Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Periodismo

Periodismo incómodo

Imagen generada con ChatGPT.

En una sociedad hiperconectada pero cada vez más desinformada, el periodismo enfrenta una paradoja ya que nunca hubo tantas plataformas para comunicar y, sin embargo, nunca fue tan difícil encontrar información veraz, sin filtros. En este contexto, figuras como Ketty Garat y Teresa Gómez (The Objective), Alejandro Entrambasaguas (El Debate), Esteban Urreiztieta (El Mundo) o Chema Olmo (El Confidencial) representan algo más que un estilo, son un recordatorio de que el verdadero periodismo no debe ser cómodo ni para el poder ni para el público y sobre todo, ha de ser de investigación, no puede limitarse a asistir a ruedas de prensa.

La incomodidad como termómetro de la libertad es el único índice, puesto que los gobiernos autoritarios, las grandes corporaciones y los grupos de presión buscan controlar o desacreditar a los periodistas incómodos porque saben que, como escribió Orwell:

«El periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques. Todo lo demás son relaciones públicas».

George Orwell. Fotografía de Cassowary Colorizations (Fuente: Wikimedia).

Un ejemplo claro es cuando un reportero interrumpe una convocatoria a medios de un líder político para preguntarle por un caso de corrupción; no lo hace por protagonismo, sino porque es su trabajo. Si la prensa solo repite declaraciones oficiales sin cuestionarlas, se convierte en un altavoz, no en un contrapoder (que es lo que tiene que ser el periodismo) y sin contrapoder, la democracia se debilita.

Cuando los periodistas se autocensuran podemos decir que es el precio del silencio donde no es solo el poder el que acalla voces. A veces, son los propios medios, las audiencias e incluso los colegas quienes normalizan la censura sutil. Frases como «ese tono no es profesional», «hay que ser neutrales» o «no es el momento» sirven demasiadas veces para evitar preguntas necesarias y que solo el periodismo tiene que hacer. Recordemos que hace escasos tres meses un grupo de periodistas exigió en un manifiesto acabar con la «máquina del fango» ante las publicaciones de compañeros de la prensa y sus labores de investigación en casos de corrupción ligados al Gobierno.

Así rezaba el cuerpo de la proclama que firmaron comunicadores como Silvia IntxaurrondoPilar del RíoMiguel MoraJesús MarañaCristina FallarásRosa María ArtalMaruja Torres entre muchos otros:

"La campaña de bulos, falsedades y acoso contra los miembros de los dos últimos gobiernos de coalición y otras fuerzas progresistas e independentistas, coordinada y financiada por la derecha política, mediática, empresarial y judicial, atenta contra las bases mismas de la democracia parlamentaria, y deja inerme al Estado de Derecho.
Las y los periodistas abajo firmantes invitamos a la sociedad civil a sumarse a este manifiesto y a movilizarse en las Redes Sociales y en las calles contra este atropello antidemocrático.
Los gobiernos se eligen y se cambian en las urnas y en el Parlamento.
No al golpismo judicial y mediático. No a la máquina del fango".

Pero la neutralidad no significa equidistancia. Como decía Ryszard Kapuściński:

«El buen periodismo tiene que ser bueno, pero antes que nada, tiene que ser periodismo».

Ryszard Kapuscinski. Por Kubik (Fuente: Wikimedia).

Es decir, debe informar, no complacer. Si un político miente y el periodista no lo señala por miedo a «tomar partido», entonces está haciendo mal y fallando a su oficio.

El legado de Orwell y su batalla por el lenguaje fue no solo el de un novelista visionario, sino también el de un periodista agudo que entendió que la manipulación del lenguaje es el primer paso hacia el control de las mentes. En su libro 1984, el «doblepensar» permitía que la guerra fuera paz y la ignorancia, fuerza. Hoy, vemos estrategias similares donde los  eufemismos están a la orden del día para muchos periodistas donde la descontextualización es la línea de noticias que ocultan causas y destacan solo consecuencias, pero lo peor es demonizar al mensajero y tildar de «sensacionalista», «tendencioso» o «radical» a quien cuestiona el relato oficial, por no hablar del «bulo» o «el fango».

Frente a esto, el periodismo de los colegas que no se doblegan ni se han doblegado a pesar de la presión a la que se les ha sometido, es un antídoto. Porque, como sostenía Orwell, «Decir la verdad en tiempos de engaño universal es un acto revolucionario». Los periodistas debemos defender esta práctica (incluso cuando nos critique el público).

Hay una presión creciente hacia los comunicadores para que prioricen el engagement sobre la verdad, los likes sobre la profundidad y las redes sociales premian la polarización, y muchos medios caen en la tentación de convertir el periodismo en espectáculo. Pero si solo hacemos preguntas que no irriten a nadie, ¿qué valor tenemos? El rol del periodista no es ser querido, sino ser necesario, como dijo María Ressa, Nobel de Paz y víctima de persecución por su trabajo:

«Sin hechos, no hay verdad. Sin verdad, no hay confianza. Y sin estas cosas, no hay democracia».

Tenemos que apoyar más preguntas incómodas y agradecer a los periodistas que han hecho su trabajo, no por un tema de mayor o menor afinidad ideológica, sino por defender la esencia del oficio. Cada vez que un colega es atacado por hacer su trabajo, todos perdemos un poco más el derecho a saber en un mundo donde algoritmos y gobiernos moldean lo que vemos y pensamos. El periodismo incómodo es la última trinchera.

Jorge Monreal

Natural de Madrid y dianense de adopción, estudié Educación Física (INEF) y toda mi vida ha estado vinculada a la nutrición y alimentación para el alto rendimiento deportivo, aunque mi vocación siempre fue el periodismo, así que con la ayuda de la Universidad de Barcelona logré tener el grado de comunicación además de otros estudios paralelos como Máster de Comunicación Empresarial y Corporativa en la Universidad Isabel I, un posgrado en Publicidad y Relaciones Públicas y un MBA en una escuela de negocios en Florida.

Lo importante es que soy una esponja para el periodismo y su historia, presente y posibles escenarios de futuro. Formar parte de la familia periodística y más concretamente de la APPA ha sido un verdadero honor al que espero poder contribuir engrandeciendo la Asociación y buscando un futuro próspero como profesionales y comunicadores, aunque tenemos que reconocer que en España nos queda un gran trabajo.

5 Comments

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  • Querido Maestro:

    Solo quería tomarme un momento para agradecerte de corazón tus siempre amables y motivadores comentarios sobre mis artículos. Significan mucho para mí, especialmente en esta etapa donde he tenido que alejarme un poco de la escritura. ¡El TFG de Sociología me tiene completamente absorbido! La universidad ahora me empuja hacia una tesis sobre el tema, y la verdad es que demanda más tiempo y energía de lo que imaginé.

    Pero no te preocupes, tus palabras me siguen inspirando. Espero pronto retomar el ritmo y compartir nuevas ideas contigo. Un abrazo fuerte y, de nuevo, ¡mil gracias por tu generosidad y apoyo!
    Jorge Monreal

    • Si con lo incómodo que escribes logras que pensemos con claridad, entonces no solo informas: despiertas.
      Con admiracion

  • Acertadísimo artículo. Las referencias a Orwell son siempre iluminadoras. Y él lo sufrió de primera mano con los muchísimos problemas que tuvo para publicar «Rebelión en la Granja» (ese monumento) en un momento en que tras la Segunda Guerra Mundial las simpatías hacia el comunismo eran patentes en toda Europa. Él, que había sido comunista ilusionado y que se «cayó del guindo» en su paso, precisamente por Barcelona para defender la amenazada república española.
    Ahora otros periodistas lo sufren. El manifiesto al que aludes debería pasar al catálogo de las vergüenzas del periodismo patrio. Periodistas pidiendo censura. Como un solo hombre y a favor del poder. De gente de neutralidad contrastada como Silvia Intxaurrondo o Cristina Fallarás. Incluso Iñaki Gabilondo en un último
    servicio a la causa. El motivo del «manifiesto» fue el supuesto acoso a la esposa del presidente del gobierno con «bulos infundados» que el tiempo parece no querer demostrar. El periodismo critico es imprescindible y, como dices, si no es crítico no es periodismo. Hay que estar siempre contra el gobierno de turno sea del palo que sea. Las medallas ya se las ponen ellos. Gracias por la reflexión en la esperanza de que la prostitución del lenguaje con el «doble pensar» orweliano tan de moda no acabe aborregándonos a todos en unánimes «minutos del odio».

    • Coincido plenamente en que las referencias a Orwell son más necesarias que nunca, especialmente en tiempos en los que el lenguaje se manipula y el pensamiento crítico se diluye bajo consignas de supuesta «neutralidad». La historia de Rebelión en la Granja y su lucha por publicarse es un recordatorio atroz de cómo el poder, incluso cuando se viste de ideales, tiende a silenciar las voces incómodas.

      Es triste ver cómo algunos colegas del periodismo, en lugar de defender su esencia crítica, claudican ante el relato del poder, ya sea por convivencia, miedo o simple oportunismo. Lo del «manifiesto» es, como bien dices, una vergüenza histórica, pedir censura disfrazada de decoro es justo lo que denunciaba Orwell. El tiempo, efectivamente, ha dejado en evidencia la frivolidad de aquellas acusaciones de «bulos», pero el daño al oficio ya está hecho.

      Ojalá tu llamada a la vigilancia contra el aborregamiento colectivo y los «minutos de odio» sirva para despertar conciencias. El periodismo debe ser incómodo o no será nada. Un abrazo fuerte y gracias de nuevo por tu aportación Juanjo.