Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Historia

El día que volaron medio Benacantil

Fuente: Alicantepedia.

Mal asunto ser rey y que te llamen “El Hechizado”. Pues así llamaban a Carlos II. Y siendo generosos, porque años de relaciones endogámicas habían hecho estragos en la casa de Austria y el rey murió sin descendencia. Y claro, eso es un lío porque hay que buscar un familiar cercano y todo eso. Y como la casa de Austria daba para poco más, por ahí andaba un tal Felipe de Anjou, nieto a su vez de Luis XIV de Francia. Así que el rey francés le dijo al resto de casa reales que su nieto era majo, buen chaval, guapete y buscaba trabajo y que para qué buscar más, que rey de España y au.

Al principio a todo el mundo le pareció fetén. Todos se juraron lealtad mutuamente y tan contentos. Felipe, Felipe. Guapo, guapo. Yo te juro los fueros, tu me aceptas como rey. Hasta en Aragón, ojo. Que no se diga. Hasta que alguien en el Imperio Austriaco dijo “espera, espera, que como tengamos a los borbones en Francia y España, van a hacer comandita y eso sí que no”. Entonces presentaron a Carlos de Habsburgo como rey de España y legítimo heredero. Y claro, eso de tener dos reyes es un poco lío y como las potencias europeas, España incluida, llevaban años de guerras, pensaron que lo mejor era montar una Guerra de Sucesión en España. Así, si rompían algo o lo dejaban hecho unos zorros, se apañarían los españolitos de a pie para arreglar los desperfectos.

Felipe V de España, retrato oficial por Jean Ranc (Fuente: Wikimedia).

Y en esas que Alicante, que al principio juró fidelidad y reconoció como rey a Felipe V, fue conquistada por las tropas austracistas (e inglesas) en 1706. Y como al alicantino de a pie en realidad le daba un poco igual, pues dijeron que muy bien, que viva Carlos III y palante. Pero en esas llegó el 25 de abril de 1707 y las tropas borbónicas ganaron por goleada en Almansa. Y como el mal que viene de Almansa a tots alcança, que llegasen hasta Alicante era cuestión de tiempo. Los ingleses al cargo de la plaza, que no eran tontos del todo, empezaron a fortificar la ciudad y el castillo de Santa Bárbara (el de San Fernando aún no existía). Y nadie se lo va a creer, pero poner en marcha una obra pública en esta ciudad ya era complicado hace tres siglos.

Para 1708 Alicante era la última plaza austracista en el reino de Valencia. Que esa es otra, por lo que sea, Alicante es la última ciudad en resistir en nuestras guerras civiles. Y el 28 de noviembre, las fuerzas francesas llegaron a las puertas de la ciudad lideradas por Claude François Bidal d’Asfeld bombardeando las murallas. Apenas iniciado diciembre, John Richards, el inglés encargado de la defensa de la ciudad, pensó que, con la que se les venía encima, lo mejor era refugiarse en el castillo y esperar refuerzos o un milagro. O las dos cosas. Un movimiento curioso ese, un grupo de ingleses refugiándose en una posición elevada y con una masa de agua cerca. No consta que allí empezase el balconing ni el castilling pero sorprende la maniobra.

Pero no nos desviemos. D’Asfeld, que era más de batallas en campo abierto que de asedios, se cansó pronto e iniciaron la construcción de una mina para volar el castillo. D’Asfeld, que era un caballero como así llamaban, avisó varias veces a Richards. Hasta lo invitó a ver el avance de las obras. Oye, mira qué mina más maja estamos haciendo. Que la vamos a llenar de pólvora, que verás tú cuando le peguemos fuego… Esas cosas. Y el inglés, más chulo que un eight decía que total, ya que estaban, ahí se quedaban, que ya habían avisado en casa que llegaban late y que allá cada uno. De hecho, hasta tuvo una idea. ¿Quieres mina, François? Pues te excavo una contramina. Y así andaban unos y otros. Ras, ras, raas, llenando de agujeros el castillo como un concejal cualquiera. Y escuchando lo que hacían los otros. Ras, ras, ras.

Archiduque Carlos de Austria, pretendiente al trono de España. Retrato atribuido a Martin van Meytens (Fuente: Wikimedia).

Y llegamos al 3 de marzo de 1707. Con toneladas de explosivos en las entrañas del Benacantil, D’Asfeld dijo algo así como “señor pirotecnic, pot comensar la mascletá” (o no, a lo mejor sólo dijo “¡dale, Jean Pierre!”). Y catapum. Voló medio monte, una parte importante de la fortaleza, mas de un centenar de ingleses (Richards entre ellos) y unas 400 casas del barrio del Raval Roig. De hecho, a día de hoy, se ve claramente la brecha abierta y la gran cantidad de roca desprendida. “Pues ya estaría”, seguro que pensó D’Asfeld. Pues no. Porque no solo quedaban tropas relativamente enteras en el castillo, sino que la gran cantidad de escombros dificultaba el asalto definitivo. ¡Vaya! Muy alicantino si lo pensamos. Para una cosa que se intenta, se estropean dos o tres.

Los austracistas que quedaban continuaron aguantando. Incluso el 15 de abril llegó una flotilla inglesa para socorrerlos. El problema es que cuando habían puesto rumbo a Alicante, pensaban que la ciudad aún estaba en su poder y, tras un breve bombardeo, se dieron la vuelta, que tampoco era cuestión de jugársela así por las buenas. Cinco días después los ingleses se rindieron. D’Asfeld aceptó la capitulación y permitió salir del castillo y la ciudad a los sitiados. Y así acabó la guerra de Sucesión Española dejando huella en la ciudad hasta el día de hoy.

Manín Soriano

Alicantino y herculano. O al revés. Estudié Historia para cargar aviones y me encantan las dos cosas.

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