El Hospital del Vinalopó de Elche celebra su XV acto «Defensores de la salud»

“Para que no se borren con el tiempo los hechos de los hombres”. Así inicié mi agradecimiento. Son palabras de Herodoto, el padre de la Historia. Decía Herodoto que la Historia era la memoria que no permitía el olvido de los hechos acontecidos.

El Hospital Universitario del Vinalopó ha celebrado el acto institucional “Defensores de la Salud 2025”, coincidiendo con la conmemoración de su decimoquinto aniversario. El evento ha rendido homenaje a figuras destacadas del ámbito sanitario, científico y social, cuya trayectoria ha contribuido de manera ejemplar a la mejora de la salud y el bienestar colectivo.

Primero:

En este acto se homenajeó a la doctora Merçe Boada,  neuróloga catalana que​ ha dedicado su trayectoria profesional a las enfermedades neurodegenerativas. Más concretamente a la demencia y a la enfermedad de Alzheimer. De ella aprendí casi todo lo que pude saber de dicha desdichada enfermedad. Y, también, al doctor Mas y Magro, cuyo hospital lleva su nombre. Allí fui receptor del homenaje que se ofrecía a mi abuelo. Para que no se perdiera con el tiempo la obra de Mas y Magro, emprendí mi camino reivindicativo de la gloria de mi abuelo Francisco. Hace ya 66 años.

Francisco fue un buen hombre. Un sabio crevillentino, alicantino, español, un hombre honrado, estudioso de la hematología, descubridor de la causa viral de la leucemia humana;  investigador de la citopatología de la tuberculosis humana; aquel que describe por vez primera en el mundo, años antes que Lansteiner, los procesos de la alergia celular. A Lansteiner le concedieron poco después  el Nobel de Medicina por sus estudios en este tema. ¿Puede ser olvidado, cubierto por las sombras en el trastero de la historia, un sabio español —un sabio crevillentino—, que fuera admirado y  reclamado en los cincuenta primeros años del siglo XX por los científicos más importantes de Europa?

Cuando su cuerpo fue a parar al panteón familiar de Crevillent, aquel 27 de diciembre de 1958, su cuerpo se fundió con la tierra y desapareció de la vida. Quedó su alma. Quedó su ciencia, guardada celosamente en sus libros, en sus publicaciones. Pero la ciencia también sufre —las nuevas técnicas digitales, el engaño de la “nueva inteligencia”— el destierro de los archivos y bibliotecas a las que solamente acuden unos pocos estudiosos, espoleados por una beca o salpicados por la curiosidad científica.

Y así, aquel que fuera uno de los más prestigiosos histopatólogos de la Europa de la primera mitad del siglo XX —afirmación que tuve la dicha de escuchar del catedrático de Historia de la Ciencia de la Facultad de Medicina de la Universidad Miguel Hernández de Elche, Emilio Balaguer, hace casi 28 años—, aquel sabio reclamado por la ciencia internacional, pudo caer en la oscura fosa en la que yacen las víctimas de la inestable memoria social. El prestigio del sabio investigador, padre de la hematología española, no es posible se encuentre arrinconado de tal modo que el polvo y las telarañas cubran todos sus méritos.

Segundo:

Hoy, cuando esto escribo, es 25 de junio de 2025 y el Hospital Universitario del Vinalopó de Elche ha organizado el XV Acto homenaje: “Defensores de la Salud”. Allí estaba Crevillent. Siempre Crevillent, pueblo de grandes hombres, volcado en  favor de su gente. Y para mí, para sus tres bisnietas y sus seis tataranietos presentes en el acto, fue un emocionante honor que este hospital honrara el nombre de Mas y Magro (1879-1958) uniéndonos en la  afirmación de la importancia del profesor Mas y Magro, de su labor, de su entrega. El valor  de los sacrificios, de las renuncias, todo ello por la ciencia médica. Todo por la persona enferma.

Este prestigioso hospital que lleva su nombre, eleva su voz para encumbrarlo. Por ello, doy gracias a mi abuelo y gracias al Hospital del Vinalopó (Dr. Mas y Magro) de Ribera Salud que centra su asistencia en el cuidado de los pacientes. Porque no hay enfermedades, sino enfermos.