Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Al paso

«¡Resurrexit!», hay vida después de la muerte

Me sorprendo todos los días afanoso por ver y oír con qué noticia abren los telediarios o los servicios informativos de las radios que suelo ver y escuchar y que son varias para poder tener una idea aproximada de lo importante que está ocurriendo en el mundo y, sobre todo, en España. Busco información que complete lo que leo en los numerosos periódicos digitales que tenemos a nuestro alcance en internet. En uno de los digitales leí que un periódico de los supuestamente más prestigiosos del país no se había dado, el día de Jueves Santo, ni una sólo noticia sobre las procesiones de Semana Santa, que el Miércoles Santo habían reunido a millones y millones de ciudadanos para disfrutar del arte y la piedad que inundaron las calles de ciudades y pueblos de toda España, con miles de costaleros llevando a hombros de su fe unos pasos que compiten en bella espiritualidad.

La Semana Santa, como el conjunto de la religión, es patrimonio de todos lo que quieren ver que la vida humana es algo más que pan y circo; algo más que trabajo y vacaciones, aunque cada religión nos deba servir para hacer mejor nuestro trabajo y para disfrutar a tope de los días de descanso. La religión no está reñida con el disfrute de la vida. Tiene que ser motor de alegría; de hacer las cosas bien y hacer el bien a todos los que nos rodean empezando por nuestros familiares y amigos. Cristo ha resucitado y ha vencido a la muerte. Es la garantía de que nosotros también resucitaremos. Nos lo prometió Él, sí, ese Jesús al que los fariseos y saduceos acusaban de que comía con publicanos y pecadores, el mismo que disfrutaba de las bodas a las que invitaban a su familia. Por cierto que fue justamente en una boda de familiares de la  Virgen María, en Caná de Galilea, cerca de Nazaret, donde invitaron a María, a Jesús y sus discípulos. Y fue allí donde Jesús hizo su primer milagro al iniciar los tres años de su vida pública, abandonando la carpintería donde ayudaba a San José. La Virgen María vio agobiados a los familiares de los novios porque se había acabado el vino en medio de la celebración y quería salvarlos del ridículo. Le sugirió a Jesús que resolviera la situación. Remoloneó un poco el Señor, pero María lo dio por hecho. “Haced lo que Él os diga”, dijo a los camareros. Jesús les hizo llenar de agua unas tinajas y luego les ordenó que dieran  a probar  el líquido al maestresala, quien, sorprendido, le preguntó al novio cómo había dejado el buen vino para el final cuando lo normal es que se sirviera al principio dejando el de menor calidad para el final.

Los cristianos tienen que ser alegres, porque forman una gran familia, la de los hijos de Dios, a los que Cristo liberó de sus pecados en el Calvario y les prometió ir al cielo como él, tras la resurrección. Él ha demostrado que la muerte no es el fin sino el tránsito a otra vida más plena y definitivamente fantástica en el reino de los cielos, una herencia como hijos adoptivos del Padre. Cristo ha resucitado. La alegría es esencialmente cristiana y el cristianismo es esencialmente alegre. Ni siquiera ante la proximidad de la muerte debe un cristiano sentir tristeza. Hay vida después de la muerte y esa es nuestra esperanza y la que deseamos a todos. Muchos santos dieron testimonio de alegría ante la muerte y pocos cantaron creencia y sentimiento como santa Teresa de Jesús:

Vivo sin vivir en mí
y tan alta vida espero
que muero porque no muero.

Vivo ya fuera de mí
después que muero de amor,
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí.

Cuando el corazón le di,
puso en él este letrero:
que muero porque no muero.

¡Ay, que larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel y estos hierros
en que el alma está metida!

Sólo esperar la salida
me causa un dolor tan fiero
que muero porque no muero.

Aquella vida de arriba,
que es la vida verdadera
hasta que esta vida muera
no se goza estando viva.

Muerte, no me seas esquiva,
viva muriendo primero,
que muero porque no muero.

Es sólo una parte del poema, que se puede leer completo en Internet. Es una joya. Otro día acaso les hable de otro santo al que tampoco le asustaba la muerte, san Francisco de Asís. Me despido con un grito de alegría: ¡Cristo ha resucitado!

Ramón Gómez Carrión

Periodista.

2 Comments

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    • Pedro, tu eres piedra
      y sobre esta piedra
      haré una amistad
      que por siempre queda.

      Vale. Cervantes también era poeta. No tan bueno como tú, pero… Un abrazo.