Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Al paso

El acoso no es sólo escolar

Acoso (Fuente: www.depositphotos.com).

Se llamaba Sandra y así la llamarán, por toda la eternidad, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, además de la Virgen María, los ángeles y los santos entre los que habrá varios compañeros que, antes que ella —no ha sido la primera ni será la última, desgraciadamente— decidieron adelantar su viaje a la inmortalidad con una muerte purificadora, como la de Jesucristo en la cruz, perdonando a sus maltratadores: “porque no saben lo que hacen”. La jovencita sevillana de 14 años sufrió mucho y el sufrimiento tiene el premio de un Dios justo, que lleva a la Gloria celestial a Sandra y que, como infinitamente misericordioso, quiere perdonar a sus compañeras necesitadas de arrepentimiento y merecedoras de una penitencia que tiene que ser proporcionada y ejemplarmente enriquecedora, siempre fruto de la sabiduría y nunca del rencor y, menos aún, del odio.

Ya he dicho algunas veces que soy, me siento, cristiano, porque me gusta creer en Dios mi Creador junto a mis padres, a los que nunca agradeceré bastante (a Él y a ellos) lo mucho, lo todo, que me dieron y no sólo el saber, sino el ser como soy, el que ellos modelaron con su ejemplo de vida, el del buen Dios y el de los buenos padres, que esto último sí que me alienta a la hora de sentirme útil a mi familia y a la comunidad. Y todo esto lo digo porque, aunque no lo parezca, lo de la familia tiene que ver mucho, como la religión auténtica y comprometida, con el acoso escolar y con la multitud de acosos de unos seres humanos contra otros, lo que yo llamo multiacosos y que son los responsables, unos con otros, de la violencia externa e interna en la que se mueve gran parte de la sociedad, la nuestra, la de la nación y la de todos a nivel mundial.

Antes se decía que la familia era el núcleo esencial de la sociedad, de la nación. La familia y las familias de familias, con alguna que otra excepción, eran las señas de identidad y el orgullo de cualquier saga.

Ya con 88 años, cuando vuelvo, muy de vez en cuando, a mi pueblo, me emociona enormemente el abrazo de la gente mientras me recuerdan la bondad de mis padres y los lazos de cariño con abuelos, tíos y primos. Pocas familias se rompían antiguamente y muy pocos eran los ‘garbanzos negros’ en ellas. Era importante que, pese a las dificultades, la familia se mantuviera unida. Llevamos, sin embargo, bastantes años de crisis, cada vez más profunda, de la institución familiar. Podría decirse que ‘la familia’ ha sido sustituida, en gran manera, por ‘el emparejamiento’.

Ya saben mis lectores que no me gusta hablar de izquierdas ni de derechas, sino personas y cosas buenas y malas, pues de los partidos políticos sólo opino a través de sus acciones de gobierno y tanto en cuanto sus decisiones me parece que contribuyen a mejorar la vida de los españoles o a empeorarla. Bien está, por ejemplo, que suban el salario mínimo interprofesional, pero me gustaría más que se hiciera periódicamente y de acuerdo entre los agentes sindicales y empresariales con el Gobierno como mediador cuando sea preciso, pero no con un Gobierno aliado de los sindicatos de clase y empeñado en señalar a los empresarios como los enemigos del pueblo y de la gente, como si ellos no fueran pueblo y gente. Hubo largos períodos de tiempo en que sindicatos y patronal dialogaban y se mejoraban sueldos y condiciones laborales sin que el Gobierno se fotografiara con los líderes sindicales y prescindiera de los empresarios.

Creo que los empresarios sufren acoso de este Gobierno y especialmente de su vicepresidenta y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, que más perece una activista que una sensata miembro (o miembra si le place) de un Gobierno para todos los españoles.

Juan Ramón Jiménez, pintado por Joaquín Sorolla, 1903 (Fuente: Wikimedia).

¿Y qué me dicen del acoso contra los heterosexuales? Los gobiernos de Zapatero y de Sánchez sólo (casi) tienen buenas palabras y leyes para los homosexuales, gais y lesbianas. El primer gran triunfo de ZP fue el matrimonio homosexual. Se legisla que es lo mismo un matrimonio heterosexual (entre un hombre y una mujer) que uno homosexual (entre un hombre y otro hombre y una mujer con otra mujer). Parece evidente que dos cosas distintas no pueden denominarse de la misma manera. Se hace idioma por ley cuando lo normal hubiera sido una ley de parejas de hecho, dando a éstas todos los derechos del matrimonio civil tradicional. El nombre de las cosas no discrimina. Dar nombres diferentes a cosas diferentes es signo de inteligencia. Reitero la petición del Nobel de Literatura Juan Ramón Jiménez: “Inteligencia, dame el nombre exacto de las cosas”.

La patria potestad es otro campo para el acoso de los gobiernos supuestamente de izquierdas. Las chicas de 16 años ya pueden abortar sin conocimiento, ni, por supuesto, aceptación de sus padres y pueden cambiar de sexo a su arbitrio sin autorización paterna. Van contra la moral tradicional, que no es sólo cristiana sino derivada de la ley natural. Legislan como si fueran dioses y no respetan para nada la patria potestad. La exministra de Educación, Isabel Celaá, (premiada con la embajada de España ante el Vaticano !!!), pronunció esta barbaridad: “Los hijos son del Estado”. No sólo llevan —como leo en un digital— a la eliminación de la patria potestad, “sino que tienen como objetivo manipular a los menores en todos los aspectos de la vida social afectiva interpretando ambiguamente el derecho al mejor interés del menor”.

Nuestra sociedad necesita urgentemente no que vuelva Puigdemont, sino que recuperemos la sensatez, el sentido común. A todos los niveles, empezando por los gobernantes y hasta llegar a la familia, una familia de gente buena que dé buenos consejos a sus hijos para que nunca sean maltratadores. Fallan las familias y el Gobierno y la administración educativa. Los chicos maltratadores tienen que ser reeducados con amor y paciencia. Ojalá no haya más víctimas de acoso. El Cielo puede esperar si hacemos más agradable nuestro diario caminar por este maravilloso planeta Tierra que Dios nos ha dado para disfrutarlo a tope.

Ramón Gómez Carrión

Periodista.

2 Comments

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  • Cierto que dar el nombre exacto a las cosas terrenales es contagiar la verdad… y en las divinas más fe que certezas hipócritas…
    Gracias por invitarme siempre a reflexionar, maestro…

    • Maestro, de verdad, plenamente, sólo hay Uno. Los hubo en la Enseñanza Primaria y se perdió el nombre, el ‘don’ y… acaso algo más. Los maestros eran venerables y, casi siempre, venerados. Ahora, con cierta frecuencia, son acosados.
      Y tú, Pedro, hueles a maestro.