Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Trescientas... y pico

Los Genoveses anuncian temporada

Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado (Fuente: PP).

Ya sabemos que el peor de los escenarios es que la contienda y el enfrentamiento sucedan dentro de la propia familia. Las probabilidades de que ese ajuste de cuentas, de que esa herencia envenenada, acabe mal, muy mal incluso, con cadáveres, reales y figurados, es entonces muy alta. Más o menos –salvo en lo de los cadáveres reales, claro– lo que vemos sucede estos días a propósito de la guerra cuartelera abierta en el PP.

El previo conocimiento mutuo de los principales personajes, el pandilleo juvenil y político que la precede, puede ser, como es el caso, un arma atómica y de devastación masiva con daños colaterales de alto voltaje, pues la memoria y los vínculos afectivos actúan aquí entonces a modo de detonante. Y más cuando la herencia es lo único que hay a repartir. Y que fuera de ese escenario hace mucho frío.

Pablo Casado es, en este lío de familia al modo de Jacinto Benavente en Los intereses creados, la línea recta hacia ninguna parte. Y en ese universo menor del hombre cuyo mayor mérito es haber sabido esperar su oportunidad, haber estado dispuesto siempre –y seguir estándolo– a ejercer de fiel escudero de la memoria de otros, sin darse cuenta de que vivimos en un tiempo sin memoria a la que sujetarse.

Isabel Díaz Ayuso (Fuente: https://www.lasexta.com/).

El presidente del PP ha ejercido hasta ahora de sabueso menor por encargo, según venían las órdenes, según el momento, pero en el fondo y en la forma es solo un hombre de partido, que vive del partido y que fuera del partido sabe que no es nada. O muy poco. Y eso lo saben quiénes con él confrontan y aprovechan sus momentos de debilidad, como ha sucedido ahora tras las elecciones en Castilla y León y el aliento de Vox que ya siente, que calla y espera.

Pero ella, Isabel Díaz Ayuso, amigo, ella es –¿o era?– otra cosa. Un sueño de infinito, un deseo implícito de, en palabras de otro forjador de sueños como fue Pablo Iglesias, asaltar los cielos como se asalta el Palacio de Invierno si menester fuera, aunque en la refriega se rompa el techo del cielo y exista riesgo cierto de que todo el solar quede cubierto de cenizas tras la batalla. Y todo, y por supuesto, partiendo desde la más absoluta nada.

En su imaginario, en el de Ayuso, el partido, el PP, ya saben, es ella y solo ella. Como ella misma afirmara encaramada a la ola de la pandemia –“Madrid es España dentro de España. ¿Qué es Madrid si no es España?”– ella, Ayuso, es el PP dentro del PP.  Y a eso aspira, a que el PP se parezca a ella, a que solo sea posible con ella dentro. Y en esa “ella” se incluye solo a la familia más familia, también la de sangre, su hermano Tomás el comisionista durante unas horas que al poco dejó de serlo.

Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso en el acto de inicio de campaña en Madrid (Fuente: PP).

Nada que ver con su viejo amigo de noches y días generacionales, Casado, camaleón de las circunstancias, opositor de las oportunidades. ¿Qué es ella, Ayuso, sino el PP dentro del PP? Llegados al punto nunca hará de doble de otros, recados de otros, porque ella, recuérdenlo, es la luz, el futuro, la liberad, y tiene la fuerza y el descaro –¿o debemos decir la desvergüenza?– de hacer creer que o es ella o llegará el caos. La misma medicina que un día aplicara a Pedro Sánchez hoy inyectada en vena a su propio presidente.

Aunque ambos –Casado y Ayuso– vengan del mismo tronco, de la misma familia, política y no solo, hayan bebido de la misma pócima del casticismo y del clasismo madrileño, hayan frecuentado y servido en sus juveniles nuevas generaciones, hayan frecuentado las mismas amistades peligrosas, nada en ellos es compatible. Es lo que tienen los dioses. Y las diosas. Que solo puede haber uno verdadero. Nada ni nadie que les haga sombra. O ellos, o el caos. Y si hay que matar se mata, incluso a quien ahí te puso. ¡Faltaría más! Exigencias del guion. Historia viva y descarnada.

Playa de los Genoveses. Fotografía: Isol (Fuente: Wikimedia).

Que el final de esta nueva temporada que ahora se anuncia, incluido el envaine de última hora del propio Casado contra su compañera Ayuso archivando el expediente abierto contra ella –otro encargo más de otros– vaya a estar o no a la altura de otras pasadas, o solo termine siendo una vulgar entrega destinada a consumo de masas incautas, a otro olvido, no está aún ni claro ni escrito. Guion abierto, trama por rellenar.

La competencia del pasado es fuerte. Ahí figuran, y por citar solo algunas de las más memorables temporadas de las que tanto disfrutamos, títulos como La guerra de Aznar, Benidorm Confidential, Bárcenas S.L. o Tardes con Rajoy, episodios ciertamente ya casi olvidados, cuenta pagada. Silencio. Puro ayer.

Pero, reconozcámoslo, la que ahora se anuncia promete. La presencia de guionistas tan siniestros como un tal MAR (Miguel Ángel Rodríguez), ese agente doble llegado del frío y que cincela en la sombra los sueños de la lideresa; y la presencia y cuajo de los acendrados fontaneros de Génova 13, aficionados al espionaje y al chantajeo más cruel desde antaño y siempre a favor del jefe, capitaneados ahora por un tal Teodoro García Egea, apunta maneras. Y tardes de gloria. Muchas tardes de gloria.

Teodoro García Egea (izquierda) y Miguel Ángel Rodríguez (Fuente: Wikimedia).

Apostar porque la nueva entrega que ahora se anuncia con el mejor de los tráileres posible, en prime time, émula de “La pelea del siglo” –Ayuso contra Casado–, y nunca antes imaginada, acabará con uno de ambos púgiles besando la lona y solo uno en pie, es difícil de vaticinar. Y eso y a pesar incluso de la militancia activa y de las crónicas áulicas y palaciegas de algunos medios periodísticos como El Mundo, ABC, La Razón, OKdiario…, dispuestos a jurar siempre si menester fuera que, en realidad, son ellos los principales protagonistas, los principales actores. Y que ellos, cuando el final se atisbe, empujaron más que nadie. Y que por eso mismo aguardan negocio y recompensa.

La victoria de uno y la derrota del otro serían gasolina y metralla que asegurarían audiencias futuras, nuevas y exitosas temporadas, que obligarían a rodar escenas de muertos –reales y figurados– entre oscura niebla, zombis de cadáveres políticos patrullando calles desiertas, zombis pululando por los viejos y secretos pasadizos de la sede del PP en Génova 13, ese edificio encantado que fue puesto en venta como factor de regeneración y cambio y nunca encontró comprador.

Pero si de lo que se trata aquí es de futuro, de si hablamos de país, de salud democrática, entonces, y muy probablemente, la única salida posible –para el país, y para el propio Partido Popular– es que ambos, Ayuso y Casado, caigan abatidos –ficticiamente, claro– en la última escena de esta nueva entrega que ahora se anuncia en pantalla grande y cuyo título no es, no podría ser otro, que: Los Genoveses Año XXVI. Amistades peligrosas: sangre, dolor y traiciones.

Pepe López

Periodista.

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