Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Contrastes

El Cementerio cumple 100 años

El camposanto alicantino está de celebración: 100 años han pasado desde que se inaugurara, allá por 1918 y desde entonces sus instalaciones han albergado personajes ilustres y hechos históricos que merecen la pena conocer. Benjamín Llorens nos cuenta los aconteceres de su gestación, inauguración y hechos significativos de su primer centenario. Muchos son los alicantinos […]

El camposanto alicantino está de celebración: 100 años han pasado desde que se inaugurara, allá por 1918 y desde entonces sus instalaciones han albergado personajes ilustres y hechos históricos que merecen la pena conocer. Benjamín Llorens nos cuenta los aconteceres de su gestación, inauguración y hechos significativos de su primer centenario.

Muchos son los alicantinos que reposan eternamente en el cementerio municipal de Nuestra Señora del Remedio, y muchos otros los que tenemos allí enterrados a familiares y amigos. Algo nos une con el camposanto. Son cien años de historia.
Hace un siglo, en 1918, Alicante era una ciudad marinera y todavía huertana, con un censo en torno a los 60 mil habitantes. El cementerio municipal de la ciudad, el de San Blas, ubicado a las faldas del Tossal (en el lugar que hoy ocupa la iglesia del barrio) se había quedado pequeño, su estado de conservación era deficiente, estaba obsoleto. Además la ciudad se expandía hacia esa zona, la necrópolis quedaba muy cerca ya de la urbe y se veía preciso cambiar su ubicación a otro lugar más alejado de la población.

Cementerio viejo de San Blas.

 

Unos años antes, en 1912, previendo lo que ya se veía venir, el Ayuntamiento había adquirido unos terrenos pertenecientes a la finca rústica El Toll y situados muy a las afueras, a un kilómetro escaso de la carretera de Ocaña, la que nos conduce hasta Madrid. Era alcalde Ramón Campos Puig.
Tres años después, en 1915, se aprobó y adjudicó mediante subasta el proyecto para el cercado de los terrenos al contratista Pedro Llopis Marí, por la cantidad de 32.657’98 pesetas. Era el 11 de marzo. Seis meses más tarde, el 25 de septiembre, el citado contratista cedió sus deberes y derechos a Francisco Sogorb y Agustín Pantoja, previa aprobación municipal. Casi tres años después las obras aún no habían arrancado. En realidad faltaba un detalle que se materializó el 25 de julio de 1917: la publicación de una Real Orden aprobando la construcción del nuevo cementerio de Alicante. Ya no había ningún impedimento, así que unos meses después dieron comienzo los trabajos.
El responsable técnico del proyecto era el arquitecto municipal Francisco Fajardo Guardiola que realizó un diseño trazando cuadrículas entre las calles paralelas y colocando pequeñas replacetas en las intersecciones. El arquitecto Fajardo es responsable de muchas construcciones en el Alicante de la primera mitad del siglo XX (falleció en 1939). Suyo es el diseño del barrio de La Florida, en el que además de trazar las calles también las bautizó con nombres de estrellas y constelaciones, o el del barrio residencial de Ciudad Jardín. El desaparecido Cinema Carolinas («el Carolo») así como la Casa Manero, ubicada en el lugar que hoy ocupa la Torre Provincial (el primer rascacielos que tuvo Alicante) también fueron obra suya, al igual que el Salón España, luego cine Capitol, después Banco de Alicante y actualmente hotel frente al Mercado Central.

 

La Casa Manero en la Rambla, a la izq. la calle Liorna (hoy López Torregrosa).

 

En 1918, siendo alcalde Román Bono Luque, la nueva necrópolis, cuya construcción aún estaba en pañales, tuvo que ser puesta en servicio deprisa y corriendo a causa de la epidemia de gripe que se desató en la ciudad y se llevó por delante a 342 alicantinos. El ya viejo cementerio de San Blas no daba abasto, así que se tuvo que improvisar una fosa común en el nuevo de la Florida, hace ahora cien años.

A pesar de la urgencia para su puesta en servicio, las obras discurrían con extrema lentitud. En 1919 se prohibió el enterramiento en los nichos y fosas de San Blas, aunque se continuaba dando sepultura en los panteones de las familias más acaudaladas, que se lo podían permitir. Esta medida, destinada a acelerar las obras del cementerio nuevo, sirvió para que la antigua necrópolis de San Blas aumentara su deterioro, pero no para que las obras en el nuevo camposanto fueran más deprisa. Al contrario, era tal la lentitud en su ejecución que seis años más tarde, en enero de 1924, cuando el nuevo alcalde Miguel Salvador visitó la necrópolis quedó tan mal impresionado que decidió dar un «arreón» a los trabajos por vía de urgencia. La cuestión no era baladí: el viejo cementerio era testimonial y el nuevo llevaba 6 años construyéndose a paso de tortuga, hasta ese momento no era más que un descampado sin tapias ni puertas.

Interior del cementerio de San Blas cuando ya no prestaba servicio.

 

El 29 de abril de 1924 comienza la construcción del nuevo camino al cementerio desde la carretera de Ocaña. Se adjudica la obra al contratista Vicente Cabrera por 16.650 pesetas. El trazado de acceso a la necrópolis tenía una longitud de 1.083 metros, desde la puerta principal hasta el enlace con la carretera general. En las cunetas laterales se instalaron 25 bancos de hormigón, cemento y granito artificial debidamente pulimentados y costeados -a indicación de la alcaldía- por las empresas de pompas fúnebres.

Al tiempo se iban realizando -contrarreloj- las obras pendientes en el recinto y su perímetro.

Los 350 metros de pared del frente principal y la tapia de poniente fueron construidos en apenas 3 meses. Se colocaron cinco puertas de hierro para el total cerramiento del recinto. Habían sido forjadas en la fundición de Martinez, Roselló y López, con un coste de 6.463’49 pesetas. El camino y los bancos se construyeron en un mes, algo más se tardó para tener un osario en condiciones. Todo quedaba listo para la inauguración oficial de la nueva carretera de acceso y de unas instalaciones que llevaban 6 años funcionando en precario.

El jueves 17 de julio de 1924, a las 7 de la tarde el alcalde de Alicante, Miguel Salvador Arcángel, procedió a la inauguración de todo el conjunto no sin anécdota.

Retrato del alcalde Miguel Salvador en el ayuntamiento de Alicante.

 

Ese día sólo hubo un entierro, el del teniente de carabineros retirado Luis Villaría, pero hete aquí que no podía llegar a su última morada pues la comitiva no tenía permitido el paso por el nuevo camino al cementerio, que esperaba ser inaugurado. Junto a los adornos florales, guirnaldas, banderas y la correspondiente cinta, esperaban a las autoridades -bloqueando el paso- la Guardia Urbana a caballo y los empleados del cementerio. Mientras, el cortejo fúnebre del carabinero con ganas de terminar pero sin poder pasar, esperando turno.

La comitiva oficial iba de camino, con el alcalde al frente acompañado por los concejales Heliodoro Madrona, José Guillén, Carlos Manero y José Tato; los altos funcionario municipales Carmelo Simón, Cipriano Frías y Enrique Ferré; el inspector de Sanidad José Gadea y representantes de todos los periódicos de Alicante. En cuanto aparecieron por el horizonte, los asistentes al sepelio respiraron aliviados. Al percatarse de lo embarazoso de la situación, el alcalde se bajó del coche prácticamente en marcha y con precisión militar (era comandante de infantería) agarró unas tijeras y cortó la cinta con un tajo limpio. Quedaba inaugurado el nuevo camino de acceso al cementerio de Nuestra Señora del Remedio. El cortejo fúnebre resultó al final muy concurrido, pues a los amigos y deudos del finado se unió toda la comitiva oficial.

Tras recorrer los poco más de mil metros hasta la puerta principal (adornada con flores, guirnaldas y banderitas, faltaría más) les recibió el canónigo administrador Gaspar Blanquer, que incluso rezó un responso en el entierro del carabinero.

Entraron a la necrópolis por el cementerio católico y, tras visitar las instalaciones, salieron por el cementerio civil, pues en aquel entonces coexistían ambos, aunque salvo en las cruces y otros motivos religiosos los dos recintos eran iguales por lo que respecta a fachadas, tapias y verjas de hierro.

El Luchador, 18 julio 1924.

 

El siguiente paso fue establecer un servicio de transporte, en autobús, desde el centro de la ciudad hasta lugar tan alejado. Al año siguiente, 1925, el ayuntamiento acuerda la clausura del cementerio de San Blas, que aguantó a pie firme pero fuera de servicio durante 34 años, hasta que en 1959 fue derribado.

En 1931, con la llegada de la II República, se traslada definitiva y formalmente a la Florida el cementerio municipal, aunque ya llevaba 13 años funcionando. Algunos panteones y enterramientos cambian su ubicación de San Blas a la necrópolis de Nuestra Señora del Remedio e incluso a otras ciudades, tanto en los años 30 como en las décadas posteriores, hasta la demolición del viejo cementerio samblasino.

A partir de 1936, con el inicio de la guerra civil española, el cementerio de la Florida fue también triste escenario de ejecuciones. El 29 de noviembre de 1936, 51 personas fueron fusiladas por los republicanos en el lugar donde hoy se encuentra la iglesia del cementerio. La ejecuciones continuaron durante la guerra y finalizada la contienda, esta vez a cargo de los nacionales.

Iglesia del cementerio y Jardín del Silencio.

 

En la iglesia reposan los restos de aquellos 51 fusilados y de otros que lo fueron más tarde también en las tapias del cementerio. A sus pies está el Jardín del Silencio, inaugurado en 2009, donde descansan alicantinos ilustres.

Hoy día algunas grandes ciudades como, por ejemplo, París o Londres ponen una especial atención en el cuidado de sus cementerios porque son una atracción turística. El «turismo funerario» genera visitantes, no por cuestiones macabras sino de admiración a personajes o a la estética de los recintos. En la Florida tenemos un cementerio que ahora cumple un siglo y -por si no lo sabéis- tiene mucho que ver.

Nuestra Señora del Remedio, desde 1918.

Entrada y acceso principal al cementerio.

 
Panteón de la familia Prytz, trasladado desde San Blas.

El poeta Miguel Hernández.

El torero alicantino Angel Carratalá, fallecido en la plaza de Inca en 1929.

El cuadro 12, fosa común donde se enterró a Jose Antonio Primo de Rivera y posteriormente a otras víctimas de la guerra y la posguerra. También está aquí el legendario corredor alicantino Jose Morant, el Meló.

Lugar donde se enterró al fundador de Falange Española.

 

Placas en el cuadro 12 que recuerdan a las víctimas de los bombardeos sobre Alicante durante la guerra civil o de los fusilamientos de posguerra.

 

Algunas vistas generales.

El Cementerio de Alicante cumple cien años y para quienes tengan interés hay mucho más que ver… 1918-2018.

Imágenes y Fuentes:
*Archivo Municipal de Alicante

*Biblioteca Virtual de la Prensa Histórica

*diario El Luchador
*Alicante Vivo
*Redacción Hoja del Lunes.

Benjamín Llorens

Periodista.

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