Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Psicología

Navidad entre magia y estrés, ¿cómo encontrar el equilibrio?

Fuente: Depositphotos.com.

Cada año, la Navidad y la llegada de los Reyes Magos vuelven como una melodía conocida. Entre la magia y la ilusión, por un lado, el estrés y los dilemas por el otro, esta época no deja a nadie indiferente. Para algunos es la ocasión ideal de reunirse en familia y retomar tradiciones entrañables; para otros, una prueba llena de obligaciones, tensiones y cansancio. ¿Cómo encontrar, entonces, un equilibrio entre ambos polos?

Entre la alegría y la presión

La cuenta atrás comienza ya en noviembre: decoraciones, escaparates brillantes, anuncios omnipresentes… Todo parece empujarnos a entrar en el ambiente festivo. Sin embargo, esa efervescencia se convierte rápidamente en fuente de ansiedad. Los regalos que hay que buscar, las comidas que organizar, las expectativas que cumplir: la magia puede transformarse en carga. De ahí la importancia de relativizar. Las fiestas no deberían ser un concurso de perfección, sino un momento en el que cada uno pueda sentirse a gusto.

El regreso del niño interior

La Navidad tiene el poder de despertar recuerdos de infancia. El asombro ante las luces, la espera ansiosa de los regalos, las comidas bulliciosas… Momentos felices o no tanto, que regresan con fuerza. Este reencuentro con el niño interior puede vivirse como una regresión dulce, un respiro afectivo en un día a día demasiado exigente. Y no hay nada de reprochable en conservar un alma infantil: al contrario, nos permite afrontar estas fechas con más ligereza.

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Las paradojas de la familia

Si la Navidad evoca espontáneamente la unión familiar, también revela tensiones. Viejos rencores, celos, conflictos latentes… La mesa de Nochebuena se convierte a veces en escenario de pasiones. Las familias reconstituidas y los padres separados conocen bien la complejidad de la organización: una Navidad aquí, otra allá, regalos que repartir, fechas que negociar. En estas condiciones, la fiesta puede convertirse en un auténtico rompecabezas.

Y, sin embargo, a pesar de las dificultades, el deseo de estar juntos suele imponerse. Reunir a la familia alrededor de la mesa y de los presentes puede recuperar su sentido de paz, siempre que se acepte la imperfección. Respetar el ritmo y el lugar de cada uno ayuda a privilegiar la convivencia sobre las diferencias.

La carrera de los regalos

Ah, los regalos… Placer para unos, carga para otros. Encontrar “el objeto adecuado”, evitar duplicados, mantener el presupuesto: un verdadero reto. Un comentario inoportuno o un presente decepcionante puede empañar el ambiente. Ante esa presión, algunos optan por simplificar: regalar solo a los niños o preferir detalles simbólicos antes que materiales. Porque, en el fondo, el espíritu de la Navidad no se mide por el precio de un paquete, sino por la sinceridad del gesto.

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El consumo y sus excesos

Es difícil escapar al aspecto consumista de estas fechas. Black Friday, anuncios, promociones constantes… todo parece orquestado para incitarnos a comprar. Pero esta vorágine puede volverse asfixiante. Tomar distancia es fundamental: las luces y decoraciones nos maravillan, pero no deberían hacernos olvidar lo esencial —el placer de estar juntos.

También es cierto que la Navidad es tiempo de excesos asumidos: comidas copiosas, dulces sin medida, más de 4.500 calorías en una sola noche. Y, sin embargo, este descontrol forma parte del encanto: un paréntesis en el que aceptamos soltar las riendas.

Una ocasión para dar de otra manera

La Navidad es también un periodo en el que la soledad se hace más dura. Para quienes están aislados, estas fechas pueden ser especialmente dolorosas. Pero también pueden convertirse en la ocasión de dar de otra forma: un poco de tiempo, de calor humano, un gesto solidario. Los voluntarios lo recuerdan cada año: dar no se reduce a ofrecer un objeto envuelto, también significa tender la mano a quien lo necesita.

Entre balance y renovación

El final del año invita de manera natural al balance. A veces resulta difícil mirar atrás, medir carencias o arrepentimientos. Pero este momento también puede ser una invitación a la benevolencia con uno mismo. Más que insistir en lo que faltó, ¿por qué no cultivar la gratitud y la tolerancia? La Navidad, más allá de los rituales, puede transformarse en un tiempo de reflexión serena, una invitación a preparar la renovación.

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¿Y si la magia fuera la sencillez?

La Navidad nunca es perfecta: cenas demasiado pesadas, regalos mal escogidos, chistes repetidos del tío cascarrabias… Pero quizá la clave esté precisamente ahí: aceptar la imperfección, reconocer las tensiones, sonreír a lo inesperado. Porque, en el fondo, la magia no está en la acumulación de presentes o adornos, sino en la capacidad de recuperar nuestra mirada infantil, llena de inocencia y asombro.

Ya seas un apasionado de estas fiestas o un escéptico empedernido, ya esperes a Gaspar, Melchor y Baltasar o a Papá Noel llegado de América, que tus celebraciones sean luminosas, cálidas y llenas de entusiasmo. Porque, más allá de las contradicciones, la Navidad sigue siendo una invitación: encontrarse, compartir y, por un instante, volver a creer en la magia.

Imágenes: www.depositphotos.com.

Alain Andreu

Doctor en psicología clínica.
Responsable Cultural de la Casa de Francia de Alicante.

6 Comments

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  • Muchas gracias por estas reflexiones tan «au point», que nos hacen pensar en las fiestas que se avecinan.

  • Gracias por la claridad de esta reflexión sobre la magia de la Navidad y todo lo que trae consigo: la paz y la esperanza, el deseo de hacer el bien que genera estrés, pero también la ausencia de seres queridos, los recuerdos tanto buenos como malos, y mucho más.