Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Medicina y Salud

¿Cáncer, motor de cambio?

El hacha ha caído. La palabra ha sido pronunciada: cáncer. Cuando se recibe un diagnóstico así, la tentación es grande de encerrarse o de dejarse encerrar en una identidad reducida a la enfermedad, como si ella devorara todo lo demás del ser. Pasado el impacto del anuncio, suele imponerse una necesidad vital: hay que “luchar”. El cuerpo médico, sin duda, se esfuerza en ello. Pero, ¿cómo luchar cuando uno está agotado por la enfermedad, aturdido por los tratamientos, a veces mutilado por la cirugía? ¿Y contra qué, contra quién, si el mal está dentro de uno mismo?

El escritor suizo Fritz Zorm, autor de la novela Bajo el signo de Marte sobre su propia experiencia con el cáncer, ofrece una respuesta contundente:

«Allí donde me duele, es allí donde estoy».

A la manera de un Descartes invertido, afirma así su nueva forma de estar vivo. Ya no es solo un ser pensante, sino también un ser doliente. Ese dolor se convierte, paradójicamente, en un anclaje, en una verdad, en una manera de no disociarse de sí mismo. No se trata, por tanto, de luchar contra el propio cuerpo, sería luchar contra uno mismo, sino de aprender a cuidarlo, a convertirlo en objeto de toda atención.

El cáncer enfrenta a cada cual con una realidad radical: destruye el fantasma de eternidad. Como para el joven Fritz, aceptar esa realidad supone una tensión interior, un trabajo de reajuste de identidad. La prueba actúa como un parto: empuja, constriñe, obliga a cambiar, hasta llegar, a veces, a una forma de renacimiento. Para describir este proceso, circulan muchos términos: tener recursos, superar los problemas, resurgir, resistir, adaptarse, reinventarse.

El neurólogo y psiquíatra Boris Cyrulnik, al definir la resiliencia, insiste en esa capacidad de transformación que no niega la prueba, sino que se alimenta de ella. La identidad, sacudida por la enfermedad, necesita redefinirse, reconstruirse. Ese trabajo no está exento de esfuerzo, pero permite revisar los ideales y devolver sentido a lo que aún es posible.

En este camino, la autoestima desempeña un papel decisivo. Una autoestima fragilizada, al igual que una escasa capacidad de adaptación, pueden bloquear el impulso hacia el cambio. Por el contrario, una reconstrucción de sí mismo, sostenida por una ayuda psicológica, puede convertirse en el verdadero motor de la transformación. De esa reconquista interior surge a menudo un nuevo paradigma: otra manera de comprender la vida, pero también la enfermedad, a los otros y a la muerte. En su libro Anticáncer, el psiquiatra David Servan-Schreiber afirmaba que el cáncer es «una enfermedad de un estilo de vida». En este sentido, representa una ruptura: ¿acaso no se dice que siempre hay un antes y un después del cáncer? Esta fractura reorienta el camino de la existencia, redefine prioridades, modifica hábitos.

Los cambios que de ello se derivan, ya sean conductuales, afectivos o espirituales, ¿no buscan, en el fondo, mejorar la calidad de vida? Esta ruptura, por dolorosa que sea, puede convertirse en una ocasión: el momento propicio para reevaluar, para otorgar un nuevo sentido a la propia existencia.

Pienso en aquel paciente que me confiaba:

«Me pareció que el centro de mi vida se había desplazado. Y ahora creo que soy capaz de sentir la vida más profundamente… de aceptar lo que viene, de formar parte de ello y simplemente disfrutarlo».

¿Y si el verdadero cambio, para muchos, consistiera sencillamente en saborear la vida, cada uno a su manera, según su inspiración? Cambiar sería entonces respirar de otro modo, animado por un nuevo aliento. Una nueva visión de la vida. Al fin y al cabo, ¿qué es vivir sino adaptarse permanentemente? Sea elegido o impuesto, modesto o radical, el cambio está siempre presente.

En este mes de octubre rosa, recordemos que el cribado sigue siendo la mejor prevención. Prevenir es ya transformar el porvenir.

 

Alain Andreu

Doctor en psicología clínica.
Responsable Cultural de la Casa de Francia de Alicante.

2 Comments

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  • Por regla general, la palabra «cáncer» suena a sentencia inapelable, en unos tiempos en que, paradójicamente, las terapias llevan cada vez más hacia la victoria de la vida sobre el mal maligno. Este artículo invita justamente a la reflexión con el necesario distanciamiento. Un primer paso para librarse de aprensiones y miedos enquistados. Se agrade esta colaboración.

  • Gracias por esta reflexión sobre la inevitable ruptura que se produce en la vida de quien recibe la noticia de la enfermedad: el antes y el después. Cómo afrontar las secuelas: esa es la cuestión. Y aquí es donde entran en juego varios factores: la aceptación de la «cosa», el inicio, la reacción depende de la fortaleza de carácter de cada persona, del entorno y del apoyo (algunos viven la situación en solitario).
    Y para los casos más desesperados, cuando vemos acercarse lo inevitable, a pesar del incesante y creciente progreso de la medicina, reorientar la vida o reajustarla no es fácil. La lucha por renacer y el reaprendizaje de la vida —o de lo que queda por vivir— es muy complejo.
    Gracias por este tema de reflexión.