Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Haciendo amigos

Ideologías

Imagen generada con ChatGPT.

Hoy voy a hacer amigos, sin duda. Para mí, las ideologías y su seguimiento no son sólo uno de los jinetes del apocalipsis, son también un síntoma claro e inequívoco de una limitación en el pensamiento y el conocimiento. Pertenecer a un club con normas dogmáticas es una pena… y, además, un detector bastante eficaz de la estupidez galopante que domina estos tiempos. Cualquier «-ismo», llevado al extremo, no sólo impide el avance de las sociedades: también niega el valor —incluso lo poco rescatable— de otras ideologías, igual de limitantes por naturaleza.

El mundo literario, filosófico, vital, está lleno de Quijotes que se «sanchopanzan» y de Sanchos que se «quijotizan». Grandes obras nos muestran cómo los más firmes y beligerantes acaban descubriendo que, entre el blanco y el negro, hay millones de pantones grises. Y cuando eso ocurre, cuando se reconocen los matices, nace algo valioso y escaso: la inteligencia.

De jóvenes, todos caemos en alguna ideología. Todo parece claro, todo está mal y todo debe cambiar. La verdad se presenta limpia, nítida, y cuesta entender cómo los adultos no la ven. «Los jóvenes siempre tienen razón» es, a la vez, una gran verdad… y la más rotunda de las falsedades.

Somos contradictorios. Laberínticos. Crecemos y nos limamos las aristas justo por el lado opuesto al que creíamos perfecto en la juventud. La clarividencia de entonces se vuelve, con suerte, más práctica y menos absoluta. Y nos sorprende vernos en lugares que antaño habríamos rechazado con furia, como si descubriéramos de golpe lo fácil que fue dejarnos arrastrar por ideologías ajenas, nos dejamos manipular por las ideologías y su inmovilismo atávico. Vemos y nos damos cuenta de que compramos ideas de otros, de otros tiempos y creadas para otro momento de la historia y que no sirven si no evolucionan y aún así conservan dogmas, normas, formas que no tienen sentido.

Y sin embargo, esa contradicción da esperanza. Porque el tsunami radical de la juventud suele amainar. Y con el tiempo, la pasión da paso a una mirada más abierta, menos agresiva, más humana. Se vuelve posible ver al otro sin miedo, al diferente como igual, al extraño como alguien simplemente desconocido.

Pero las ideologías, aquellas que construyen nuestra cultura como columnas invisibles, nos frenan. Nos impiden acercarnos, compartir, ceder un poco, ofrecer lo que nos sobra. Preferimos el refugio cómodo y reducido de nuestro pequeño mundo. Y luego nos asombra que gane quien representa esa misma pequeñez mental que alimentan las ideologías. No, no se trata de ningún poder oculto: somos nosotros, eligiendo la calma de lo conocido, aunque sea pequeño y profundamente cobarde.

Lo dijo Gandhi: «Si hay un idiota en el poder, es porque quienes lo eligieron están bien representados».

Y llegó ahí, paradójicamente, a través de una ideología en la que nunca terminó de creer ni comprender. Total ¿para qué?

Haciendo amigos.

Pedro Picatoste

Empresario e historiador.

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