A veces la risa es solo eso, manifestación de alegría, de satisfacción, de tranquilidad, mero pasárselo bien. No es extraño que los talleres de risoterapia sean uno de los fenómenos en auge en nuestra sociedad. Necesitamos reírnos. Pero sucede también que hay risas que pueden ser nerviosas, descontroladas, hechas a destiempo, poco apropiadas al momento. Algo de eso pasa con algunos políticos a propósito de la amnistía. Que se les nota demasiado la euforia y no sabemos bien si es lo conveniente. En realidad no sabemos por qué parecen tan satisfechos. Tan risueños.
Ver y, sobre todo, escuchar al ministro de Justicia Félix Bolaños auto felicitándose (“por eso quiero concluir felicitándome”, eso dijo) por el acuerdo alcanzado con Junts y ERC —¿o más bien deberíamos decir con Puigdemont?— en la rueda de prensa del jueves último para dar a conocer el enésimo redactado de la ley de amnistía, daba un poco de vergüenza ajena, provocaba un cierto vértigo y, quizás, pueda ser indicativo de otras muchas cosas que no serían ni tan nobles, ni tan alegres. Ni tan ciertas.
Oír y ver decir al susodicho ministro que esta amnistía, no cualquier amnistía, no, esta que el PSOE ha ido tejiendo y destejiendo con medias verdades y contra la opinión pública de medio país, contra parte de su propio electorado, contra sí mismo, esta amnistía que es, sobre todo, un traje a la medida para un prófugo de la justicia por mucho que se revista de supuestas y loables intenciones, —“va a ser un referente mundial”, eso dijo también el ministro en el mismo acto informativo— recuerda demasiado a tiempos pretéritos que casi habíamos olvidado.
Exactamente aquellos en los que otra dirigente socialista, una joven y puede que un tanto inexperta secretaria de organización socialista, Leire Pajín, soltó aquella frase que irónicamente ha sido una sombra que la ha ido acompañando desde entonces, aquello de que la mera coincidencia en el tiempo de la presidencia de Barak Obama en EEUU y de José Luis Rodríguez Zapatero como presidente rotatorio de la UE iba a ser un “acontecimiento planetario”. Pasados los años, podríamos valorar la relevancia de aquella circunstancia temporal, como también podemos ver dónde quedó varada su hasta entonces fulgurante carrera política.
No sabemos ahora si el exceso de celo del Bolaños de ahora, el ministro para todo de Pedro Sánchez, sobrevivirá a su propia necesidad auto adulatoria, ya saben el “me felicito a mí mismo”, y si la desorbitada frase acabará por ser también su propia sombra. Lo que sí parece razonable es pensar que tenemos derecho a preguntarnos de dónde viene su extraña y exagerada euforia a la hora de vender un producto político que, en el mejor de los casos, podría, sí, mejorar al enfermo, pero que en el peor podría tener unos efectos secundarios aún peores que la enfermedad que trata de curar. Como también tenemos derecho a interrogarnos por cuáles fueron las razones que lo provocaron, si fueron solo los nervios y la tensión que precedieron al “gran acuerdo” o hay, oculto, algo menos confesable.
En todo caso lo que sí parece claro es que los ciudadanos, todos, los que están a favor de la amnistía y los que están en contra, los que piensan que pudiera ser esta una vía de salida al procés que merece ser recorrida, como los que piensan que esta suerte de impunidad a la carta traslada la división entre catalanes a una suerte de división entre españoles de difícil presagio, se merecen unos políticos más serios, menos histriónicos, menos dispuestos a hacer el ridículo.
Unos políticos, que no solo sean serios, que a ser posible también traten de aparentarlo, que no engañen, que esperen el juicio ajeno y no se auto amnistíen ni auto halaguen. Que rían cuando la ocasión requiera risa, que defiendan con respeto sus ideas, que permitan el espacio para los que piensan distinto, pero, sobre todo, que dejen de intentar convencernos de forma tan infantil y esperpéntica que todo aquello que su jefe hace está destinado a ser proyectado como otro acontecimiento planetario. Porque, entonces, sí, nos puede dar un ataque de risa sin mucha gracia.
Querido Pepe: excelente guantazo a Bolaños, pero con guante de seda. El triministro que se auto felicita por traicionar a España y a más de dos tercios de los españoles, entre ellos a muchísimos votantes del PSOE, está haciendo de pantalla de Sánchez, que algo tiene que ver, digo yo, con una ley que dice el Gobierno-PSOE va a ser la envidia del mundo mundial, otro ejemplo de éxito planetario tras el de Zapatero proclamado por Leire Pajín. Y no deberíamos llamar ‘medias verdades’ a lo que son ‘gigantescas mentiras’. Un cordial saludo.