Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Palabras

Puta

Amelia Tiganus en 2022. Fotografía de Montserrat Boix (Fuente: Wikimedia).

No es fácil salir indemne después de escuchar durante hora y media a Amelia Tiganus (Galati, Rumanía, 1984). Una mujer que, con su libro —La revuelta de las putas— y su testimonio, sobre todo su testimonio, abandera una lucha sin cuartel, valiente hasta el extremo y arriesgada, muy arriesgada, porque el enemigo acecha y se enmascara entre las lianas de la complacencia de muchos, entre las arrugas de una vieja y extendida cobardía, una lucha contra el gran negocio de la prostitución. Y todo ello con la sola armadura de su palabra y su testimonio.

Abusada a los siete años, víctima de una violación grupal con apenas trece y carne de trata a los 18 para “celebrar” la mayoría de edad… Todo eso y mucho más cuenta en sus charlas con adolescentes, con mujeres, también con hombres, pocos pero algunos hay. Comprada y vendida por las mafias varias veces con el señuelo de un futuro que nunca existe, obligada a prostituirse en antros de todo este país, traída y llevada por locales donde la “carne fresca” y cambiante es parte esencial del negocio. Alicante, sí, también esta provincia, fue ciudad de paso en aquel oscuro tiempo del obligado peregrinaje, y fue justo aquí, más concretamente en San Vicente del Raspeig, adonde regresaba hace unos días para ofrecer algunas de esas charlas. La misma tierra donde fue forzada, drogada, extorsionada, expuesta como mercancía de usar y tirar, era ahora el escenario donde su palabra se posó suavemente como se posan las mariposas en las flores. Y, extrañamente, su voz no rezumaba venganza, ni rabia. Si acaso solo una pizca de justicia, de advertencia del peligro.

Pero quizás el gran mérito de Tiganus, su gran desafío, su batalla por ganar, el centro de todo su relato de niña abusada por su propio tío, de mujer forzada cuando no era siquiera adolescente, de la puta-mujer que acabó siendo y de la mujer feminista y valerosa que es hoy, es que ha dominado el miedo de la misma manera como domina el escenario. O eso parece. Que a su modo y manera se atreve a mirar a los ojos a sus proxenetas, esos que la insultan a diario en las redes, a todos los proxenetas que fueron y que son. Y sí, como ella misma dice, su gran objetivo es que el miedo cambie de bando, como el de aquel cliente del País Vasco, ahora la tierra donde reside, que a su regreso a la vida civil y trabajando ella de camarera junto a su familia de adopción, aún se atrevía a guiñarle el ojo cuando se la tropezaba como camarera. El mismo que —eso también lo cuenta— acabó bajando la cabeza cuando ya había contado por vez primera su historia en dos páginas de un periódico.

Debe ser por eso que esa voz melodiosa que sale de su cuerpo grande —real y figurado— tiene la fuerza que tiene, el poder de las palabras arrancadas desde la materia putrefacta del lodazal y la barbarie, el hondo pozo del horror que habitó. Una Hannah Arendt de nuestros días en éstos —otra vez— tiempos difíciles donde la banalidad del mal se transfigura en las mil caras que emergen cuando estirajas y mezclas las palabras puta y libertad. 

Pepe López

Periodista.

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  • Siempre he disfrutado con tu elegante manera de juntar palabras y me alegra que vuelvas a la Hoja con este elogio a la valentía de una mujer extraordinariamente fuerte y ejemplar. Pero cuando dices que «su gran objetivo es que el miedo cambie de bando», me surge, desde la inteligencia y el corazón, una alternativa: el objetivo irrenunciable es construir una sociedad sin miedo de ninguna clase. Llámame meapilas, si quieres, pero el secreto está en este mensaje: «amaos los unos a los otros como yo os he amado». El mandamiento tiene dos mil años y nos lo regaló un Señor poco antes de ser crucificado. Un abrazo para ti y otro para la extraordinaria Amelia Tiganus.

    • Gracias Ramón por tus amables palabras y tu bienvenida a este regreso a esta casa que es la nuestra y un abrazo siempre y más allá de la discrepancia.

    • Gracias Pedro J Bernabeu también por tus palabras, espero que podamos seguir viéndonos y leyéndonos mutuamente en el futuro… solo son palabras, nada más, nada menos… Un abrazo