Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Opinión

Después del agujero, un recuerdo agradecido

Puesta de sol en la ciudad de Alicante (www.depositphotos.com).

Hoy luce un espléndido sol típico del invierno alicantino. He saludado vagamente a Juan. Me he cruzado en la calle con él. Sin más importancia. Juan era compañero en la época en que cubríamos las urgencias del Hospital General. Nunca superamos la relación de colegas. ¡Adiós, Juan! Adiós. Y punto. Al llegar a este “espacio” casi tropiezo con un par de losetas que persisten levantadas en la acera desde que Franco dijo eso de “somos una unidad de destino”, o algo parecido. Pero, a nosotros, que éramos unos simples bachilleres de no más de trece años, nuestro único destino era la ilusión de que nuestro equipo de futbol ascendiera a primera.

Instintivamente giré la cabeza a la izquierda. Allí seguía, coronando una puerta de madera de estilo modernista, aquel escudo de escayola con el número cinco. El instintivo giro revolvió unas cuantas neuronas y recordé a mi querido amigo, cuyos padres ya han abandonado esta vida. La casa es hermosa, tal como cualquier edificio de ese estilo. Y continué. En unos segundos había llegado a mi memoria un hogar con su pasillo que daba a un comedor. El lugar de reunión habitual. El lugar donde, tras llegar de un encuentro de futbol trascendente, rompimos dos copas de coñac por brindar con excesivo entusiasmo la victoria del Hércules en La Viña.

Detuve mi marcha en el escaparate de la biblioteca valenciana. No me interesó ninguno de los libros expuestos y proseguí el camino. Hasta aquí instinto, recuerdos y curiosidad se mezclaron plácidamente. Hacía frío, realmente mucho frío para nuestra costumbre. Transcurría enero.

Crucé la calle, esa vía antigua, y ahora peatonal, donde se lucían grandes almacenes cuando niño. Ahora es un pandemonio, vamos, un “gallinero” donde se reúnen cientos de personas al amparo de bares y restaurantes que sirven también en la calle y el barullo es notorio. Y recordé mi desánimo. Dijo el médico “depresión”, ya en vía de repararla gracias a las milagrosas píldoras.

Hay, en la siguiente esquina, una joyería que detuvo mi marcha y, de paso, calmó mi incipiente alboroto mental. Recordé a mi compañera y proseguí la marcha.

Transcurrieron casi dos semanas. Desde hacía unos días, más de quince, estaba realmente cansado. Mi cansancio no remitía. Me pesaba el ánimo. Fui perdiendo fuerzas. Cierto que dormía mal. Realmente, muy mal. Hoy me sorprende que quien pernocta conmigo afirme que mi sueño es de libro. Gracias a Dios ella duerme bien. Se lo merece. Si acaso se puede despertar una o dos veces y me encuentra absolutamente dormido. Evito despertarla cada vez que yo lo hago, entre dos y tres veces por culpa de “mi sistema”. No funciona bien.

Este relato lo comencé a escribir en enero de 2025. Dije, entonces: “Hoy luce un espléndido sol típico del invierno alicantino”. Sigue en el calendario febrero y marzo. Hace calor y creo que comienza la esperanza”. Envío un wassap a mis amigos. ¡Buenos días! Y, sentado en este sillón orejero de mi “cuarto de estar”, sigo leyendo a Javier Sierra y al otro Javier (Cercas) que fueron mi gran compañía en esos días.

Ha pasado un tiempo.

Hoy, mes de julio, ya he conseguido ver la luz y me he enamorado más de mi compañera. La memoria se dispara por la noche y mis sueños siguen pasando por unas calles oscuras y enrevesadas. Pero todo concluirá de alguna forma. Espero mientras leo los últimos artículos de Gómez Carrión y Carles Cortes.

España sigue igual y se aprecia la falta de cultura. La educación podada en sus fundamentos. Qué de las humanidades. Le recuerdo a mi nieta Lucía (quince años) mi bachillerato de Latín e Historia, en el contexto de una dictadura. Creo que no lo llega a entender correctamente. Su adolescencia.

Imagen de portada: www.depositphotos.com.

He olvidado escribir y me lo recuerdan mis amigos de la Hoja del Lunes. Qué más quisiera. Ramón Gómez Carrión en el último número. Pronto publicaré mi nuevo poemario Séptima menor y una trova. Ya lo tenía escrito antes de este caos mental. “Será mi última obra”, repito con cierta pesadumbre. Devenir me apoya. (Devenir poesía y ensayo). Medito mi rotunda afirmación y aparece Sol Rabassa en un “Instagram” que agradezco (SoldeSol ediciones) y, aprovechando que la luz regresa, me decido a publicar otros que conservo escondidos.

Y aquí sigo. Gracias.


Francisco Más-Magro Magro

Alicante (San Blas) 1946. Médico Gerontólogo.
Miembro de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, de la Asociación Gerontológica del Mediterráneo y del Ateneo Cultural del COMA. Ha publicado en diferentes revistas de poesía y prensa diaria, así como cuatro libros de índole histórico y biográfico y otros cuatro poemarios.
Es un médico que escribe.

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  • Hermoso artículo, lleno de referencias íntimas de quien es grande en sentimientos y en letras. Esperamos con impaciencia tus nuevos versos. Un abrazo.