Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Homenajes

Fernando Botero, la belleza XXL

Fernando Botero en 2018 (Fuente: Wikimedia).
El pintor y escultor Fernando Botero, nacido en Colombia (1932), un gran país ecuatorial de selvas vírgenes y ríos caudalosos, ha muerto en Mónaco, un principado pequeño, siendo esto una clara muestra de los grandes contrastes que ha sido su vida.

Nacido en una familia de origen humilde, llegó a ser el pintor vivo más cotizado de su tiempo. Botero se ha ido en silencio aunque su muerte ha causado un gran ruido, de ella se ha hecho eco el mundo cultural internacional, ya que era considerado como uno de los artistas actuales más importantes.

Con la desmesura de todo lo que le rodeaba, amó apasionadamente y se casó en tres ocasiones. El amor de su vida llamó a su puerta en la figura de Sophia Vari, una artista griega de hermosura grandiosa y rasgos tan armoniosos que casi rayaban en la perfección de lo sagrado. Así es como la retrató Botero, perpetuando su rostro en un cuadro a la manera de una diosa griega.

«Puerta al paraíso», fresco de Botero en la iglesia de la Misericordia en Pietrasanta, Lucca, Italia (Fuente: Wikimedia).

Tal fue la adoración que sentía por ella, que no pudo sobrevivir a la muerte de la mujer que fue su esposa casi medio siglo y, tres meses después de la muerte de ella, Botero murió de amor, habiéndola extrañado cada día que pasaba, contando las horas, que se le hacían interminables, en los descomunales relojes redondos e inmensos. Porque en su vida todo fue desmesurado y de proporciones gigantes y el amor, para él, no podía ser de otra forma, hasta que finalmente pudo ir a reunirse con ella.

Los comienzos de la vida de Botero no hacían presagiar, ni de lejos, todo lo que le depararía su existencia, ya que comenzó recibiendo clases de tauromaquia en una escuela de Medellín, pero un percance con un toro le llevó a apartarse de esa profesión. Es por ello que sus primeras obras en los años 50 como pintor tienen que ver con escenas de tauromaquia.

Fotografía de FrDr (Fuente: Wikimedia).

Un tiempo después se empezó a relacionar con artistas vanguardistas y a recibir inspiración en el indigenismo. La concesión del segundo premio de pintura del Salón de Artistas colombianos y la venta de algunos cuadros le animan a viajar a Europa. A su paso por Madrid descubre la obra de Velázquez que le impacta enormemente.

Poco después continuó su formación en Florencia, donde recibió el influjo del Renacimiento italiano. A partir de ahí su obra se verá influenciada por la pintura figurativa que, en unión de las grandes vanguardias, le va a inspirar su forma de pintar y plasmar la realidad.

A su regreso a América se trasladó a México lo que hace que favorece que reciba influencias de los muralistas mejicanos como Rivera, que darían inspiración y nuevas formas a su manera de entender la pintura.

En los años 60 se instala en Nueva York, donde descubre los lienzos de formatos inmensos como son los cuadros de Pollock y Kline. Su forma de plantearse la pintura le lleva a experimentar con las obras de artistas pop que se estaban exhibiendo en Estados Unidos, de donde surgió su estilo plástico y colorista de tonalidades suaves y delicadas que iba a formar parte de su nueva forma de pintar.

Fotografía de FrDr (Fuente: Wikimedia).

Las figuras de volúmenes grandiosos y pinceladas sueltas serían la catapulta que lo lanzaría a encontrar esa vena artística nueva y sugerente que le convertiría en un artista único y genial. El triunfo de su pintura en el Art Center de Nueva York hizo que empezara un viaje por Europa y América, en busca de inspiración, que fue el comienzo de una serie de exposiciones por innumerables países que darían a conocer su obra por todo el mundo.

Botero tiene una visión de la realidad personalísima y que viene a ser una interpretación pictórica del realismo mágico de su compatriota García Márquez.

Entre sus obras más importantes cabe destacar:

La Mona Lisa a los 12 años

Esta versión de la Mona Lisa de Leonardo da Vinci, de formas redondeadas, de labios finos apenas coloreados con carmín y las mejillas sonrosadas, destacando sobre su enorme cara empolvada, supuso un hito en la pintura por su tamaño desproporcionado no exento de armonía. Esta obra fue adquirida por el Museo Moma de Nueva York y supuso una innovación genial cuyos ecos resonarían universalmente.

Homenaje a Bonnard

En este cuadro, donde aparece una figura de mujer saliendo del baño, se aprecia la influencia de los desnudos de Pierre Bonnard que inspiraron a Botero para pintar escenas íntimas de mujeres en el baño. El cuadro nos muestra una mujer desnuda y grande, de carnes nacaradas, que resalta sobre un fondo luminoso en que el cuerpo de la mujer, hermoso y exuberante , recuerda a la diosa Afrodita emergiendo de las aguas. Esta temática que recrearía abundantemente a lo largo de su vida y le haría alcanzar un gran éxito.

Bailarina en la barra

En esta obra llena de sensualidad femenina aparece una mujer de curvas voluptuosas y rotundas, lo cual no la impide sostenerse sobre un pie en una postura imposible. El blanco vestido de la bailarina armoniza sobre el fondo verde esmeralda de la pared en un acorde cromático como si fuera a navegar por un mar de ensoñación e ingravidez.

La gente del circo

Para Botero, el arte era una muestra de su espiritualidad, lo que le llevaba a representar la vida tal como él la concebía, llena de colorido vitalista y música remota, que parece envolver a los personajes en un aurea de felicidad, con pinceladas de nostalgia.

Temas diversos

En sus cuadros no deja olvidada la religión (retratos de santos, personajes bíblicos, clérigos, obispos), ni los temas históricos recreados de una manera personal, con un guiño a autores como como Mantegna (La cámara de los esposos), Van Eyck (El matrimonio Arnolfini ), Velázquez (La familia presidencial, con alusiones a las Meninas).

Fotografía de FrDr (Fuente: Wikimedia).

En todos sus cuadros destaca, sobre todo, su percepción de la vida con una nota de fantasía e ilusión creativa de hacer algo diferente y único que lo diferencie de todos los demás artistas.

Botero como escultor

«Pájaro», de Botero, frente a la Plaza UOB de Singapur. Fotografía de Andy Wright (Fuente: Wikimedia)

Mención aparte merece descubrir la obra de Botero como escultor. Sus figuras, desmesuradamente grandes que en ocasiones rayan lo grotesco, son una forma de resaltar aspectos del cuerpo humano, torsos desmedidos, manos enormes, o mujeres poderosas de formas exuberantes, que se han ido añadiendo a los principales museos del mundo y que aparecen en las calles y plazas de las ciudades más importantes para acercar el arte al pueblo y que las rotundas formas de estas esculturas puedan ser palpadas y acariciadas por todas las personas que lo deseen.

Lo que hace que Fernando Botero sea un artista inmortal y cercano.

María Pilar Galán García

Profesora de literatura y crítica literaria.

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