Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Sin recortes

Ordenadores en el aula: nuevos retos para el profesorado universitario

Fotografía: Dom Fou (Fuente: Unsplash).

En las últimas semanas, a través de las redes sociales de colegas de mi Universidad, como el catedrático de Historia Antigua Jaime Molina, he podido leer y contrastar algunas noticias de interés sobre las reflexiones que otros docentes han planteado frente a la nueva realidad de las aulas. Subscribo las palabras de su muro: “llevo toda la vida oyendo que el alumnado es peor que antes, también cuando yo entré en la carrera”. Todo ello para enlazar con un artículo en un periódico digital leonoticias.com que ha tenido bastante repercusión en las redes: “Querido alumno, yo no te engaño”.  La autora, Teresa Mata Sierra, catedrática de Derecho Financiero y Tributario de la Universidad de León, rebate con dureza otro artículo del Catedrático de Organización de Empresas de la Universidad de Granada, Daniel Arias-Aranda, con el título “Querido alumno universitario de Grado: te estamos engañando”. Tras las afirmaciones del segundo como “hoy me dedico a engañar más que a enseñar”, arremete contra la reforma que supuso el Plan Bolonia e idealiza los planes de estudios anteriores.

Me sumo a la percepción de la realidad de Mata Sierra, que Molina resaltaba: “tampoco los alumnos en general son peores, ni más mediocres, ni más maleducados o irrespetuosos, ni llegan peor formados que hace unos años”. Así es, los docentes universitarios hemos tenido que adaptarnos a los nuevos tiempos de forma acelerada. Hemos tenido que replantear las materias que impartimos y la manera de ofrecer la docencia. El alumnado asiste —seguramente con más presencia que cuando éramos nosotros estudiantes— y, si sabemos motivarlos suficientemente, aprenden. Cierto es que podemos observar una falta de conocimientos generales —e incluso específicos, los relacionados con el Grado que cursan—, un aspecto que tendríamos que analizar si procede de unos contenidos en secundaria y en bachillerato inexistentes o una necesidad de aumentar los conocimientos de la población en general y de los ámbitos familiares.

Como apuntan la catedrática de la Universidad de León y el de Alicante, no engañamos a nuestro alumnado. Quienes optamos en su momento por la docencia en ciclos superiores, aparte de nuestro interés por la investigación, lo hicimos plenamente motivados por extender el conocimiento en nuestras materias y formar futuros profesionales. Ganas no nos faltan y, por la propia experiencia en mi Departamento, revisamos constantemente los contenidos de nuestras materias y adecuamos los objetivos y las metodologías de unas guías docentes que anualmente pueden reformarse y que son sometidas a diversas revisiones de calidad, tanto a nivel interno como por las agencias correspondientes del gobierno autonómico y nacional.

Cierto es que el entorno de nuestro alumnado, como también del profesorado, ha cambiado. Las tecnologías permiten, además de un seguimiento y de una comunicación virtual, el desarrollo de las materias a través de medios digitales. Este es el debate que, a propósito del artículo “Contra los ordenadores en el aula” de Gabriel Moreno González, profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Extremadura, ha motivado a colegas de nuestra Universidad, como el catedrático de Literatura Española Juan Antonio Ríos Carratalá, a difundirlo en sus redes. Este último apuntaba en su muro, “la semana que viene lo pondré en práctica”, un comentario que ha animado a otros colegas a sumarse a la propuesta de no dejar usar los ordenadores a los estudiantes en el aula. En su artículo, Moreno González se suma a la denuncia anterior de Arias-Aranda sobre la falta de atención de los alumnos en clase al estar más pendientes de las pantallas de sus ordenadores que de las explicaciones del docente. Moreno González culpa a estos medios tecnológicos de ser sustitutivos de la transmisión de conocimientos y por eso apuesta por convertir las aulas en espacios de desconexión para facilitar el razonamiento, la argumentación y la concentración.

No estoy a favor de prohibir el uso de ordenadores en las aulas. En general, no estoy de acuerdo en ningún tipo de limitación al hábito que cada alumno tenga en sus prácticas formativas. Aún recuerdo el tiempo perdido en nuestra juventud universitaria en aquello de “pasar los apuntes a limpio”. Con la redacción directa a través de un teclado informático, todos hemos salido ganando tiempo y calidad en la comprensión de lo escrito, con independencia de la mejor o peor caligrafía de cada uno. Pero lo que me resulta innegable es la oportunidad excepcional que tienen los medios tecnológicos en la interacción, en el aula o no, con el alumnado. Si centramos nuestras clases en la lección magistral, fácilmente podemos prescindir de estos aparatos: se escribe a mano y punto. Pero si optamos por un uso real de las tecnologías en clase, con actividades interactivas que dinamicen el alumnado, con búsquedas reales de información y de desarrollo de prácticas, nos encontraremos, como he podido comprobar en mis propias clases, que no sólo utilicen el ordenador “para ver continuamente Instagram o vídeos de gatitos”, como irónicamente apunta el colega de la Universidad de Extremadura. Este es uno de los aspectos más motivadores del profesorado universitario: saberse adaptar a los nuevos tiempos y continuar motivando el aprendizaje de nuestro alumnado.

Carles Cortés

Catedrático de universidad y escritor.

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