Eran sólo las nueve de la noche. Tenía mucho tiempo para ir a cualquier sitio. Decidí, todavía hoy, después de tanto tiempo, no sé por qué razón, coger el Tram desde el Bulevar del Pla hasta Luceros. El convoy no estaba del todo lleno, pero no había asientos disponibles. La gente no miraba por las ventanas, prácticamente nadie tenía un libro abierto y, hasta donde yo podía observar, casi nadie hablaba con nadie. Creo que parecía un poco extraño porque la gente no solía comportarse así, hace de eso apenas unos pocos años. Después, al bajar por las calles y pasar por cafeterías, restaurantes y todo eso, no sabía muy bien qué apuntar en el cuaderno para hacer el trabajo de sociología que tenía encargado. Después de un rato dándole de comer a un par o tres de personas carentes de recursos que merodeaban por la vida, tan solo anoté: móviles, inmóviles, callados, mudos y tontos.
Por otra parte, los spots publicitarios, por ejemplo los de automóviles, destacan por encima de la potencia del motor, la seguridad, el confort y todo eso, destacan como les decía, conexión a Internet, puertos USB, bluetooth, coche y todo eso o algo así. Algo así ocurre también en los hoteles; puedes tener un hotel con habitaciones grandes, espaciosas, vistas al mar o a la montaña, insonorizadas, pintadas y decoradas a la última moda, colchones de LoMonaco y sábanas de seda, y hasta jacuzzi, con jabones importados de lugares exóticos. También en el amplio abanico de servicios puedes encontrar: spa con masajes imperiales y aguas termales traídas en pequeñas vasijas de apenas cinco litros desde el mismísimo Amazonas; o restaurante de máxima categoría, tres o cuatro tenedores y una docena de estrellas Michelín, respaldadas por el mismísimo Chicote, Arguiñano, Arzak o Ferran Adríà. Por la noche, quizá un poco entrada la madrugada, el hotel también dispone de un espectáculo musical, un show de humor y unas gotitas de magia. Y cómo no, para que nuestros apreciados huéspedes puedan desplazarse cómodamente por la ciudad, o para venir o ir al aeropuerto, estación de tren, o autobuses, el hotel pone a su disposición, de forma completamente altruista, un servicio de casi 24 horas de minibús con conductor. Bueno, pues con todo esto, cualquier hotel de hoy en día no tendría ninguna posibilidad de éxito. Con todo esto, hoy en día casi ninguna sociedad tiene capacidad de éxito.

Hoy todo funciona con conectores, (pero no de palabras ni de sensaciones) son conectores de pantallas, de puertos, de teléfonos inteligentes, de microchips invisibles, de cámaras de seguridad que usurpan con demasiada libertad nuestra libertad, máquinas y miles de máquinas que escupen tickets, recibos, miles, cientos de miles, son datáfonos de todo tipo: para las tarjetas de crédito, para el parking, para la entrada al teatro, al cine, y hasta otros lugares de ambiente expenden tickets. Tickets para poder lavar la ropa, para coger número en la carnicería, para el médico y tickets hasta para un entierro.
Bueno, acabo de coger el Tram para volver a casa y se acerca el revisor para revisarme la tarjeta con la máquina expendedora de tickets. Luego llegaré a casa y casi nunca pararé de recibir o expedir tickets. Al fin y al cabo, ahora ya todos somos máquinas expendedoras.
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