramiro con su audaz propuesta: trenes a precios económicos llenos de gente de Madrid y Castilla-La Mancha ansiosa de bañarse en la playa. Como ahora. De ahí que esos primeros ferrocarriles a reventar fueran llamados por el autor del invento como trenes botijos pues como esta primitiva versión de la cantimplora, saciaban la sed de mar de los primeros turistas que tuvo la ciudad.

El negocio del tren botijo tuvo gran éxito y Ramiro Mestre Martínez se destapó como un genio del marketing enviando crónicas a los diarios (ah, las pioneras notas de prensa) y creando su propia comunidad de fieles, la Orden Botijil. Ríete tú del Club Carrefour. Sin embargo llegó un momento que Alicante, en permanente crecimiento, necesitaba encontrar nuevas fórmulas para atraer turistas que no solo quisieran bañarse, sino también comprar en el floreciente comercio alicantino y comer o cenar en los restaurantes que comenzaban a despuntar en la urbe. La solución llegó en 1927.

Ese año un grupo de emprendedores alicantinos se organizaron en torno a la asociación Alicante-Atracción cuyo nombre no dejaba dudas de su propósito: atraer a turistas para que se dejaran los cuartos en los negocios de la ciudad. Primero fletaron ese mismo verano un nuevo tren botijo que tuvo tanto éxito a nivel económico y organizativo, que los miembros de la asociación decidieron doblar la apuesta e inventarse una nueva fiesta que adquiriera carácter patronal y sirviera para atraer turistas de toda España. ¿Imagináis a estas alturas de qué fiesta estamos hablando? ¡Bingo! Las Hogueras.

Las Fogueres de Sant Joan tal y como las conocemos se las inventó José María Py, gaditano criado en Valencia y fallero de corazón que tal y como afirma Benjamín Llorens —autor del libro de obligada lectura Sucedió una vez: Alicante camino a la modernidad—  en su artículo Con el tren botijo llegaron `les fogueres´, publicado en esta misma Hoja del Lunes, “Py buscaba celebrar la llegada del verano dando una vuelta a la tradición alicantina de quemar hogueras y tirar petardos por San Juan. Hasta entonces la costumbre enfrentaba a muchos ciudadanos con las autoridades, que llevaban décadas prohibiendo dichas acciones por caóticas, ruidosas y desagradables. Los alicantinos de entonces quemaban cualquier cosa en cualquier sitio. Lo que proponía Py era regular la tradición, ordenar las hogueras por barrios y en forma de monumentos realizados por artistas. Sacar partido para la terreta ordenando el caos. Enterrar, en suma, el hacha de guerra entre autoridades y ciudadanos. Todo en el más puro espíritu de Alicante-Atracción. Su experiencia de años como fallero en Valencia le vino al pelo… y a las primeras Fogueres también”. 

Así quedaron constituidas en 1928 las primeras Fogueres de Sant Chuan (su nombre inicial) que en un principio fueron pensadas para atraer a unos cientos de turistas…Y que en 2023 trajeron casi dos millones de visitantes. Si José María Py levantara la cabeza, seguramente diría aquello de “La que hemos liado, pollito”.

Pasaron los años y llegó la convulsa II República. Y luego la Guerra Civil y la posguerra. Y en una España en plena recuperación y crecimiento, con la democratización del automóvil y el aumento del nivel de vida que permitió recuperar las vacaciones, llegaron los años 60 y el boom del turismo de masas que bajo la bandera del sol y la playa, el eslogan “Spain is different” y la vecina Benidorm como máximo exponente, cambió la cara de Alicante, muy beneficiada también con la construcción del aeropuerto en 1967 y la mejora de los trenes, cuya máxima expresión encontramos en la llegada del AVE en 2013.

La marca visible de este impacto podemos verla a día de hoy en edificios como el Tryp Gran Sol y el Riscal (hoy llamado Estudiohotel Alicante) iniciados en  los 60, o los imposibles complejos residenciales construidos en la Cantera y la Albufera en los 70 y 80. Por no hablar del desarrollo de la Playa de San Juan durante los años 80 y 90 como destino residencial de vacaciones y que a día de hoy continúa con el desarrollo de los nuevos PAU. Bajo este modelo es el que se ha construido el ecosistema del turismo actual de la ciudad, cuyos protagonistas son visitantes internacionales que vienen a la ciudad como vecinos nacionales que eligen Alicante para pasar sus vacaciones.

“Pero el futuro pasa por el turismo sostenible” señala Ana Poquet, que añade que ”la estrategia a seguir viendo los efectos del cambio climático, que son una realidad, pasa por conseguir la sostenibilidad en el sector, labor en la que estamos trabajando junto a la Universidad de Alicante”. 

El Ayuntamiento ha captado para ello 7 millones de euros de fondos europeos para desarrollar más de 30 proyectos entre los que se encuentran la regeneración de la playa de la Almadraba, la construcción de centros de reinterpretación de la historia de la ciudad en las torres ubicadas en la huerta, la adecuación y mejora de la conexión del barrio de la Virgen del Socorro-Raval Roig con el parque de La Ereta para mejorar la accesibilidad peatonal, la reconversión del Edificio Cuerpo de Ingenieros  del Castillo de Santa Bárbara como centro sostenible y bioclimático que de la bienvenida a los visitantes; o la creación de un futuro centro de congresos para absorber el creciente turismo de este sector. Establecer una conexión aérea directa con EE.UU es otro de los objetivos ante el aumento del turista norteamericano.

Desde aquel lejano tren botijo que traía a los primeros visitantes de la ciudad a ver el mar, hasta la futura recepción biosostenible han pasado casi 200 años. Pero en todos ellos el protagonista ha sido el mismo: un turista, una persona, que ha decidido invertir su tiempo y sus recursos en disfrutar de una ciudad donde se pasa de miedo y se vive de maravilla.

(Imágenes del archivo personal de Benjamín LLorens).

Alex Guillén

Periodista y publicitario especializado en el sector audiovisual, marketing digital y comunicación online de empresas.

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