Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Haciendo amigos

Comer solo

Charla de voluntariado en Alicante (Fuente: Picatoste).

A veces toca comer solo. Y eso puede servirte para pasar una hora mirando tonterías en el móvil… o, mejor aún, para observar a tus contemporáneos. A mí me gusta ir al Gourmet de El Corte Inglés: tiene parking gratis y, si se tercia, puedes pagar a fin de mes la ensaladilla. Siempre se aprende algo allí; hoy, mucho.

A mi izquierda no había nadie. A la derecha, una chica muy elegante y amable que, por el acento, no era de aquí. Y junto a ella —aunque no iban juntas—, una señora mayor con gorra. Creo haberle oído decir que era de Benilloba. Se había pedido un café, después de dar buena cuenta de una ración entera de quisquillas, jamón del bueno y algún filete de algo. Celebraba que el médico le había dicho que no tenía nada grave. Esa es una de las grandes noticias que uno puede recibir en la vida, junto a los aprobados en los estudios o el amor correspondido.

La chica joven no paraba con el móvil, pero alternaba conversación con la señora de la gorra. Y me dejó alucinado cuando, sin pensarlo, le ofreció probar su solomillo y le pinchó un pedazo en el tenedor. Así de natural. Evidentemente, se habían hecho amigas. A mí me dieron ganas de escribir. También de preguntarle de dónde era, solo por tener una mejor imagen de su lugar de origen: eso no lo hace cualquiera.

Fuente: Picatoste.

Recordé un viaje a París. Un señor argentino esperaba para el aseo y había un baño libre que él no veía desde su posición. Se lo dije y me lo agradeció.

—¿De dónde sos? —me preguntó.

—Español —le respondí.

—Un francés nunca me habría dicho que podía pasar —me dijo sonriendo.

Somos así.

No pude resistirme a intervenir en la conversación de las dos mujeres. Dudé, claro, por no parecer entrometido. Pero el gesto de la chica merecía reconocimiento.

—Perdona, ¿te puedo preguntar de dónde eres?

—De Oliva.

—Pues quiero que sepas que lo que has hecho no es muy habitual.

—Ya… Pero me ha puesto los pelos de punta oír a Reme —la señora de la gorra— contar que pensaba que estaba enferma y no, y que ha venido a celebrarlo con unas quisquillas y una «platerá» de jamón.

Se unió Reme a la conversación, que fue breve pero entrañable. Conocerlas a las dos fue de lo mejor del día. Comer solo, al final, no fue tan triste ni anodino como podría parecer. Julia, una dulce empresaria de éxito y Reme, un éxito de persona, ya forman parte de mi historia. Todo por observar… Y atreverse a hablar con otros. Siempre se aprende.

Comía solo porque a las cuatro tenía la clausura de las charlas del voluntariado, organizadas por ese grupo de gente que siempre hace magia: Ginés Llorca, María Parra, Tomás Torio, Natalia, Ana, Suni y todo su equipo. Por allí pasaron Chencho Arias, Teresa Viejo, Lancy Dodem, Nadia Ghulam, Farhang, el cirujano Lorenzo Rabadán o Juan Lledó, entre otros muchos. Un trabajo increíble que ha conseguido unir a gran parte de las asociaciones de nuestra ciudad en torno a un proyecto común: la Escuela del Voluntariado. Como decía siempre el añorado Manuel Peláez: «hay que devolver a la sociedad parte de lo que te ha dado».

En la ponencia de clausura, Teresa Viejo habló de la curiosidad como fuerza interna que nos mueve y nos ayuda a superar los problemas. Me quedo con una de sus reflexiones psicológicas cuando alguien te cuenta sus problemas:

—¿Sabes lo que me está pasando?

—Te está pasando la vida.

Pues eso: la vida, que a veces se sienta contigo a comer sola… Pero acaba enseñándote algo. Haciendo amigos. Hoy, tal vez, de otra forma.

Pedro Picatoste

Empresario e historiador.

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