No sé muy bien porqué pero cada vez más siente uno mayor cercanía y admiración hacia las personas que antes de disparar una respuesta son capaces de pararse a respirar unos segundos y responder a tu espera e impaciencia con una frase o afirmación de sentido abierto; hacia esas respuestas que ni cierran ni abren del todo la cancela del pensamiento, que ni dan ni quitan la razón, pero cuyas palabras están llenas de buenas razones y conocimiento amasado en el horno del saber que la buena convivencia es casi siempre más fácil a partir de los tonos grises.
Me sucede también con los finales abiertos de los libros, aquellos que animan a atravesar las puertas de la imaginación; con las buenas películas que huyen de la militancia para sugerir más que mostrar, esas que dejan entrever y te invitan como espectador a buscar las dobles lecturas, más que aquellas otras que te llevan de la mano como si fueras un niño.
Por contra, casi siempre sentí una innata aversión por justo aquellas otras personas, relatos, películas, debates, etc., que están en el otro lado del espejo. Por quienes ante cualquier pregunta, dilema intelectual, cruce de caminos, tienen preparada su respuesta casi antes de que se hagan las preguntas. Por quienes esperan con la escopeta cargada a que, incluso por un descuido, entres en su terreno, en su parcela.

En este tipo de cuestiones pensaba estos días a propósito del interesado (que no interesante), muy irracional y lamentable debate político a raíz de la entrevista concedida por el ministro de Consumo, Alberto Garzón, al rotativo inglés The Guardian y en la que, si leemos el conjunto de su declaración y no los interesados corta y pega, este se limita a hacer algunas afirmaciones y valoraciones sobre la ganadería en general y sobre algunos de los problemas de las macrogranjas en particular en nuestro país, cuestiones todas ellas que ya están en el debate social y ciudadano, especialmente entre los habitantes de las zonas más afectadas. Solo hay que pinchar en internet y ver el rosario de manifestaciones, plataformas, que la cuestión viene suscitando para darse cuenta de que “no son cosas de un ministro lunático”, como algunos casi han llegado a proferir.
Sucede que otra vez hemos visto con desaliento y tristeza que son muchos –incluso más de los deseables– los que andan todo el día con la escopeta cargada, esperando disparar a cualquier cuestión que les importune, a cualquiera que se atreva a plantearles problemas que abran la senda de la duda a su particular statu quo. Son gentes menores, sí, pero, desgraciadamente, tienen un gran eco en los llamados medios de comunicación, esos que, desgraciadamente, cada vez son más de parte y menos medios.
No sé si serán muchos de ustedes los que estarán o no de acuerdo en esta línea argumental, pero a quienes más o menos coincidan con ella, les imagino que es por eso mismo por lo que nos cansa, nos agota, tanto la brocha gorda en la que andamos a todas horas. Enseguida que abrimos las ventanas de nuestros días nos vemos abofeteados por el aire viciado de afuera y dan ganas de volver a cerrarlas de nuevo. Y casi para siempre.

Hay debates, cuestiones, esferas de intereses, en los que pareciera imposible no solo su cuestionamiento, si no siquiera introducir matices que hipotéticamente puedan mejorar su funcionamiento y servicio a la sociedad. El de la agricultura intensiva y, últimamente, el de la ganadería intensiva, son algunos de los terrenos donde pareciera que solo se permiten las adhesiones inquebrantables y cualquier cuestionamiento, por pequeño y minúsculo que sea este, es expulsado a la ciénaga de los “anti”, los “anti-España”, los “antitrabajo”, los “antiprogreso”. Y es que, como bien sabemos, no hace tanto que fue el propio ministro Garzón el que fue zaherido en plaza pública por sugerir que, quizás, deberíamos reducir la ingesta de carne en nuestra dieta para hacerla más saludable, al menos de algunos tipos de carnes, algo en lo que la mayoría de los dietistas y científicos parecen estar de acuerdo.
Así pues, las macrogranjas que otros países denostan, expulsan de su territorio, y que aquí parece estamos obligados a acoger con los brazos abiertos (al parecer somos el tercer país del mundo en producción de carne) y sin derecho a hacernos preguntas, toda esa industria oscura de la ganadería intensiva, que, como antes sucediera con su hermana la agricultura, es, parece, otro de esos debates donde tampoco se permite que entren los rayos de sol que den luz a la estancia y nos aclaren de qué va el asunto.
Y así, sin debate, es imposible o muy difícil analizar y saber qué consecuencias tienen este tipo de instalaciones para los recursos naturales y el medio ambiente en el que vivimos. Esta necesidad de saber lo pone de relieve el hecho cierto del gran número de movimientos sociales y vecinales que están surgiendo por todo el país y allá donde el problema de estas macrogranjas está más acentuado o amenaza con estarlo. Y todo esto sucede, curiosamente, mientras en Alemania su nuevo ministro de Agricultura anuncia una batalla contra los “precios basura” de algunas carnes, uno de los marcos que muy posiblemente estén detrás de estas instalaciones que, además, no siempre parecen cumplir la legalidad a la que venimos obligados como miembros del club europeo.

Pero como bien sabemos, nada es absolutamente nuevo, ni ocurre por vez primera. Sucedió antes con otros frentes. Con el turismo de sol y playa mismamente, cuando cualquier crítica que se hacía a esta industria en el sentido de que no debería extender sus tentáculos y crecer al precio de destruir la propia costa y algunos de los espacios naturales más emblemáticos, era tachada de “anti”. No había casi manera de poder pararse, respirar, y tratar de buscar esas respuestas pausadas que mueven la buena inteligencia y de las que les hablaba al principio. Como sucedió también con el problema de los recursos hídricos, donde nunca, o casi nunca, se admitían los matices. O estabas a favor del trasvase del Ebro sin más o estabas contra el progreso, contra el empleo, contra la nación. Y sucedió con el procés, con…
De modo que el pim-pam-pum y la cacería civil que ha abierto la veda contra Alberto Garzón por atreverse simplemente a mencionar algunos de los aspectos más oscuros que tienen las mencionadas macrogranjas para el medio ambiente y para nuestros recursos naturales, cuestiones todas ellos a las que deberíamos prestar especial atención, solo es una cuenta más en el rosario de los temas que, al entender de muchos, no se deberían ni tocar ni siquiera mencionar.
Cuando un día se pueda hablar libremente del tema sin ser expulsado a la hoguera de los “anti”, cuando se pueda debatir tranquilamente, cuando podamos esperar a recibir respuestas pausadas, tranquilas, de las que aprender, de las que se obtienen cuando se respira antes de disparar, seguramente ese día será ya demasiado tarde. Solo basta mirar y, por citar solo un ejemplo cercano, todo lo que ha ocurrido en el Mar Menor de Murcia.

Allí, como aquí ahora, también llevan muchos años disparando contra las pocas voces que se atreven a hacer preguntas y que solo esperan que alguien, antes de dispararles a matar, se pare unos segundos. Que no quieran imponer siempre un mismo final. Que apuesten porque el debate quede abierto y se puedan seguir formulando preguntas. De eso parece iba la entrevista a Garzón.
Enhorabuena, Don Pepe López, por esta ejemplar reflexión objetiva (con el ministro del Gobierno en cuestión) que si lo analizas, objetivamente como periodista que busca siempre TODA LA VERDAD en beneficio de la CREDIBILIDAD de este oficio de malabarismos en la cuerda floja, tal vez el nuevo obispo de Orihuela-Alicante mereció de ti como profesional íntegro el mismo tratamiento objetivo y no sesgado como HOY con toda la razón expones en el caso del ministro… Un abrazo, compañero, pedro j Bernabeu
Gracias Pedro J Bernabeu por tu comentario, también cuando nuestras opiniones como en el caso que citas son discrepantes y parecieran insalvables, lo que espero no suceda, pues desde este rincón de la Hoja de Lunes intento no entrar en la crítica personal de personajes y asuntos públicos, solo en la parte que afecta precisamente a esa gestión pública, o eso, al menos, es lo que intento. Abrazo de vuelta para ti.