Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Narrativa

Sed de venganza

Fotografía de Whiterabbit83 (Fuente: Depositphotos.com)

Rocford se tapa con cartones. La noche promete un frío que haría estremecer a los mismísimos pingüinos. Hay un grupo de chicos que se juntan en círculo y van cambiando de posición. Rocford no deja de tener esos sueños que al final lo hacen despertar entre gritos.

Hace diez años

Rocford vivía en una zona residencial. Su padre, Marsall, era abogado y últimamente trabajaba para una compañía que no paraba de meterse en litigios con la empresa de coches Compra Fácil. Una noche, cuando todos estaban durmiendo, hubo una tremenda explosión en el garaje y, de repente, casi inopinadamente, toda la casa se vio envuelta en llamas. Rocford lo observaba todo desde fuera, había salido a pasear con su perro Bugbut por un pequeño sendero junto a la casa. Solo pudo ver a un hombre de negro subir a un Mercedes y arrancar a toda velocidad. «7223…» y no terminó de ver la matrícula.

Hoy Rocford se despierta cada madrugada gritando «7223». Bugbut, ya muy viejecito, duerme pegado a Rocford. Pronto morirá y Rocford se quedará completamente solo. Uno de los compañeros de cartones le dice si le gustaría viajar como polizonte a Japón y aprender el bujutsu y el budo. Pasan algunos días casi despidiéndose de Bugbut y una mañana, al despertar, lo encuentra muerto a su lado. Entre lágrimas, le dice a Clarence que sí, que quiere aprender artes marciales para poder vengar la muerte de sus padres.

Mientras el barco surca los mares rumbo al puerto de Tokio, con escala en Osaka y Hakata, la compañía de coches Compra Fácil continúa vertiendo productos químicos al río. El gordo, grasiento y deleznable señor Potter solo vive para el dinero y, desde luego, no permite que ningún picapleitos meta sus narices en sus negocios. Potter pasa de los sesenta y va en sillas de ruedas. La polio de los años cincuenta lo convirtió en la persona horrible que es ahora. Aunque es verdad que le gustan mucho los gatitos y financia una fundación llamada A Cat Never Shit In The Middle Of Your Kitchen. Seguro que es muy atento con los gatos, pero eso no lo exonera en modo alguno de todos los vertidos altamente tóxicos que su compañía vierte a diario en el río Hudson.

Compra Fácil no para de crecer y ya se codea con importantes empresas en el ámbito bursátil. Puede que este año el gordo y grasiento señor Potter se convierta en uno de los hombres más ricos del mundo. Puede que entre en la lista Forbes y que eclipse a tipos como Amancio Ortega, Bernard Arnault o el mismísimo Bill Gates que, durante muchos años, ha sido el top en riqueza mundial.

Rocford llega al puerto de Osaka y, con la ayuda de Clarence, conoce a la familia de Daiki e inicia su aprendizaje en la escuela Kendo. Pronto participa en distintos combates que se celebran en distintas prefecturas como Tochigi, Miyagi o Fukushima. El resultado es de completo éxito.

Los días pasan como en cualquier otro lugar del mundo. No hay más horas, ni menos momentos para recordar aquella noche, cuando las llamas lo quemaron por dentro sin tocarlo. Rocford sintió un dolor tremendo en el alma y se abrazó a su único amigo; Bugbut. De eso ya han pasado más de veinte largos años, y ahora, aunque ha conocido a Chiasa y está completamente enamorado, tiene que dejar de tener pesadillas de madrugada, y la única forma de solucionarlo es viajando a New York y hacerle una respetuosa, muy respetuosa visita al señor Potter.

La escuela Kendo tiene una especie de franquicia en New York y, a través de ellos, Rocford pudo averiguar lo que había detrás de esa matricula 7223.

Autor: Majivecka (Fuente: Depositphotos.com)

Esa noche, mientras hacía el equipaje, Chiasa le confesó que estaba enamorada de él y que además tenía una hija, de nombre Akiko, que estaba pasando unos meses de intercambio en España. Se besaron e hicieron el amor casi toda la noche. Antes del alba, su buen amigo Clarence lo recogía con un coche todoterreno rumbo al aeropuerto de Nagoya. El vuelo duraría más de quince horas. Tiempo suficiente para poner en orden su cabeza y lo que podía hacer para vengar a sus padres, sin pagar un precio demasiado alto, como perder a Chiasa. Puede que, por todo lo que había aprendido, por la presión de los diez mil pies, o porque la quemadura de su alma había cicatrizado un poco, decidió que hablaría con un amigo de Clarence —Harry Gower—, que era uno de los abogados defensores del medio ambiente de moda.

El avión Boeing 747 aterrizó en el aeropuerto de Newark, aunque en el manual de vuelo indicaba como destino el aeropuerto JFK. Y es que Rocford había aprendido muchas cosas en la escuela Kendo. Luchar con espadas y sables era una de ellas, pero ser prudente, precavido y no dar ventaja nunca al adversario también lo aprendió allí.

El gordo y grasiento señor Potter dejó de acariciar por un rato un buen montón de billetes de cien dólares que tenía adornando la mesa, por donde no paraban de revolcarse los gatos. Un viejo Mercedes con matrícula 7223 lo esperaba en la puerta principal de su mansión para llevarlo a la ópera. «Potter’s Mansion», indicaba un enorme letrero de neón. Además de adorar a los gatos, al gordo y grasiento Potter le volvía loco la ópera. En esta ocasión, iría al Metropolitan Opera Center, con la representación de Sansón y Dalila.

El Metropolitan estaba casi en overbooking, pero Rocford lo había planeado todo hacía varias semanas. En la primera planta, y casi rozando el escenario hay un palco muy especial, solo apto para grandes personalidades. El gordo y grasiento Potter tenía allí una butaca y en esta ocasión Rocford también.

En el transcurso del segundo acto, alguien del público —Clarence— gritó «¡¡fuego!!» al tiempo que una de las enormes cortinas del patio de butacas ardía. De repente, las más de tres mil trescientas personas gritaban y corrían, chafando a su paso a decenas de personas. El gordo y aceitoso señor Potter, encajado en su silla de ruedas, no cesaba de pedir auxilio. Rocford se le acercó y, mirándole un segundo a los ojos, le dijo: «¿Te acuerdas de la casa de los Marsall?». Potter abrió los ojos de par en par asombrado, como si hubiera visto a un fantasma. Rocford sacó una afilada espada y le atravesó la garganta. Luego lo empujó escaleras hacia abajo.

En la terraza del Metropolitan Opera lo esperaba un helicóptero.


Imágenes de www.depositphotos.com

Pablo Guillén

Pablo Guillén empezó a escribir hace algunos años. Un poco para escapar de la rutina de un trabajo que sólo le aportaba un salario. Nada más. Publicó durante algunos años artículos de opinión en un diario local y también participó en algunos encuentros literarios concursando y formando parte en distintas publicaciones.
Tiene tres libros de relatos publicados: “Sombras de luz y niebla”, “Reflejos frente al espejo” y “Lanzarse al vacío y otros relatos”.
Además, tiene el cajón repleto de historias que empujan cada día por nacer, pero la situación actual no es la mejor y como todo el mundo sabe, el dinero no crece por más que riegues esa jodida planta.
Actualmente está inmerso en un nuevo trabajo, sin duda más ambicioso y extenso: su primera novela, aunque declara sin tapujos que se mueve mejor en el mundo de los relatos y puede que le pase un poco como a Oscar Wilde, que sólo escribió una novela, “El retrato de Dorian Gray”.

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