Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Trescientas... y pico

Cinema Paradiso

Fotograma de la película Cinema Paradiso,

De las siete acepciones que el diccionario de la Real Academia da a la palabra gallinero quizá la que mejor define lo que últimamente sucede en el Congreso sea precisamente la última de ellas, la que lo explica en sentido figurado y coloquial: Reunión donde la discusión embarullada y confusa impide el mutuo entendimiento. Y ese y no otro parece el objetivo del ruido y el insulto casi continuos. Intentar que la sesión no avance, provocar el caos para que toda posible mejora se empantane.

Mirando al pasado y al terreno de los símiles y las metáforas, seguramente el ejemplo pueda ser compartido y explicado como una mala copia daguerrotipada de aquellos otros tiempos de luces temblorosas dentro y sesiones cortocircuitadas fuera. Sucedían, casi siempre, bien que lo recuerda uno, especialmente en tardes de domingo. De otoños y de inviernos interminables —o eso parecían—, sesiones dobles en las inabarcables pantallas de los cines de ciudad, de pueblo, por entonces casi las únicas mirillas abiertas al futuro que acechaba.

Cine Capitol, Valencia (Fuente: https://www.valenciabonita.es/).

Allí dentro, en aquel ambiente entre sedoso y pringoso, espacios donde reinaban las cáscaras de pipa y los restos de grasientos bocadillos, cohabitaban necesariamente dos públicos. Dos mundos, siameses e interdependientes al tiempo: uno, abajo, en el patio de butacas, más señorial si se acepta la expresión, más interesado en aquellas inabarcables fábricas de sueños; y otro, allá arriba, envuelto en una cierta y cómplice oscuridad, llamado gallinero. Era este ultimo un lugar oscuro, sucio, sin derecho a asiento individual, ocupado mayormente por una mezcla heterogénea, algunos de sus habituales ocupantes, como ahora, más interesados en la película de fuera que en la pantalla de dentro. Y, eso sí, siempre propensos a provocar el alboroto, la risa contagiosa, el jaleo tribal, el aplauso irreflexivo y cuyo mayor éxito —también como ahora— era ser finalmente expulsados de la sala.

Algo así parece suceder de un tiempo acá en el Congreso de los Diputados, en el Senado, espacios éstos convertidos por los viejos/nuevos alborotadores en foros del desencuentro, en acomodaticios gallineros, donde es fácil esparcir la podredumbre intelectual con total descaro e impunidad.

Fotografía: Perfil de José Pérez en Pinterest.

¿Qué hacer? ¿Cómo proceder? Son las preguntas que muchos políticos, periodistas y ciudadanos se hacen estos días. Y la respuesta casi siempre va en el peligroso camino de la censura, del encorsetamiento del debate, y puede que no sea esta la mejor salida. De suceder así, de encorsetar el debate hasta límites que rozarían la pacata ridiculez, este, quizás, sería también su mayor éxito. El mayor trofeo de los sedicentes de la palabra.

Está bien, y es su trabajo, que la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, lo intente una y otra vez —Les pido, por favor, respeto en las expresiones que se utilizan y contención en el lenguaje. Debemos querer contribuir a la convivencia dentro de esta cámara porque queremos contribuir a la convivencia fuera de esta cámara— pero quizás no sea este, al menos no solo, el mejor de los trazados. Quizás —pensémoslo— fuese mejor aguantar el ruido, poder mirarle a los ojos a quienes así proceden, para saber de qué pasta están hechas sus verdaderas intenciones.

Carla Toscano (Fuente: Vox España).

Como también es bueno poder comprobar la cobardía de algunos hombres diputados escondiéndose tras la procacidad insultante e inmisericorde de algunas mujeres contra sus pares: Su único mérito es haber estudiado en profundidad a Pablo Iglesias, Carla Toscano (Vox) a Irene Montero. Como es bueno que la aludida —Irene Montero— se estudiase la lección y al día siguiente aprovechase la primera correría dialéctica para contestar y optase por la salida facilona de extender la tinta del calamar para comidilla de adeptos: Ustedes, los del PP, promueven la cultura de la violación. Y todo, dicho sin distinción ni brocha fina, como requería la ocasión, como si el machismo fuese (solo) cosa de la bancada de la derecha y en sus propias filas y alrededores no hubiera preocupantes signos y evidencias de tal proceder.

Irene Montero (Fuente: https://contrainformacion.es/).

De modo que sí, apostemos porque siga libérrima la función, que la cinta no se pare, que el exabrupto lo puedan seguir profiriendo dentro, quizás como antídoto y vacuna de lo que pudiera ocurrir fuera, arriesgando el tiempo que nos ha tocado vivir, pero convencidos de que la fábrica de los sueños sigue estando del lado de quienes prefieren —preferimos— seguir mirando la película.

Y, eso sí, que nunca suceda como ocurre en una de las escenas finales de Cinema Paradiso, que la vieja sala sea brutalmente derribada para levantar en su solar un baratario aparcamiento. Quedémonos, a ser posible y como también sucede en el mítico film, con la ristra de fotogramas que dieron forma a cada una de nuestras vidas, a cada uno de nuestros sueños.

Pepe López

Periodista.

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