Marlaska, ministro de Interior de toda España, más obligado por ser magistrado, debe reflexionar hasta las últimas consecuencias, desde su ecuanimidad y en justicia plena, sin excepciones, por su objetivo de atajar todo discurso o acto constitutivo de delito de odio en España.
Me preguntaba, hace unos días, el porqué los periodistas más avezados y las periodistas más valientes, los privilegiados con mayor obligación ética, cuando están delante del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, silencian la pregunta que una magistrada juez experimentada, curtida durante décadas, me proponía días pasados.
Libertad editorial
Sé que desde hace mucho tiempo, demasiado tiempo para un país donde reina un rey y también la Democracia, nuestro actual presidente del Gobierno de España, presidente de todas las españolas y todos los españoles, rechaza someterse a preguntas directas, en escrutinio abierto y valiente, para responder a todas las interrogantes respetuosas y dudas periodísticas de toda índole editorial (libertad de criterio defendida por la Constitución Española).
De inmediato, me excusé esgrimiendo mi condición de periodista felizmente jubilado. Pero le aseguré, en defensa del rigor que debe guiar nuestro oficio, y me comprometí con la juez (aquí cumplo mi compromiso) a lanzar su pregunta en mi próxima colaboración en esta Hoja del Lunes de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante integrada en la FAPE (Federación de Asociaciones de Periodistas de España).
Diversidad necesaria
“¿Es discurso de odio insinuar en público el levantar un muro contra quienes votan en las urnas diferente al señor albañil?». Fue ésta la pregunta de la señora juez.
Ignoro tu respuesta, amiga lectora, y ni imagino la tuya, fiel lector. Yo me imagino otro escenario. En sueños, veo al secretario general del Partido Socialista Obrero Español, máximo responsable del PSOE, don Pedro Sánchez, preguntar al presidente del Gobierno, preguntarse él mismo mirándose al espejo, si insinuar el levantar un muro frente a quienes piensan políticamente diferente a él, gravísimo error en Democracia, es un discurso de odio que separa a españolas y españoles.
La diversidad nos enriquece, nos estimula, y además resulta necesaria en un país donde debe reinar la libertad. Nadie lo duda. Salvo bolsillos descerebrados en su egolatría sectaria, palmeras y palmeros que persiguen favores y dádivas políticas.
Macron y Trump
Del mismo modo, respetar a quien vote distinto a mí en las urnas es obligación primera de toda ciudadana y ciudadano español. Con más razón democrática, el respeto a la diversidad política es la obligación fundamental del presidente de todas las españolas y todos los españoles. ¿Echaste en falta la proclama de ser presidente de toda España en los discursos de investidura de nuestro actual presidente Pedro Sánchez en el Congreso de los diputados?
Sí lo hizo Macron en Francia y hasta el vehemente Trump en Estados Unidos. Ambos, aunque lo hicieran ‘de boquilla’ en sus discursos de investidura, se proclamaron como presidentes de todos sus conciudadanos en sus respectivos países.
Contagio de un idiota
Sin embargo, millones de españolas y españoles se sintieron huérfanos por el silencio estéril y discriminatorio de Pedro Sánchez, presidente. La culpa de ese gravísimo error, todas (ellas delante, por educación) y todos en España sabemos de quién ha sido la culpa. Porque descarto, por ahora, que el error fuera por contagio de algún idiota o listillo que tal vez termine entre rejas. El tiempo es juez ecuánime e inapelable. Pero lo peor del caso, pasados ya siete años, es que nuestro presidente siga ‘erre que erre’. Vale (cervantino).
‘Erre que erre’ es el signo evidente de que estamos ante un psicópata gobernando una España que fue un imperio en cuyos territorios nunca se ponía el sol. Y hay ministros, como el de Educación (¡qué vergüenza!), que ignora que nuestra patria evangelizó a gentes de todo el globo terráqueo y llevó la cultura de Occidente. Con errores, sí, pero con enormes aciertos. Casi todas las naciones de Hispanoamérica han ido a peor desde que se independizaron y sus peores gobernantes han emprendido campañas antiespañolas absurdas para intentar justificar su mediocridad repugnante. No tenemos remedio. El enemigo lo tenemos dentro. Un abrazo.
Compañero Pedro.
Tu artículo «¿Discurso de odio es tal vez insinuar el levantar un muro contra el diferente?», es de esos textos necesarios que cortan el ruido con lucidez. Denunciar la hipocresía de quienes claman contra el odio mientras excluyen física o retóricamente al ‘distinto’ es un recordatorio urgente a la coherencia, es el primer sacrificado en los extremismos. Celebro que señales estas contradicciones con rigor y valentía, justo cuando muchos prefieren el silencio cómplice.
Ojalá sirva para agitar conciencias y debates honestos. Seguimos.
Un abrazo fuerte, Jorge Monreal