Mirando los acontecimientos (¿deberíamos llamarlos solo acontecimientos?) del día de Reyes en el Capitolio de EE. UU. me preguntaba quiénes eran los cuerdos, si los de dentro, los que aguardaban tranquilamente el nombramiento de Joe Biden como futuro presidente de los EE. UU., o los de fuera, los que intentaron reventar por la fuerza el acto democrático del Colegio Electoral e invadieron armados el templo de la democracia anunciando que “volverían” cuando fueron expulsados.
Observando los disturbios (¿deberíamos llamarlos solo disturbios?) del día de Reyes en el Capitolio me preguntaba dónde situar la mentira y dónde la verdad, si es que acaso existiera una mentira y una verdad. Si quién mentía era un presidente acorralado por la fuerza de los hechos en sus últimas horas como comandante en jefe e intentando forzar el normal discurrir de la historia, o si los que en verdad mentían a sabiendas eran los de dentro, haciéndonos ver como que fuera no pasaba nada, que todo aquello estaba controlado. Que setenta millones de votos (el segundo candidato más votado de EE. UU.) no era, pese a todo, cosa de mayor importancia.
Intentando buscar una explicación a la intentona golpista en el día de Reyes en el Capitolio (¿deberíamos llamarla eso, intentona golpista?) me preguntaba quién o quiénes en verdad eran los locos, los falsarios. Si realmente el loco, el que estaba fuera de la realidad, era un tal Donald Trump haciendo lo que a fin de cuentas siempre dijo que haría, lo que llevaba anunciando una y otra

vez que iba a hacer si las cosas se le ponían feas en las elecciones, o si los enajenados eran quienes durante tantos y tantos años desoyeron, consintieron y rieron las amenazas y bravuconadas del personaje y optaron por colaborar en la construcción del monstruo, porque ciertamente así bien que les ha ido a ellos.
Empezando en ese negro listado por el viejo Partido Republicano, que ha acabado sumiso al designio de un solo hombre a cambio de unos millones más de votos y, eso sí, un montón de poder; sin olvidar aquí a los propios miembros de su gobierno y altos cargos a los que ha ridiculizado, traicionado, esos mismos que, ahora sí, están abandonando el barco antes de que el barco se hunda del todo; y sin olvidar, claro, a las grandes tecnológicas y a algunas de las grandes cadenas de TV que han esperado a que el estrambótico personaje tenga fecha de caducidad en el envase para atreverse a silenciar y contradecir su voz. En fin, a todos esos que ahora piden deprisa y corriendo un impeachment express o proceso de destitución del presidente y que lanzan un SOS al Ejército para que le retire la capacidad de apretar el botón nuclear porque las cosas con Trump, ahora sí, ya se sabe, no están nada claras y en los pocos días que quedan…

Eso me preguntaba. ¿Quién en todo este chusco y doloroso acontecer ha actuado realmente como lo haría un loco suicida? Y, sobre todo, dónde están esos loquitos tan nuestros, tan cercanos, tan queridos, a los que estamos ayudando a crecer entre nosotros porque son tan simpáticos, tan simpáticas. Eso también me lo preguntaba.
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