Dos estudios de una nueva generación de historiadores han abordado cómo la represión durante la dictadura tuvo como pilar central la supresión o control de los deseos y comportamientos sexuales de toda la población, especialmente de quienes defendían los valores de los gobiernos republicanos anteriores, ya sea por imposiciones sociales, culturales, religiosas o personales. Se trata del volumen Las mil caras de la violencia contra las mujeres durante la Guerra Civil y la dictadura franquista (1936-1966) (2024) coordinado por M. de los Llanos Pérez y Damián González y Bajo sospecha. Historia de una sociedad vigilada. España, 1939-1975 (2025) coordinado por Ana Asión y Sergio Calvo. Una nueva mirada para entender, como en tantas otras guerras, cómo la represión sexual se convierte en una de las herramientas más firmes para tomar el control de la sociedad. Por este motivo, el filósofo francés Michel Foucault escribía en La voluntad del saber (1976) que la represión sexual no elimina la sexualidad, sino que la transforma en un objeto de control y vigilancia: “el sexo fue definido como un problema político, económico y social”. Unas reflexiones que habría que recordar a quienes en el momento actual defienden una etapa negra de nuestra historia marcada por el rechazo a la libre expresión de las conductas sexuales. Sus consecuencias todavía perduran en una sociedad cuyas generaciones más mayores tuvieron una infancia y una adolescencia donde todo lo relacionado con el sexo que no fuera la procreación de la especie era considerado pecado, como un deseo contrario a la ley divina que atentaba contra la moral del régimen.
Por este motivo, diversas investigaciones en psicología clínica han demostrado que la represión de la sexualidad puede intensificar los deseos sexuales, generar conflictos internos y afectar al bienestar emocional. Un atentado directo a la salud mental de las personas con consecuencias psicológicas evidentes, como la ansiedad y la depresión, la baja autoestima o conflictos de identidad, sobre todo en personas LGTBIQ+. Las consecuencias emocionales y relacionales pueden dificultar las relaciones íntimas y el aislamiento social. Todo lo relacionado con el sexo tiene que ser privado y se frenan los deseos. Los trastornos sexuales como la anorgasmia, la disfunción eréctil, la eyaculación precoz o el vaginismo pueden estar asociadas a este hecho. Finalmente, las consecuencias sociales pueden conducir a homofobia o machismo interiorizados, de manera que se actúa hostilmente contra la sexualidad ajena normalizando actos de violencia en una población que no siempre acaba de entender que el ser humano tiene que desarrollar libremente su deseo sexual, sea cual sea su tendencia o preferencia de género.
Ahora, más que nunca, tenemos que persistir en las iniciativas que corrijan estos desajustes en nuestra sociedad, como el desarrollo de una educación sexual integral que desmonte mitos y tabúes, terapias sexuales o psicológicas que exploren los orígenes de la represión para desarrollar la propia sexualidad y un fomento del autoconocimiento y autoexploración. Esta última iniciativa puede partir de la creación de espacios seguros donde grupos o comunidades compartan la diversidad sexual y la aprendan a vivir sin miedo. Una de las pioneras a nivel mundial fue la educadora sexual norteamericana Betty Dodson. Así en su libro Sexo para uno. El placer del autoerotismo (1987) publicaba sus experiencias en los talleres de autoexploración sexual que sirvieron para superar distintos elementos de la represión sexual de quienes participaban. Porque en el sexo, con la voluntad de complacer al otro, en cuántas ocasiones surge la famosa mentirijilla: “Todo lo que me haces me gusta”. Un estudio reciente de la marca sueca LELO de productos eróticos de lujo concluía que más de la mitad de las mujeres de nuestro país han fingido orgasmos; en el caso de los hombres, el porcentaje se aproxima al 40 %. Deseamos satisfacer a nuestra pareja sin herir sus sentimientos, tememos ser percibidos como anormales por no alcanzar el clímax, dentro de una sociedad que prima el rendimiento sexual como un logro personal. Tal vez en otras ocasiones se trata del deseo de finalizar el encuentro sexual más rápidamente. Sea como sea, un acto sexual no permite ningún tipo de planificación en agenda ni consideración inicial. Se trata de un hecho que no admite prejuicios ni frenos, ni un cumplimiento de objetivos que puede frenar la improvisación y el disfrute de ello.
Las terapias que fomentan la autoexploración parten de la idea expuesta por Dodson: “el sexo más duradero es la relación amorosa con uno mismo”. Así en su estudio exponía que “venga de un amante, una bañera, un osito de peluche, un dedo, una lengua o un vibrador, un orgasmo es un orgasmo”. La represión sexual ha llevado a considerar durante mucho tiempo que la masturbación era un hecho reprobable que tenía que esconderse; algo así como “que no me pillen”. Si buscamos el placer, dejaremos aparte el dolor. De esta manera abandonaremos diversos problemas de autoestima y de autoaceptación que pueden buscar en las adicciones una especie de compensación para rellenar el vacío emocional o restaurar una sensación momentánea de valor personal. Con el consumo de estupefacientes se crea una falsa concreción de la sexualidad que nada tiene que ver con los verdaderos deseos de quien los toma. Rompemos, pues, falsamente nuestros traumas y tabúes para construir una realidad paralela donde nos alejamos del verdadero autoconocimiento y del deseo más íntimo. Tomemos nota de ello y sobre todo seamos conscientes de las terribles consecuencias que puede conllevar la represión sexual y la falta de conocimiento de esta.
Posdata
Una muestra de la represión que marca nuestra sociedad la podemos encontrar en la misma IA. Así, como ejemplo, tras la pregunta “¿puedes crearme una ilustración para el artículo de opinión que te adjunto?”, la respuesta ha sido: “no he podido crear la ilustración que pedías porque la solicitud violaba nuestras políticas de contenido”. En su lugar, nos ha creado la imagen que acompaña nuestro artículo. En fin, tomad vuestras propias conclusiones.
Me sorprende ver a un catedrático de Literatura Catalana compitiendo con Freud y haciendo magisterio sobre sexualidad con un elogio del autoerotismo. Y tengo curiosidad por saber si los dos libros de la supuesta «nueva generación de historiadores» están escritos en catalán o en castellano. Saludos de un anciano periodista con curiosidad, casi, de joven alumno.