Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Opinión

El país en el que vivo

Estimado lector: He nacido en España, vivo en España y soy español como 49 millones de habitantes. Creo que vivimos en el mejor (uno de los mejores) país del mundo, aunque hay quienes piensan otra cosa. Pero muchos millones de españoles (de izquierdas, de centro o de derecha) piensan como yo al respecto. También lo creen los 7 millones de extranjeros que actualmente viven en nuestro país; casi un millón en la Comunidad Valenciana, de los cuales 464 601 lo hacen en la provincia de Alicante.

Es un país atractivo para hacer turismo. En los meses de junio, julio y agosto de este año 2025 hemos recibido un total de 40,6 millones de turistas por ser un país benigno por su clima. Pero es rico por su historia; solo como muestra, podemos mencionar, entre otros personajes de gran relevancia histórica, a Isabel I de Castilla  y Fernando II de Aragón (los Reyes Católicos) unos reyes que fueron capaces de unir sus reinos para empezar a forjar los cimientos de lo que sería después la España que conocemos hoy y extendieron su influencia y su protagonismo en Europa gracias a la política de Fernando (que inspiró a Maquiavelo, que lo consideraba un ejemplo de príncipe que realiza “grandes empresas y acciones raras y maravillosas”, como también se inspiró en César Borgia) e Isabel que apoyó a Cristóbal Colón es el proyecto del descubrimiento de América, empresa comparada por su grandeza con la llegada del hombre a la Luna. Además de otros reyes de España que tuvieron gran preponderancia  en Europa durante la historia, principalmente Carlos I, que fue el monarca más poderoso e influyente de su tiempo, el cual gobernó uno de los imperios más grandes de Europa que incluía territorios en Europa y América.  Felipe II, su heredero, que elevó a España a su máximo poder e influencia en el continente. 

Podemos citar entre otros muchos escritores relevantes a Miguel de Cervantes, Quevedo, Góngora, Lope de Vega, sin olvidar a Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, y a Unamuno, Valle-Inclán, García Lorca. Y los premios Nobel concedidos en Literatura a José Echegaray, Jacinto Benavente, Juan Ramón Jiménez, Vicente Aleixandre y Camilo José Cela y en Medicina a Santiago Ramón y Cajal y a Severo Ochoa. Aunque este es también un país de selectos pintores entre los que podemos destacar a Velázquez, El Greco, Murillo, Zurbarán, Ribera, Goya, Sorolla, Picasso, Dalí, Miró, Juan Gris…

España tiene 49 bienes inscritos en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO (de la Humanidad), entre los que destacan el Centro histórico de Córdoba, la Alhambra de Granada, la Catedral de Burgos, las Obras de Gaudí, la Ciudad vieja de Santiago de Compostela y la Cueva de Altamira. Hay 19 bienes inmateriales reconocidos por la UNESCO, que incluyen el flamenco, los Castells, el Misteri d’Elx, la dieta mediterránea,  los Tribunales de les aigües de Valencia. Tenemos 15 ciudades declaradas Patrimonio de la Humanidad: Alcalá de Henares, Ávila, Baeza, Cáceres, Córdoba (la única ciudad en el mundo  con cuatro sitios declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco), Cuenca, Ibiza/Eivissa, Mérida, Salamanca, San Cristóbal de La Laguna, Santiago de Compostela, Segovia, Tarragona, Toledo y Úbeda; además de monumentos, sitios históricos, y bienes muebles. 

Sagrada Familia de Gaudí en imagen de 2018. Fotografía de Canaan (Fuente: Wikimedia).

Los españoles somos personas especialmente solidarias a través del apoyo ciudadano a las ONG mediante donativos (dinero, ropa, alimentos), por su alto índice de voluntariado, a pesar de las dificultades económicas por las que se está pasando en muchos hogares el apoyo a las ONG ha aumentado en fondos y en participación. España es líder mundial en donación de órganos (en 2024 hubo 52,6 por millón de habitantes) y trasplantes de órganos (6464 en ese mismo año).

A pesar de todo esto, hay mucha gente acomplejada con respecto a otros países, aunque también hay personas excesivamente exacerbadas (esto último hay en todos los países desde que surgieron los nacionalismos a finales del siglo XVIII  con el auge del concepto “nación” después de la Revolución Francesa y la influencia del movimiento romántico). Pero en España queda marcado el complejo, diríamos, de inferioridad por influencia de la leyenda negra, de las pérdidas de la últimas colonias en 1898, que tanto afectó a nuestros intelectuales de la época; luego hubo una guerra de unos hermanos contra otros, unos años de hambre y miseria y 40 años de dictadura, que nos apartaron del ritmo de modernización, de avances y de consecución de libertades del resto de Europa.

Pero llegaron los años 70 y España comenzó a cambiar por el empuje social que ya había empezado a surgir en las universidades españolas y otros colectivos en los años 60. La transición y la apertura a nuestro actual sistema democrático nos volvió a abrir las puertas y ventanas al mundo.

Una parte del ejército español apoyó la aprobación de la reforma política, que transformó la dictadura franquista en una monarquía parlamentaria. Aunque también existieron facciones involucionistas que se opusieron a dicha apertura a la democratización del país. Pero el rey Juan Carlos I y un grupo de políticos de diferentes corrientes ideológicas pusieron su empeño en normalizar la convivencia de todos los españoles haciendo olvidar “rencillas” pasadas por el bien común y un interés general. Así, personalidades de la política como fueron Adolfo Suárez, Santiago Carrillo, Fraga Iribarne, Felipe González,  Torcuato Fernández-Miranda, Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, Miguel Roca, Gregorio Peces-Barba, Jordi Solé Tura entre otros, hicieron posible que el periodo de transición llegara a buen puerto hasta llegar a conseguir una normalización de nuestras instituciones, el respeto de todos y el deseo de abrir una etapa en la que vivir en paz y fraternidad entre españoles, que ha ido avanzando con el paso del tiempo. Si bien es verdad, que tanto  el rey Juan Carlos y el gobierno de Adolfo Suárez tuvieron que neutralizar a los sectores más conservadores de las Fuerzas Armadas para poder llevar a cabo el proceso democrático. Tanto es así que el rey Juan Carlos tuvo que atajar el intento de golpe de estado de el 23F de 1981 protagonizado por el teniente coronel de la Guardia Civil, Tejero y los generales Miláns del Bosch y Armada, que fueron condenados a 30 años de prisión.

Adolfo Suárez. Fuente: Presidencia de Gobierno.

Hay que considerar también a los sectores de la Iglesia española que, influenciados por el Concilio Vaticano II, también apoyaron esa apertura hacia la democratización del país encabezados por el cardenal Vicente Enrique y Tarancón al frente de la Conferencia Episcopal, desligando a la Iglesia del poder político, y mostrando su compromiso con la Constitución del 78. Como hay que mencionar también a aquellos sectores eclesiásticos  que ayudaron a crear espacios para asambleas clandestinas y buscaron una aproximación al pueblo. 

Fuera ya de complejos, España es un país de altura en sí mismo en los tiempos en que vivimos, además de las grandes cualidades que siempre hemos tenido y que comentaba más arriba, la de ser un país rico por su historia, literatura, monumentos, por su variada cultura.

Otra cosa bien diferente son nuestros políticos actuales con alguna de sus decisiones o actuaciones (cada cual recuerde las que le parezca más oportunas).

Las noticias que aparecen día a día en las pantallas de televisión, en radio y en prensa escrita son de pena, de desesperanza, de sainete y de burla y de falta de respeto a los españoles. Parece que con las explicaciones que nos ofrecen de sus decisiones, de sus cambios de rumbo, de sus contradicciones, de su inquina contra el adversario, que nos consideran como “tontos del bote” y en realidad parecen ellos una ofensa a la inteligencia (¿con eso, los políticos nos están indicando su carencia intelectual, de principios y de lucidez?) o quizá buscan crear un río revuelto para conseguir las ganancias del pescador entre los ciudadanos para sumar más apoyos.

Qué decepción de aquellos políticos que cayeron en las garras de la corrupción y dejaron marcada a la clase política en general haciendo sombra a aquellas personas que se dedican a la política con honestidad, esfuerzo y compromiso con la ciudadanía a la que representan. Tenemos y hemos tenido casos recientes de grandes cantidades de dinero de todos los españoles que han sido desviados o malversados o apropiados indebidamente que nos hacen desconfiar de ellos porque vemos con qué facilidad y desparpajo cometen esas irregularidades para su propio beneficio o de otros por interés político de forma ilegal, pero perjudicando a los ciudadanos (el caso Gürtel, el caso de los ERE, el caso Kitchen, Koldo, Ábalos, Cerdán, el caso Montoro…); las malas gestiones en la dana, en los incendios, el apagón, gentes atascadas en estaciones de tren, pisos por las nubes, alquileres inasumibles, jóvenes con dificultades y futuro más que incierto, médicos (héroes de la pandemia protestando con razón en las calles), bomberos  protagonistas sufridos en la ingente cantidad de extensos y complicados incendios sin recursos ni organización para sus actuaciones, bosques abandonados a la buena de descuidos, rayos, colillas o intenciones maliciosas. Y qué decir de las maneras en el Parlamento, ejemplo a los ciudadanos y sobre todo a niños y jóvenes (falta de educación y de respeto, agresividad, menosprecio, burla, voces increpantes, insultos, falta de empatía…), que destruyen la labor de los maestros y profesores para cultivar nuevos ciudadanos y personas que sepan convivir en comunidad y aportar lo mejor de cada uno para mejorar la sociedad en que vivimos.

José Luis Ábalos Meco (Fuente: La Moncloa).

Hoy hay una política en la que se pretende dividir al pueblo español. ¿Será la táctica que están empleando algunos políticos para mantenerse en el poder? Se están recrudeciendo las posturas en dos bandos que desde la cima de la pirámide instan a los ciudadanos a la confrontación. Parece que el bien de los ciudadanos no es el fin último sino el interés de los partidos políticos y de sus dirigentes para mantenerse en el poder o para conquistarlo. Y mira por dónde sus dirigentes suspenden (los españoles mostramos nuestra desafección suspendiendo a los líderes políticos, ninguno supera el 4).

La economía “va como un cohete” y muchas familias no llegan a fin de mes (cuatro millones de personas viven en la pobreza con 600€ al mes, y la tasa de pobreza infantil es la segunda más alta de la Unión Europea, según Daniel Molinuevo de Research Manager en la agencia europea Eurofound). Los precios en los supermercados siguen subiendo y el sector primario se siente abandonado; los jóvenes viven atrapados en casa de sus padres porque no tienen posibilidad de afrontar un alquiler y menos para meterse en la compra de un piso para poder independizarse.

Y qué decir del ambiente que se vive en el Parlamento donde los señores diputados hacen de su capa un sayo y se dedican a arrojarse flechas, algunas envenenadas, siendo patosos arqueros, pero expertos en poner entre medio una pared de frontón donde rebotan las preguntas contestando por peteneras, creando un diálogo de besugos.

Este es el país en el que vivo, de donde soy, España, un gran país con gentes solidarias, vitalistas y emprendedoras, pero que dan suspensos a sus políticos por su gestión a la que llegan sin estar suficientemente preparados y faltos de experiencia y compromiso ciudadano…

Estimado lector, este es mi país hoy, rico en historia y cultura, pobre en la vida parlamentaria en donde se pasa el tiempo ensuciando trapos y lavándose los trapos sucios y la casa sin barrer, los presupuestos sin aprobar y la sensación de corrupción política a flor de piel. ¿Nos merecemos esta clase política que nos arrastra tras de ellos y nos está dividiendo, y sin solucionar los problemas que preocupan a los españoles?

Juan Antonio Urbano

Soy profesor de Educación Primaria. He publicado cinco libros; dos en valenciano: 'El seu nom era Pere Bigot' (2012) y L’arbre màgic' (2012); y otros dos en castellano: 'El misterio de la cueva' (2014) y el poemario 'Camino entre versos' (2019), estos publicados por la Editorial Club Universitario y 'Entre el asfalto' (2022) por la editorial Olélibros. He publicado en diversas Antologías y revistas poéticas y artículos en distintos medios.
En noviembre de 2016 creé y coordiné el grupo poético PARNASO perteneciente al Ateneo de Alicante. He organizado numerosos recitales poéticos, entre los que destacan el I Encuentro de poetas alicantinos y otros con el grupo PARNASO dedicados a Miguel Hernández, Federico García Lorca, Rubén Darío...
Recibí el segundo premio del Certamen Poético Numen (2013) y el 2.º premio en el Real Casino de Murcia del Encuentro 'Poesía hispano-argentina' (2019).

2 Comments

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  • Juan Antonio: tal y como pintas lo que sucede en el país (y ni Goya lo pintaría tan negro), dan ganas de irse corriendo a otra parte. ¿Pero adónde nos vamos? No hay más remedio que aguantar y ver si pasa esta maldita DANA de políticos miserables y depredadores, tan inútiles como soberbios, tan cazurros e iletrados como falsos profetas. Nunca un país con tan grande y colosal historia pudo llegar tan bajo como para estar ‘gobernado’ por un delincuente miserable, huido de la Justicia y amnistiado por sublimes imbéciles que apestan a necedad desde lo ‘más alto’ de las instituciones. No se puede caer más bajo. Un abrazo.

    • Querido Ramón: esperaremos que pase esta marea generalizada de políticos palmeros e ineficaces y llegue una ola de aguas cristalinas que limpie el clima político y traiga nuevos aires y reforzados compromisos con los ciudadanos a los que representan para resolver los problemas que de verdad interesan.
      Un abrazo