Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Sin recortes

El reto de la convivencia en un mundo deshumanizado

Imagen generada con ChatGPT.

En un mundo más polarizado y deshumanizado que nunca el reto de la convivencia entre humanos se extiende como un objetivo necesario para progresar como sociedad. Podemos observar a menudo situaciones preocupantes que dificultan este objetivo. Lo apuntaba el filósofo alemán Jürgen Habermas, uno de los principales pensadores en filosofía política y social: “en una sociedad post-secular es necesario emprender un aprendizaje mutuo entre la razón secular y la fe, se inicia una nueva época de mutuas tolerancias”. Habermas señala que la convivencia moderna exige apertura y aprendizaje recíproco entre visiones diferentes (creencias, valores y tradiciones) para poder construir espacios comunes de respeto y tolerancia. Esta es la base de la ética y de la humanidad: el reconocimiento del otro. No hay humanidad sin alteridad, sin aprender a convivir con los demás. Aprender a convivir no es una opción, sino una necesidad vital. No sólo garantiza una vida más plena para cada individuo, sino también la posibilidad de construir un mundo más justo, humano y sostenible.

Asistimos impertérritos a los diversos indicadores que nos confirman que vivimos cada vez en un mundo más deshumanizado. Desde el aumento de la desigualdad económica, donde más de 2000 millones de personas aún carecen de acceso a agua potable segura (OMS, 2023) y donde el 1 % más rico de la población acumula el 63 % de toda la nueva riqueza generada desde 2020 (Oxfam, 2024), a la desconexión interpersonal y la soledad, donde el tiempo medio de interacción presencial ha disminuido, mientras que el uso de pantallas ha aumentado a más de 7 horas diarias en adolescentes (UNICEF, 2023), con el incremento de trastornos mentales correspondiente, especialmente entre los más jóvenes. Al mismo tiempo hemos normalizado situaciones de violencia y de odio, con más de 120 millones de personas desplazadas forzadamente en 2024 (ACNUR), un aumento considerable de los delitos de odio y la polarización ideológica en plataformas digitales. Crece igualmente la desensibilización ante el sufrimiento por la saturación de imágenes violentas en medios y redes que banalizan el dolor ajeno. A ello tenemos que añadir la progresiva tecnificación sin ética humanista, la degradación medioambiental y la pérdida del vínculo con la naturaleza o la potenciación de una cultura de la indiferencia y el individualismo. Frente a unos modelos sociales que premian la competencia, la apariencia o el rendimiento, los valores solidarios han entrado en crisis. Ahora, más que nunca, pues, es necesaria la reflexión por un consumo desmedido y alienante, por un alejamiento de las formas de vida tradicionales. Recuperemos el placer de abrazar a un árbol, conversar con un conocido en directo y escuchar el silencio de nuestro entorno. Defendamos el valor de las pequeñas cosas de la cotidianeidad sin más objetivo que disfrutarlas y sentirnos conectados con nuestro entorno.

El ser humano tiene que aprender a convivir con el resto porque en su esencia es un ser social. Su desarrollo, bienestar y supervivencia dependen profundamente de su capacidad para relacionarse con los otros. Aristóteles ya afirmaba que el ser humano es un zoon politikón, o sea, un animal social. Necesitamos del otro para crecer, desarrollarnos emocionalmente, aprender, sobrevivir y tener sentido de identidad. La convivencia es esencial para prevenir conflictos y construir sociedades justas. Sin normas de convivencia, predominan la ley del más fuerte, la violencia y la exclusión. Aprender a convivir implica aprender valores como el respeto, la empatía, la tolerancia y la responsabilidad. Según un estudio de la Universidad de Harvard de 2017 sobre la felicidad, las relaciones humanas positivas son uno de los principales factores del bienestar en la humanidad. Estas son sus conclusiones: cultivar relaciones cercanas y de calidad, combatir la soledad, resolver los conflictos de manera constructiva, mantener hábitos de salud desde jóvenes, formación de mecanismos maduros para afrontar crisis y mantenimiento de relaciones sociales estables. Todo ello para desterrar movimientos sociales y políticos que dificultan la integración desde postulados de odio a la diversidad y de exclusión de quien es diferente por motivos raciales, políticos o sociales. Porque el ser humano nació de la diversidad y no se entiende, pues, que dificultemos su esencia. Porque la convivencia es la única forma posible de seguir siendo humanos.

Carles Cortés

Catedrático de universidad y escritor.

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  • Este artículo complementa el de Gómez Carrión. Aprender a convivir no es una opción, sino una necesidad vital, dices y dices bien. Pero, recordamos los viejos: Que el primer libro que se nos daba en la escuela era el de «Urbanidad». Insisto en la educación como base de la cultura. Y la cultura como principio del humanismo.