Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Al paso

Dios ama a Pedro Sánchez

Pedro Sánchez en la pasada comparecencia del 27 de diciembre donde hizo balance de su gestión (Fuente: Pool Moncloa).
Aunque él y Yolanda Díaz lo disimulen, saben muy bien que son obra suya, como toda la creación. Acaso algún día vuelvan a Él como el hijo pródigo, como Manuel Azaña.

Yo no creo que Pedro Sánchez sea un ‘pecador de la pradera’, que diría el humorista Chiquito de la Calzada, que en la Gloria esté haciendo reír a Dios, a los ángeles y a los santos. Todos somos pecadores, aunque unos más que otros y todos estamos llamados a ser santos, algo que se consigue amando a Dios sobre todas las cosas y a los demás humanos como a nosotros mismos. También a las mascotas todas, incluso a las que dejan sus deposiciones en la acera, porque los culpables son sus dueños. Dios nos ama a todos, como a toda la creación, de la que los humamos somos su obra predilecta, porque Él lo ha querido así y no porque los bípedos hagamos mucho por merecerlo.

Estamos aún cerca de fechas fastuosas celebrando el nacimiento de Jesucristo, el Dios hecho hombre hace dos mil años, acontecimiento que cambió la historia de la Humanidad y un poco también (si no es herejía) de la Divinidad, ya que una de las tres personas de la Trinidad Santa se hizo hombre en el seno de la Virgen María. Y como hombre murió para que, como nuevo Adán, nos limpiara del pecado original y de todos los que, tras aquél, seguimos cometiendo.

Pedro Sánchez ha sido uno de los pecadores más grandes del mundo mundial en 2023, junto con Putin, Netanyahu y los dirigentes de Hamás, el grupo terrorista que declaró la guerra (sucia) que asola la franja de Gaza y que la ONU es incapaz de parar, se supone que porque las grandes potencias hacen exhibición de la inutilidad del organismo internacional. Nuestro presidente ha cometido muchos pecados nacionales y algunos internacionales, aunque él los vende como éxitos. Son muchos los pecados de Sánchez, pero sigue siendo, como persona privada, hijo (pródigo, sí) de un Dios que, como predica la Iglesia, condena los pecados, pero ama al pecador y deja la puerta de su casa sin cerrar y al Padre con los brazos abiertos al perdón del hijo fugado y que, arrepentido, vuelve al hogar, dulce hogar.

Se entiende, amistosamente, Sánchez con Yolanda Díaz, una dulce mujer que besa apasionadamente al gran líder socialista en cuanto se presenta ocasión. Tiene a Pedro totalmente en el bote y consiguió imponerse a Calviño en varias confrontaciones y hasta ha conseguido sacarla del Consejo de Ministros, eso sí dándole la dirección del Banco Europeo de Inversiones, donde ganará tres o cuatro veces más que como ministra, una demostración más de cómo la Unión Europea es un conglomerado gigante donde jefes de todo tipo y diputados del montón ganan muchísimo dinero, casi sin hacer ganas de comer y llevándose una pasta que les enriquece a ellos y empobrece a sus votantes de los países de la Unión. Calviño ya presume de nuevo status y se permite asistir al Concierto de Año Nuevo en Viena, uno de los más caros del orbe.

Aunque los padres de la Unión Europea eran todos católicos convencidos de que la unión de naciones tenía que construirse sobre los fundamentos de la civilización grecorromana y cristiana, el paso de los años ha deteriorado el contexto ideológico inspirador del proyecto multinacional, a mi juicio cada día menos ilusionante, cada día más falsamente progresista, promoviendo todos los contravalores que arruinan la que fue pujante civilización occidental.

Me cuesta aceptar que Pedro, Yolanda, Puigdemont, Junqueras, Otegi y Ortúzar sean hijos de Dios, aunque lo sean descarriados, que lo son. Y, aunque nos cueste creerlo, ellos saben que son hijos amados de Dios. Cualquier día caerán del caballo del nacionalismo aberrante y suicida; se convertirán al constitucionalismo y tendremos una España en paz. No hay que desesperar. Es verdad que todo hace pensar que este 2024 va a ser peor que 2023 para todos, menos para Sánchez, sus compañeros y asociados. Pero yo creo en los milagros.

«El retorno del hijo pródigo», de Murillo; se encuentra en el Museo del Hermitage de San Petersburgo (Fuente: Wikimedia).

Neciamente ha calado en amplias masas de ciudadanos occidentales, incluso en anchas zonas de la educación y la cultura, en todos los países, que la religión tiene que ser eliminada como si fuera una carcoma. El cristianismo, con sus grandes principios, todos ellos coincidentes con los grandes valores humanos, está siendo perseguido en forma de ataques permanentes a la Iglesia Católica, guardiana de una herencia riquísima para Occidente.

Manuel Azaña, presidente de la Segunda República durante el Gobierno del Frente Popular (1936-1939), nacido de la violencia y del fraude electoral en febrero de 1936 (como han demostrado recientemente los catedráticos Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa García), tras proclamar unos años antes que “España ha dejado de ser católica”, recién llegado a Francia, volvió al redil de la Iglesia y fue recibido con los brazos abiertos por el obispo de Montauban donde vivió sus últimos días y murió cristianamente, confesado y perdonado.

Nuestro mundo, falsario y falseante, destruye la moral y construye un relativismo amoral, muy empobrecedor. Está orillando a Dios si es que no pretende condenarlo a muerte como Pilatos a Jesucristo. Hay muchos Judas, sí, pero miren cómo acabó el traidor por excelencia. A Judas no lo ahorcaron; se ahorcó él mismo. Vendió a Jesús por 30 monedas de plata. Sánchez está vendiendo a España, no por dinero sino por okupar el palacio de la Moncloa y hay leyes, ahora, que protegen a los pobres okupas.

No seré yo quien mueva un dedo para desalojarlo. Lo que sí haré es continuar rezando para que Dios, que lo ama, cambie su manera de entender el servicio al pueblo español, a toda España y no sólo a la mitad de lo que quede de la nación. Y, para no pecar de buenismo, recordaré aquel refrán tan antiguo casi como el mundo: “A Dios rezando y con el mazo dando”. Seguiré utilizando el mazo de la palabra para recordar a Pedro y a todos los políticos con poder lo que dijo Jesucristo: “He venido para servir y no para ser servido”. Es más, sirvió y amó hasta la muerte y muerte de cruz. Eso es así y está escrito en los Evangelios y demás libros de la Biblia. Pero no queremos leer esos libros que nos enseñan de dónde venimos y a dónde vamos, mientras dedicamos demasiado tiempo en conectar con las redes sociales y, con cierta frecuencia, con contenidos que nos embrutecen y dañan nuestra dignidad y la de nuestros hijos.

Lo recuerdo una vez más: Dios es ‘alfa’ y ‘omega’ (primera y última letra del alfabeto griego), principio y fin. Venimos de Él y vamos hacia Él. Todos, incluso Sánchez y Feijóo, Cuanto antes nos demos cuenta mejor nos irá a todos. La muerte (y también la vida eterna) está a la vuelta de la esquina. ¡Feliz año!

Ramón Gómez Carrión

Periodista.

3 Comments

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  • Gracias por tu aportación que siempre me enriquece y me provoca hacia las reflexiones, maestro Don Ramón Gómez Carrión.
    Viene al caso recordar al magnífico emperador romano, Augusto (y luego al emperador Constantino y la advocación imperial al Cristianismo como religión única y oficial en el recuerdo de una lapidaria sentencia de Augusto) quien alertó sobre gravísimos peligros contra el Imperio Romano por la pérdida de la ‘Fe fundatio’ («Fe fundante» que sustiene todo pueblo o nación).
    Porque: «(…) el desmoronamiento empieza a producirse cuando se deja de formar a los niños en los valores sobre los que se fundó ese pueblo o esa nación»…
    «Los romanos no quieren ser más soldados, las mujeres no quieren tener hijos y el pueblo no cree más en los dioses. Estamos perdidos».
    (Augusto, Emperador)

    Vale (cervantino)