La palabra, la verdad, parecía al principio poca cosa. Como una cuestión menor en medio del desastre. La mirabas, la pronunciabas, la oías nombrar en los noticieros mientras observabas horrorizado y en directo el caer de las bombas sobre los cuerpos ya extraviados de los niños hambrientos en las colas del hambre, mientras imaginabas el ulular de los drones persiguiendo el deambular de la gente gazatí cuando ya no quedaba sitio adonde ir. Y, sí, dudabas de su eficacia, de su relevancia. Solo sería —te decías— una más de esas iniciativas que pasan sin pena ni gloria. Un grito de esperanza cuya trascendencia acabaría justo al pronunciar su silente última sílaba.
Un grupo de veleros a la vieja usanza de la navegación, unos centenares de marineros de ocasión procedentes de cuarenta países, mayormente de tierra adentro, salidos de aquí y allá, tan variopintos ellos como la sociedad que los animaba y empujaba en silencio, emprendieron una misión en el mismo mar donde la historia está escrita con sangre y fuego. Y donde lo más fácil era naufragar a poco que la tempestad y el mal tiempo avizorasen en el horizonte inmenso. O, peor aún, quizás el destino que les aguardaba era similar al de otras expediciones de paz y solidaridad, bombardeadas por la ignominia de un gobierno pirata, terrorista y genocida para quien su propia ley del talión es cosa antigua, de cobardes y una antigualla. Hienas sedientas de sangre.
Esta incierta travesía ha sido para algunos prebostes solo razón de mera chanza, un juvenil divertimento veraniego para regalarse un baño en las islas griegas, pues eso fue exactamente todo lo que dijeron con una mueca que pretendía ser escarnio y quedó trastocada en estampa del mal. En esa feria de la ignominia fue calificada también por otros a modo de divertimento como la prolongación festiva de-una-asamblea-universitaria (Ayuso y sus desvaríos)… Mientras que para otros muchos era esa pizca de dignidad a la que agarrarse en un mundo deshumanizado y gobernado por asesinos en serie y psicópatas. De alguna manera, un David contra Goliat en la misma piel y el mismo escenario donde la Biblia lo relata, y que, otra vez y contra todo pronóstico, ha acabado mostrando que no siempre el más fuerte, el más alto, el que está armado hasta los dientes, el más malvado y el más racista entre los xenófobos, es el digno vencedor de una guerra que no era guerra.
No parece cuestión menor que estas flotillas de personajes sacados del desván de la política y la sociedad civil haya casi coincidido con ese precario acuerdo entre los terroristas de Hamás y los genocidas de Israel impuesta por el padrino Trump, una paz de perdedores, un simple alto el fuego cimentado sobre miles de víctimas civiles que ya solo piden ser escuchadas más allá de su muerte. En este escenario de Holocausto inverso, la palabra flo-ti-lla adquiere, así, de pronto, todo el valor y se embadurna de la dignidad de quienes otrora hicieron frente al nazismo y al fascismo para defender precisamente el derecho a la vida y a la memoria de los verdugos de hoy.
Es esa misma dignidad y valentía que se ha echado tan en falta en tantos y tantos gobiernos, en tantos y tantos mandatarios que han preferido mirar todo el tiempo hacia otro lado, vaciar sus arsenales, direccionar todos sus prejuicios raciales (“Esperemos que Israel termine de hacer lo que tiene que hacer”, José María Aznar dixit), que se han limitado a esperar como alimañas para organizar la gran bacanal inmobiliaria que ya preparan para este otro Día Después. Y sí, seguramente, para aminorar tal grado de ignominia, serían necesarias otras nuevas y valientes flo-ti-llas capaces de desplegar sus ligeras velas al viento para denunciar que el mar está de nuevo infectado de piratas y tiburones financieros que han convertido la ley en puro negocio y la paz solo en una oportunidad para hacerse (aún) más ricos.












Creo, humildemente, que has echado a perder el artículo llamando terroristas a los de Hamás. No te lo perdonarán ni Pedro Sánchez, ni Yolanda Día, ni Ada Colau.
Respeto el derecho a opinar
(que nada tiene que ver con INFORMACIÓN RIGUROSA Y HECHOS HISTÓRICOS VERDADEROS).
Pero al leer en el texto
«Holocausto inverso»
sentí el dolor de UN CLAVO ENVENENADO EN MI CORAZÓN Y MIS RECUERDOS…
Más de
6 MILLONES DE JUDÍOS
ROBADOS Y ASESINADOS
POR HITLER Y SUS COMPLICES NAZIS
Si bien te envío un abrazo…
Pedro J Bernabeu
Por eso duele tanto Pedro J. Bernabeu y cuesta tanto de entender… porque quienes fueron dolorosas víctimas del mayor horror que podamos imaginar en tiempos recientes en Occidente se hayan ahora convertido en verdugos (o cómplices por silencio) de esta historia de horror y genocidio; si bien, claro está, mucho menor en número pero igualmente despreciable en el intento claro de borrado ya no solo de las vidas de decenas de miles de inocentes, si no de toda su historia, su cultura, su tierra, sus escuelas, hospitales…esa, creo, es la gran paradoja, el Holocausto inverso…
Gracias
Ninguna víctimas más…
Los terroristas de Hamas,
con vileza inhumana,
abrieron las puertas del infierno para emerger, asesinar y violar la vida cruelmente,
pero luego se escondieron con la cobardía de ratas bajo tierra…
Hamas buscó mostrar niños muertos por las bombas… Lo consiguieron…
A esperar…
Un abrazo