Cerca de Jerusalén -a unos tres kilómetros- está Betania, el lugar donde vivían los amigos de Jesús: Lázaro, Marta y María Magdalena. Tres hermanos que tienen gran amistad, confianza mutua y un sensible espíritu de espontaneidad. Su casa era un lugar de hospitalidad y reposo para Jesús en los días que tenía que ir a Jerusalén para cumplir los planes de vida que Dios le tenía preparados, incluido el momento máximo de su muerte horripilante y el instante glorioso y jovial de su resurrección.
Aquí en Alicante, a pequeña distancia entre los pueblos, hay advocaciones populares con las devociones a Santa María Magdalena el 22 de julio en Novelda, y una semana justa después, el 29 de julio, a Santa Marta en que desde antiguo se celebran las fiestas de Moros y Cristianos de Villajoyosa. Hay otra coincidencia de querer reflejar el carácter interior de unas personas que se caracterizan también por una búsqueda permanente de la virtud de la esperanza, en el trato recurrente que se tiene habitualmente con los demás, como puede ser el caso de la novela de Armando Palacio Valdés, titulada justamente “Marta y María”.

Hay gran inquietud y curiosidad por saber un poco más de lo que sabemos acerca de la amistad (con Jesús y los que van habitualmente con él). Marta y María actúan y se mueven con sencillez; no se dice nada de Lázaro en esta ocasión, pero es normal pensar que estaba por allí y entre las conversaciones e inquietudes permanentes de sus hermanas.
El tono de la respuesta de Jesús se puede deducir del modo con que empieza a hablarle: “Marta, Marta”, (¡cuánto cariño hay en la repetición de este nombre!). Es como decirle: “Mujer, cálmate”, “claro que te comprendo, pero te has puesto algo nerviosa”. Es una contestación que revela amor, buen entendimiento y un toque de humor; le recuerda su carácter, y hace que reflexione un poco. La hace meditar, principalmente sobre sí misma: “tú te preocupas y te inquietas por muchas cosas”.
Armando Palacio Valdés formó parte de la generación de intelectuales españoles llamados realistas o naturalistas, que irrumpieron a mediados del siglo XIX como sustitución al romanticismo, con sus descripciones detalladas y su compromiso social, siendo los más afamados Galdós, Pardo Bazán y Blasco Ibáñez, al resto se les tiene como autores costumbristas, sin excesiva trascendencia en nuestras letras actuales, siendo, además de unos extraordinarios escritores, verdaderos cronistas de una época.

En Marta y María se nos narra la historia de una familia en Nieva (en realidad Avilés, su comarca natal), compuesta por el matrimonio Elorza y sus dos hijas, que son las que dan nombre a la novela. De clase media-alta, muy respetados y seguidores de todas las tradiciones que se tenían por costumbre. Principalmente centra su argumento en la figura de María, que estando comprometida con Ricardo, tiene como principal fin en la vida, cumplir con sus obligaciones religiosas.“María pudo entregarse de lleno a la vida de perfección, a la cual aspiraba con vehemencia. Las horas del día le parecían pocas para orar (lo mismo en la iglesia que en su casa), y también para llorar sus pecados”.
La figura de Marta, la hermana pequeña, en esa etapa de niña a adulta, nos la muestra con esa espontaneidad que existe en toda adolescente, observando que sus emociones van cambiando y que tiene que variar sus pautas de conducta según va pasando el tiempo; es la que nos produce más afecto, al imaginarla con todos los problemas que tiene alrededor, o se le suponen, sin poder expresar lo que realmente siente. El novio, Ricardo, apasionado y sereno a la hora de soportar estoicamente los impulsos piadosos de su amada; el padre, Don Mariano, hombre serio y respetable, siempre preocupado por los avances tecnológicos y con debilidad para sus hijas; la siempre doliente madre, Doña Gertrudis…, sin olvidar a los secundarios, formados por los vecinos del pueblo, entre los que no pueden faltar el cura y el médico…, moldean un conjunto tan bien hilvanado, que hace de esta novela una joya literaria.
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