Los caballos de Capiscol cabalgan por la huerta alicantina hasta el mar.
Nada los detiene. Se lanzan a la carrera persiguiéndose y levantan, a su paso, un remolino de polvo. La casa, Capiscol, viva, corre con ellos, y los amigos, la familia, la huerta, los olivos, los almendros, rezagados, se suceden a sí mismos en vana carrera. Y, de pronto, el mar. Abordan la orilla con la calma del paseo, del objetivo cumplido, del deseo alcanzado. Yo los observo desde la distancia. Al principio, solo recordaba la luz. Todo era luz, una luz cegadora que no me permitía definir las siluetas. Los ojos entornados, temerosos de abrirse al sol. Y, poco a poco, la memoria recoloca los objetos sobre el plano, se despierta y me recuerda la costumbre de mirar al horizonte. Ahí están, esbeltos, serenos, junto al agua, contra la luz, con el polvo de la huerta que han cruzado al galope sobre su cuerpo y la sal del mar pegándose a la piel. Capiscol, y los caballos de Capiscol, devolviéndome a la emoción del lugar al que pertenezco. Es un sueño, lo sé, la niebla gris y espesa que descubro al otro lado de la ventana me lo dice a gritos.
Un año más, el otoño nos devuelve a la intimidad de la magia del teatro y, con ella, a la IX gala de entrega de los Premios de Teatro José Estruch del Teatro Principal de Alicante y el Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert. Un año más, y con este motivo, acudimos al archivo personal de José Estruch, del Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, de la Diputación Provincial de Alicante, y aprovechamos la voz que desde la Hoja del Lunes se nos ofrece para difundir la enorme riqueza de la figura de Pepe Estruch, su compromiso con la cultura y con el arte, su vocación de maestro y director teatral, su humanidad y su generosidad. Porque generosidad es lo que define la donación de su archivo que en 2018 hizo Israel Chaves, poniendo a disposición de todos su legado, la memoria de una época imprescindible de nuestro pasado que nos permitirá conocer mejor nuestra historia y conocernos mejor a nosotros mismos.
Un año más, pues, volvemos sobre nuestros pasos en la investigación del archivo Estruch para compartir, en esta ocasión, la historia de vida y amistad entre el pintor Varela y la familia Estruch Sanchis, y para insistir en cómo el arte y el calor de la amistad se convierten en un asidero para la supervivencia cuando todo lo demás parece tambalearse. En este artículo no vamos a extendernos en la increíble trayectoria vital de Pepe Estruch. Hoy nos ocuparemos de lo que ha sido el centro de nuestra investigación para el artículo “José Estruch y Emilio Varela: los lienzos inéditos “Capiscol” y “Los caballos de Capiscol”. Un viaje compartido por la historia y por el arte” (AACA Digital: Revista de la Asociación Aragonesa de Críticos de Arte, Nº. 72, 2025). En esta investigación descubrimos una de las cuestiones planteadas anteriormente por José Bauzá, en 1977, y más recientemente por Rosa María Castells, en su artículo “Emilio Varela, 1887 -1951. Notas para una Biografía documental”, en Emilio Varela Pintor Universal: 1887-1951, a partir de una carta de José Estruch al pintor Varela, con fecha de 1 de diciembre de 1937, que se conserva en el legado Varela de la Fundación Mediterráneo, sobre a qué cuadros se refiere Estruch y dónde se encuentran.
“Y Varela regala a José Estruch, director teatral nacido en Alicante, miembro junto a García Lorca de La Barraca, un cuadro titulado “Capiscol”. Estruch en una carta muy efusiva, fechada en diciembre de 1937, le agradece el envío y le confiesa su admiración por él, desde pequeño”.
Y los acompañaremos en un viaje a través de la historia y del arte, de la mano de Pepe Estruch y del pintor alicantino Emilio Varela y de sus dos cuadros, Capiscol y Los caballos de Capiscol, que este regaló a la familia Estruch. Porque lo extraordinario es que, después de que esas obras lo acompañaran en el exilio en Londres, llegaran hasta su padre en Uruguay y lo esperaran allí en su segundo exilio, y aún regresaran a Madrid con Pepe Estruch, a su muerte fueron conservadas con el máximo cuidado por Israel Chaves, como hizo con el fondo documental de este alicantino, Premio Nacional de Teatro en 1990, antes de donarlo todo al Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert de la Diputación de Alicante.
Pepe Estruch: exilio, vida e historia de los cuadros de Varela
José Estruch Sanchis, Pepe Estruch, nació el 3 de mayo del año 1916 en la ciudad de Alicante. En su infancia y en su juventud disfrutó de la familia, de la playa, de los veraneos, tanto en la finca Capiscol de la huerta alicantina, como en viajes al extranjero como los veranos en Biarritz. Pero, a sus 20 años, la guerra se instaló en la vida de todos los españoles, y lo trastocó todo. Tras la caída de Barcelona y su paso por los campos de concentración franceses de Saint Cyprien y Le Barcarès, el exilio lo llevó al Londres de los años cuarenta, una ciudad en guerra, pero una ciudad viva, llena de oportunidades en la que Estruch pudo trabajar y en la que desarrolló su labor de cuidador, maestro y hombre de teatro.
Sin duda el exilio significó para Estruch y su familia un tiempo en el que la realidad y el recuerdo luchaban por convivir, como se constata en las cartas que dirige a sus padres. La realidad de la nueva vida, su trabajo en las colonias, la vida cultural y social de Londres, pero también la añoranza de lo perdido, no solo de los bienes materiales que se han quedado en Alicante, sino también de lo soñado y, en especial, del significado de pertenencia a un lugar. Alicante, la ciudad en los años treinta, la vida junto al mar, las vacaciones y las estancias que la familia disfrutaba en la finca Capiscol en la huerta de Alicante, en la Condomina. Y con ellos, los amigos, compartiendo espacio y tiempo, luz, sol, color, creando lazos a través del arte, como son los cuadros que el pintor Emilio Varela regaló y dedicó a Eulogia Sanchis, Capiscol y Los caballos de Capiscol, y que, como indica Pepe en sus cartas, los tiene en la máxima estima.

En la correspondencia de Pepe Estruch con sus padres durante el exilio inglés, en la localidad de Carshalton, a las afueras de Londres, que se conserva en el APJE, del Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, de la Diputación de Alicante, les cuenta Pepe que, junto a él, sobre la cama, o frente a ella, al alcance de su mirada nada más abrir los ojos al día, tiene el cuadro de Capiscol, iluminando con su luz de la infancia y la familia, la nueva vida del exilio y de la madurez.
Así lo expresa en una carta a sus padres, todavía juntos en España, fechada en marzo de 1939 desde el campo de refugiados de Le Barcarès, antes de poder salir hacia Inglaterra: “Queridos papás … También saqué de Barcelona una de las fotografías del cuadro de Varela, tan cargado de emoción para mí. Me gusta cada vez más. Quisiera verlo pronto aunque, en realidad, aún sin el color, he asimilado todo el sentimiento plástico del artista. Si veis a Varela, decidle esto: que su obra me ha acompañado durante estos meses y ha sido fuente fresquísima de emociones jugosas.”
Y, ya en Inglaterra, en una carta de diciembre de 1943 dirigida a su madre desde la colonia de niños The Culvers, en Carshalton, le cuenta: “Querida Eulogia… En mi cuarto, frente a mi cama, tengo colgado el cuadro de Capiscol. Lo miro siempre y él me trae mil imágenes de entonces, que salen de dentro de mí tal como yo las dejé, nuevas cual si fueran de ayer.”
En términos muy similares, apenas un mes después, en enero de 1944, y también desde la colonia, le dice a su madre cómo el cuadro de Varela lo acerca a la luz, cómo la luminosidad del recuerdo lo libera de la niebla gris y del frío invierno inglés: “Querida Eulogia … ¿Qué ha sido de Capiscol? Tengo en mi cuarto, frente a la cama, el cuadrito de Varela, que todas las mañanas me trae la luminosidad del recuerdo.”
Y, de nuevo, en una carta a su madre de febrero de 1945, insiste en el recuerdo luminoso, fuente de energía frente al frío del invierno en las afueras de Londres: “Tengo frente a mi cama el cuadrito de Capiscol que hizo D. Emilio. Siempre, al levantarme, lo miro y parece que comunica un poco de su sol lo bastante para darme energías para soportar el frío.”
Pero la historia del cuadro, elemento catalizador de las emociones compartidas, no se detiene y continúa su viaje hasta Montevideo, en un periplo de exilio similar al de sus propietarios. En una carta a su madre de 1947, le cuenta Pepe que el cuadro va camino de encontrarse con su padre: “Querida mamá … Hace unas semanas visité a un amigo de Pepe. Y con él, le mandé unas fotos y, como gesto sentimental, el cuadrito de Capiscol que hizo Varela y que ha estado en la cabecera de mi cama durante los últimos 8 años. Todo lo recibió con alegría e ilusión”.
Capiscol, espacio familiar de los Estruch Sanchis en la Condomina, la huerta de Alicante
Geógrafos, naturalistas e investigadores como Cavanilles o Madoz, y otras crónicas más personales y literarias como la de El Museo Universal, de 1868, citan de forma significativa la huerta de Alicante como un espacio natural especialmente importante por su localización a las afueras de la ciudad, entre el interior y el mar, por la calidad de su suelo, del aire o del cielo, y por el sistema de regadío que lo recorre.
“¿Ves, dijo mi compañero, ese deliciosísimo valle que alegra ahora nuestra vista, todo cubierto de hermosa vegetación, sembrado aquí y allá de lujosas quintas de recreo, limitado de una parte por el mar Mediterráneo y de las otras por esa serie de montañas … Pues bien: ese valle ameno y afortunado es la huerta de Alicante …”. Antonio Campos y Carreras, en El Museo Universal, Madrid, 13 de junio de 1868.

Y ahí, una más de entre esas hermosas fincas que disfrutan del verde de la huerta, del aire fresco del mar, de los frutos y productos de la tierra y del cielo puro y despejado, se encuentra Capiscol, la finca de los Estruch Sanchis, espacio familiar de las vacaciones, del tiempo de recreo y de asueto, donde Pepe Estruch disfrutó junto a su familia y amigos, como el caso del pintor Varela.
En 1966, cuando Estruch regresó a España, solicitó una nota informativa sobre la finca a Vicente Blanes, abogado de Valencia. Según la carta y nota de Blanes que se conservan en el APJE, del Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, la finca había sido adquirida por el padre de Pepe, José Estruch Ripoll, en 1931. Sin embargo, la guerra, la posguerra y los exilios familiares supusieron el abandono de los proyectos vitales, las propiedades y las vidas de los Estruch. Y en enero de 1942, y según recoge la misma nota, por testimonio del acto dictado por el Juez Civil Especial de Responsabilidades Políticas de Valencia, la finca de Capiscol fue adjudicada al Estado.
En 1983, en el Catálogo de edificios y elementos en la Huerta de Alicante que sobre las casas de la huerta realizó Santiago Varela, sitúa la finca en la partida de la Condomina, al este del camino viejo de la Cruz de Piedra, y la describe con detalle, así como la casa, tal y como la encuentra en ese momento, en estado de ruina, pero todavía en pie, con la estructura arquitectónica y la apariencia que tenía en los tiempos en que vivían allí los Estruch: “Patio rodeado de palmeras, delante del cual hay un bosquecillo de pinos en una fachada lateral, tres eucalyptus”. Hace una valoración de la casa: “Es una Casa de grandes dimensiones en la que destaca su amplio vestíbulo, la caja de escalera independiente de este espacio. También de gran interés es la bodega”. Y, finalmente, una recomendación sobre su futuro: “El abandono en que se encuentra la finca ha provocado su deterioro que es apreciable en toda el ala Sur, así como en bastantes zonas del interior (tal es el caso de la escalera). Con todo, la casa es recuperable en buena medida. Sería necesario retornarla al estado más fiel al original suprimiendo aquellos añadidos que desvirtúan el aspecto espacial, tal como del vestíbulo”.
Sin embargo y, lamentablemente, la casa no se recuperó y la especulación inmobiliaria, revalorización de los terrenos y la urbanización que los años noventa trajeron a la zona, se la llevaron por delante, como a tantas otras casas de la Condomina y la huerta de Alicante.
Emilio Varela Isabel (Alicante, 1887 – 1951) y los cuadros de Capiscol de la familia Estruch
“Casas de campo solitarias, siempre con algo de cezanniano, ante las cuales soñamos una vida otra. Casa ocre, tan del Mediterráneo español (…) vieja y acogedora casa entre palmeras, y en lo alto de la fachada, el reloj de sol: qué gran lección de pintura bien temperada”. Así describe Juan Manuel Bonet las casas de los cuadros de Varela en su artículo “Emilio Varela o el esplendor”, en Emilio Varela Pintor Universal: 1887-1951.
En el año 2005, el Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert publicó los textos de las jornadas sobre Varela celebradas en 2004, con el título de Miradas sobre Emilio Varela, entre los que encontramos el texto de Santiago Varela sobre la relación del pintor Varela con la huerta alicantina: “Hacia el año 1942 Varela se aproximó a la Huerta de Alicante, si cabe de manera más intensa a como lo había hecho con anterioridad. Es entonces cuando descubre esta Arcadia local.”
Y, en Emilio Varela Pintor universal 1887-1951, Eduardo Lastres nos ofrece una nueva mirada sobre la pintura de Varela: “Varela jamás repite un cuadro (…) para él cada lienzo es el inicio de un nuevo experimento, una obra única.”
Así, llegamos hasta los cuadros de “Capiscol” y “Los caballos de Capiscol” pintados por Emilio Varela para la familia Estruch. A la importancia artística se suma el valor sentimental y de relación de amistad ya que estas pinturas tienen una dedicatoria que denota una relación personal con la familia Estruch Sanchis, especialmente con Eulogia Sanchis, madre de Pepe Estruch. Dos cuadros, dos familias, dos historias unidas por el arte.


Sabemos por José Bauzá, su biógrafo, que Emilio Varela pintaba “de un tirón” al aire libre, “en plein air» porque le gustaba pintar toda la obra directamente en el entorno natural, en su luz, en su espacio real, donde sentía, además de la inspiración, la presencia de lo plasmado, la esencia de la emoción y la pulsación creativa del momento. Varela nos da una lección, es un maestro de la pintura, un intérprete del paisaje, y así lo plasma cuando pinta “Capiscol”: casi sin cielo, una fachada compositivamente potente donde el reloj de sol, identidad de las casas de la huerta de la Condomina de Alicante, ocupa su espacio en ese lienzo, con tres grandes ventanales con sus balcones en el principal, su puerta central de acceso a la casa y dos vanos, uno a cada lado. Todo ello conformado por una paleta de colores cálidos, manchas de claro y de oscuro y amarillos que aportan una identidad propia y un aspecto de pertenencia al lugar.


El cuadro de Varela “Los caballos de Capiscol” es para Estruch algo más que el espacio plasmado por el pintor al elegirlo, al conformarlo y al pintarlo, porque dota ese interior, una caballeriza, una cuadra de la finca Capiscol, de un naturalismo poético con los tonos irisados del caballo del fondo, posiblemente marrón oscuro, y la gradación de tonos que nos transportan desde el fondo neutro a los reflejos de luz en un espacio oscuro en el que destaca el caballo marrón con las patas blancas. Es evidente su forma de estudiar la dificultad de un interior sin contraluz. Esto nos lleva a la imagen pictórica de la caballeriza y nos devuelve a las huellas del relato de Pepe Estruch, su vivencia y su recuerdo de esa casa de la huerta alicantina, con almendros, algarrobos, olivos, pinos y demás plantas cuidadas dentro de ese paisaje rural.
La coincidencia de amistad y admiración que la vida social y cultural del Alicante de los años 30 había favorecido entre la familia Estruch Sanchis y Emilio Varela se truncó con el estallido de la guerra civil y las circunstancias vitales que los abocaron a la distancia. Sin embargo, estos dos alicantinos excepcionales quedaron siempre unidos en la mirada del arte y del color, a través de la creación artística. Si el exilio obligó a Pepe Estruch a emprender un camino lejos del azul del mediterráneo alicantino y del amarillo y el verde de la huerta de Alicante, su mirada pudo reposar en los cuadros “Capiscol” y “Los caballos de Capiscol”que Varela había dedicado a su madre, y devolverlo al campo alicantino, a la vida familiar, a la amistad y a la admiración hacia el pintor.
Más información
Querida amiga Eulogia, querida mamá – Hoja del Lunes (2024)
Pepe Estruch, recuerdo y vivencia de Alicante – Hoja del Lunes (2023)
Pepe Estruch, ayer y hoy – Hoja del Lunes (2022)
Las ciudades de José Estruch – Información (2020)
La imagen y la palabra de Pepe Estruch en sus ciudades – Dialnet (2020)
Conocer a Pepe Estruch a través de documentos inéditos y objetos personales – Alicanteplaza (2018)












Exquisito, excelente y excelso, querida y admirada pareja.
Querido Ramón, muchas gracias por tus palabras. Siempre es una buena ocasión para recuperar a personas fundamentales en la historia de Alicante, y más con ocasión de los premios Estruch. Y aún más si nos permite aportar a la historia del arte y de los artistas alicantinos. Como ves, cualquier ocasión y excusa son buenas para hablar de Estruch y de Varela. Gracias por tu lectura. Cristina y Juana María.