¿Te has parado alguna vez a mirar un cuadro durante minutos, sin prisa, dejando que cada detalle te hable? En un mundo saturado de imágenes rápidas y contenidos efímeros, el realismo contemporáneo resiste como un lenguaje vital que combina tradición y modernidad. Frente a la prisa y lo fugaz, esta corriente reivindica la paciencia, el detalle y la creatividad como un acto de resistencia cultural. Dedicar horas, días o incluso meses a una sola obra se convierte en un gesto casi rebelde, un recordatorio de que el arte no solo se ve: se siente, se interpreta y se vive en cada matiz y en cada trazo.
Desde el siglo XVII, el realismo ha sido un pilar fundamental en la historia del arte. Pintores como Velázquez, Vermeer o Courbert sentaron las bases de un estilo que buscaba captar la realidad visible, pero también la hondura emocional y social de sus sujetos. Courbert, en particular, rechazó las idealizaciones románticas para mostrar la vida tal como es, con su crudeza y belleza. En España, Sorolla llevó esta tradición hacia la luz mediterránea, jugando con color y atmósfera para crear escenas vibrantes y llenas de vida. Más cerca de nosotros, Antonio López mantiene vivo el compromiso con la figuración detallada y paciente, recordándonos que pintar del natural es “la tarea más difícil y apasionante”. Cada pincelada es un acto de meditación, un ejercicio de atención que revela capas de la realidad que suelen pasar desapercibidas al ojo apresurado.

La Gran Vía, de Antonio López (Años 70-80).
En el arte actual, la figuración parece haber perdido terreno. La saturación de imágenes fugaces nos ha acostumbrado a consumir sin detenernos. La novedad y la velocidad mandan, y el realismo puede parecer fuera de lugar… al menos para quienes confunden moda con valor. Yo misma lo viví en una exposición: una mujer se detuvo frente a mi cuadro de un gallo hiperrealista. Admiró el esfuerzo, los matices y la viveza de los colores, pero me dijo: “Me encanta, aunque nunca lo pondría en mi casa”. Su comentario no era un reproche; era un reflejo de cómo el arte conecta o no con la sensibilidad de cada persona. Y, sin embargo, me reafirmó en algo esencial: el arte no tiene porqué someterse a la dictadura de las modas ni a lo instagramable.
El realismo contemporáneo no es inmóvil. Convive con el hiperrealismo, que lleva el detalle hasta límites casi fotográficos; con el surrealismo, que fusiona lo real con lo onírico; o con un impresionismo moderno que prioriza la sensación y el color. Estas combinaciones muestran que el realismo no está reñido con la imaginación, el juego conceptual o la crítica social, sino que puede integrarlos de manera poderosa y sorprendente. Hoy los artistas combinan métodos tradicionales como la pintura al óleo y el temple con técnicas mixtas, medios digitales, collage y texturizaciones que enriquecen la experiencia visual y táctil de la obra. La británica Jenny Saville, que une figuración con pinceladas expresivas e innovador uso de materiales, o Eloy Morales, con su hiperrealismo intimista y la potencia de sus retratos cargados de atmósfera y emoción, son ejemplos de cómo esta tradición se renueva sin perder su esencia.
Hay quien piensa que el realismo es poca creatividad, simple reproducción de lo que vemos. Nada más lejos. Crear una obra realista, y más aún hiperrealista, exige sacrificio, disciplina y reflexión constante. La personalidad del artista se revela no solo en lo que pinta, sino en cómo lo pinta: cómo interpreta la luz, qué detalles decide mostrar, cómo compone la escena. Allí emerge la voz propia. La búsqueda de estilo no se impone desde fuera: surge del trabajo constante, hasta que el resultado se vuelve reconocible y auténtico.
Quienes apostamos por esta corriente contemporánea sabemos que no se trata de un anclaje al pasado, sino de una forma viva, versátil y profundamente actual de crear. Esta afirmación subraya que el realismo, lejos de ser un refugio de nostalgia, se reinventa cada día mediante la combinación de recursos tradicionales y modernos, la fusión de influencias diversas y la interpretación singular de cada artista, manteniendo así su vigencia, relevancia y capacidad de sorprender incluso a los espectadores más exigentes.

Retrato realizado por el pintor alicantino Chimo Pérez, realista y figurativo.
Hay quien argumenta que el arte abstracto es la evolución natural de la figuración. Sin embargo, no todos los artistas abstractos poseen dominio profundo del dibujo o la representación realista. Esto no desmerece lo abstracto, pero subraya la complejidad y el rigor técnico que exige la figuración realista. Defender el realismo no significa despreciar otras formas de expresión; el arte no necesita trincheras, sino diversidad. Pero sí hay que recordar que la figuración detallada tiene un lugar propio e irrenunciable, porque aporta algo que ningún otro estilo puede reemplazar: la celebración paciente de la realidad vista con la mirada única de cada artista.
Aunque hoy no ocupe titulares ni sea tendencia, el realismo contemporáneo sigue siendo un medio poderoso para contar historias, cuestionar nuestro tiempo y reflejar la condición humana. No es un anacronismo, sino resistencia frente a la superficialidad y cobijo de autenticidad en medio del ruido. En cada trazo y en cada matiz late una invitación a detenerse, a mirar sin filtros, a reconectar con la riqueza del mundo tangible. Mientras exista quien pinte con verdad, el realismo contemporáneo seguirá vivo: firme, actual y necesario, capaz de emocionar, provocar reflexión y sorprender incluso a quienes creen que ya lo han visto todo.












Me encanta tu bello canto al realismo y tu postura no excluyente, porque el arte no tiene fronteras más que para los pseudoartistas. Saludo cordial.
Gracias por tu generosidad. Y sí, solo los pseudo-artistas intentan levantar muros donde deberían dejar caminos abiertos. Un fuerte abrazo.
Efectivamente, puede ser la pintura figurativa, realista, surrealista, etc., pero su virtud consiste en suscitar la emoción. Ahí estaría la «prueba del algodón», en mi modesta opinión. Se agradece su artículo.
Sin emoción no hay arte, la dedicación y el detalle del realismo solo valen si logran conmover. Muchas gracias.