Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Psicología

El silencio de los hombres

Fuente: www.depositphotos.com.

Los hombres se refugian en el silencio cuando más necesitan ser escuchados. Un aparente contrasentido que, sin embargo, es una realidad clínica: callan para no preocupar, callan para no mostrarse débiles, callan hasta enfermar. Pero ese silencio no es vacío: encierra miedo, amor contenido y la herida de no saber decir “me duele”.

Juan escribía en su blog: «Son las cinco de la tarde. Séptima planta. Camino hacia el quirófano. Por la mañana, el anestesista ya me había explicado de manera sencilla y clara cómo se desarrollaría la operación de mi cáncer de estómago. ¡Es la primera vez! Me siento invadido por una mezcla de ansiedad y confianza, como esas olas que avanzan sobre la orilla y luego se retiran, para regresar con más fuerza en la marea alta. Poco a poco me doy cuenta de que aprieto las mandíbulas hasta que me duelen. Esta mañana tenía miedo, pero no me atreví a decir nada a mi mujer antes de despedirme: no quería preocuparla más. Así que lo guardé todo para mí».

«El tiempo pareció tan corto… Dos, tres horas pasaron en apenas unos segundos. Creo que alguien me dijo que despertaba. Y de nuevo la pregunta: “¿Cómo se encuentra?”. Asentí con la cabeza, incapaz de hablar, con un tubo saliendo de mi boca: ¡era una pesadilla! No me atreví a gritar, y aun si hubiera podido, ¿lo habría hecho? La bata blanca que me hacía la pregunta sonrió y me confirmó que parecía estar bien. Yo hubiera querido decirle que he estado mejor…».

En España, el 56,4 % de los cánceres diagnosticados corresponden a hombres. Sin embargo, son las mujeres quienes acuden en gran mayoría a consultar por problemas de sufrimiento psicológico asociado a la enfermedad.

Juan, como muchos otros, nunca consultó a un psicólogo durante su tratamiento. Solo dos años más tarde, tras la muerte de su padre, pidió ayuda, atrapado entre sus emociones y la dificultad de expresarlas. Daba así cuerpo a las palabras del famoso neurocientífico António Damásio, que repite desde hace tiempo: ningún recuerdo existe sin emoción, la razón pura no existe.

António Damásio en 2013. Fotografía de Fronteiras do Pensamento (Fuente: Wikimedia).

Un estudio publicado en Psychology Review revela que las mujeres sometidas a un estrés personal se muestran más atentas a las necesidades de sus hijos y buscan apoyo llamando a sus hermanas, madres o amigas. Los hombres, en cambio, tienden a aislarse o a discutir con sus parejas e hijos. Tanto en la estrategia del silencio como en la de la agresividad, lo que se pone en marcha es la misma defensa: mantener a distancia el sufrimiento emocional.

¿El silencio de los hombres se debe a una cuestión hormonal o cultural? Probablemente a ambas. La oxitócica en unas y la testosterona en otros no generan los mismos comportamientos. Además, nuestras sociedades envían mensajes culturales permanentes y contradictorios a los hijos: para unos, decir que “papá lleva vestido” resulta chocante; para otros, ponerse un kilt en ciertas ocasiones o una chilaba en la vida cotidiana es lo más normal.

La cuestión esencial es comprender qué significa ese silencio. Porque para el psicólogo o el psicoanalista, callar ya es decir algo. Juan me confiaba que, para él, guardar silencio con los suyos era su manera de expresar: «No quiero estar en relación contigo en este momento».

La imagen de hombre fuerte que quería mostrar se resquebrajó, y con ella la idea misma de su identidad.
Bien lo sabemos: ¡los hombres no lloran!

Fue más tarde cuando Juan entendió que el silencio no explicado destruye, igual que un acto mortífero. Su esposa, angustiada al ver cómo la relación de pareja se deterioraba, acabó por decirle: «¡Tu silencio me preocupa!». Al contrario, la palabra impuesta resulta igualmente destructiva si no respeta una necesidad legítima de callar. Entonces se convierte en una especie de verdad no dicha. Juan me confesó después que responder simplemente «¡Estoy bien!» cuando uno no lo está encierra en una mentira terrible, de la que luego es muy difícil salir.

La muerte de su padre lo confrontó con sus propias angustias de muerte, aquellas que había reprimido durante su enfermedad. En una de nuestras entrevistas, refiriéndose al infierno de su silencio, me confió: «Esta semana fui a pescar con mi hijo. A menudo, cuando se pesca, se guarda silencio. Pero esta vez me oí decirle: serás un hombre, hijo mío, si hablas de la vida, del amor, de la muerte, y si lloras tu sufrimiento». Así habló Juan. Su terapia concluyó poco tiempo después.

El silencio protege un instante, pero la palabra sostiene una vida.

Imagen de portada: www.depositphotos.com.

Alain Andreu

Doctor en psicología clínica.
Responsable Cultural de la Casa de Francia de Alicante.

5 Comments

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  • Efectivamente, los silencios son a veces muy elocuentes, tanto en ámbito personal como el familiar. ¿Una «omertá» más o menos consciente entre el Yo y el Súper Yo? Y a fuerza de reprimir la expresión de los malestares, el cuerpo lleva la cuenta y acaba por presentar la nota con patologías al gusto.
    Aguardamos con interés una charla sobre la somatización.

    • Gracias por este comentario tan apropiado y nos vemos, si quieres, en mi próxima conferencia sobre el tema de la Somatización el 2 de diciembre a las 7 de la tarde en la Sede Universitaria de Alicante, calle San Fernando, 40. Cordiales saludos.

  • Muy interesante. Las diferencias entre entre géneros son hormonales, por tanto biológicas, y también culturales. En qué medida? Los estudiosos no se ponen de acuerdo. Dependerá de cada individualidad. Gracias por el artículo