Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Cultura

Anecdotario de la terreta s. XIX

Libro: Sucedió una vez. Alicante camino a la modernidad
Autor: Benjamín Llorens Brotons
Portada: Alicante en el siglo XVII
Edición: Autor en Amazon 2020
Páginas: 104 Páginas, con formato 15 X 21´5

Este mes de agosto, derritiéndome como una pastilla de mantequilla a la intemperie, 36 grados a la sombra (hasta a 40 grados llegamos unos días), sin que se movieran ni las hojas últimas de la meta de los álamos, me topé en mis indagaciones históricas con una llamativa portada del monte Benacantil y puerto de Alicante de un grabado panorámico antiguo (Alfred Guesdon de mediado siglo XIX) del libro Sucedió una vez. Alicante hacia la modernidad, con la sorpresa de que su autor es el alicantino y amigo Benjamín Llorens Brotons y, diligentemente, lo compré en Amazon. Me llegó enseguida, me lo trajo un mensajero de pelo rubio, posiblemente polaco, o quizás se lo había tintado. En mi juventud, los mozos rubios con ojos verdes tenían mucho éxito con las chicas. Así es la adolescencia, un estado de tontura que con los años se cura, aunque a otros les perdura más años.

El periodista y escritor Benjamín Llorens nos regala una selección de sucesos curiosos y poco conocidos de nuestra millor terreta de món, una expresión popular higiénica y acertada por la bonanza de nuestra climatología. Por ello, no se me ocurre otro título mejor para definir su libro como “Anecdotario de la terreta S. XIX”. Como nos apuntó Vicente Ivars en Información (8-05-2023), la expresión o eslogan se la debemos a unos versos del Marqués de Molins:

De hecho, también es cosa sabida, aunque no tanto, que el albaceteño Marqués de Molins, allá por 1841, plasmó dicha locución en unos versos que escribió al poeta castellano Manuel Bretón.

Conozco a Benjamín, actualmente colaborador de Hoja del Lunes, y las veces que he hablado con él he percibido su amabilidad y vastos conocimientos de nuestra ciudad, una urbe que se baña a los pies del monte Benacantil y no se oculta de la mirada de dos castillos: el de Santa Bárbara y el de San Fernando (y el desaparecido baluarte de San Carlos). Esta relación de amistad no quiere decir que esta crónica a su libro sea laudatoria, porque la obra se avala por sí sola.

Playa del Postiguet actual. Foto: Redacción
Playa del Postiguet actual. (Foto: Redacción).

Benjamín es un periodista nacido en el barrio del Pla-Carolinas de Alicante, ciudad en la que actualmente reside. Atesora una dilatada trayectoria profesional en la radio, siempre en la cadena SER desde que en los setenta ingresó como becario en Radio Madrid. Fue director de Radio Alicante (en dos etapas) y Radio Murcia, entre otras emisoras. Cuando digo que “solo lo sabe hacer un gran comunicador” me refiero a su estilo literario: ameno, directo y llano, propio de los locutores que van directos al grano, a los sentimientos del oyente y, en este caso, de los lectores. A mí me ha enganchado y me ha acogido en el asilo de su pluma.

Entrando en materia

La cuestión es que las 21 secciones o capítulos (titulados sin numerar) relativos a la historia de Alicante acotada en el siglo XIX, que se agrupan cronológicamente en 104 páginas que me he leído con fruición en un par de tardes bajo el aire acondicionado de casa, sin temor a que Iberdrola me dé un palo este verano. He de decir que la técnica narrativa es directa, amena y muy entretenida, de alguien que conoce la técnica narrativa del interés; es decir, que usa el recurso de solapar el final de un capítulo con el siguiente en lo que se llama “enganche de tensión”.

La salida de meta del libro es una introducción que acertadamente ha titulado “De qué va la cosa”, confirma su lenguaje llano y directo para evitar, si cabe, ese “palabro” académico que equivale a “Prólogo”, que con siete párrafos o apuntalamientos resume de qué va el libro…, pero yo no voy a desvelar su contenido, puesto que es el lector a quien corresponde averiguarlo.

Posee Alicante el “título de Ciudad” y otros fueros desde que el rey Fernando II de Aragón (más conocido por el Católico, consorte de Isabel I de Castilla) lo concediera en 1490 (estando el rey en Córdoba), como nos cuenta Benjamín en su anecdotario histórico Sucedió una vez. Nos muestra un trabajo serio y riguroso, muy bien documentado, con 19 ilustraciones que ha obtenido de archivos, bibliotecas, colecciones nacionales e internacionales y otras fotos del autor. El collar de la Insigne Orden del Toisón de Oro, de origen borgoñón, se lo concedió a la ciudad el rey Carlos I en 1524 por los servicios prestados a la Corona.

Escudo de Alicante actual (Fuente: www.alicante.es).

Me ha llamado la atención una biografía que desconocía de un ilustre alicantino olvidado, Francisco Bouligny Peret, hijo de un comerciante francés afincado en Alicante, de los muchos que llegaron a España después de que el borbón Felipe V ocupara el trono. Fue Francisco el séptimo de los 16 hijos que tuvo la paridora alicantina María Peret con el francés Jean Bouligny. Tomó la milicia como profesión y acabó de gobernador militar de Lousiana (Estados Unidos) en el periodo español (1763-1803) por el Tratado de Fontainebleau de 1762, un extenso territorio de más dos millones de kilómetros cuadrados entre Canadá y el Golfo de México. Esta tierra se llamó Luisiana en honor de Luis XIV, cuando en 1682 se incorporó a la Lousiana francesa. Este ilustre alicantino no tiene una calle ni una plaza en Alicante, que yo sepa, lo que sí he encontrado una reseña biográfica del cronista Pascual Rosser Limiñana en Alicante Plaza.

Voy a entresacar algunas interesantes anécdotas como la de la amante del rey borbón Fernando VII, llamada la Bella Cigarrera de Madrid, a la que le regaló una joya de abanico que era de la reina Amalia. Los mamporreros del rey se la tuvieron que alejar de su vista y de su descomunal pene y la enviaron a Alicante a trabajar a la entonces Fábrica de Tabacos (hoy llamado Centro Cultural Las Cigarreras).

Fernando VII, pintado por Vicente López Portaña. Colección: Museo del Prado (Fuente: Wikimedia).

Resalto la historia del Museo Algorfino (calle Mayor) propuesto al Ayuntamiento por el VI marqués de Algorfa, Carlos Pérez de Sarrió, que al morir sin descendencia en 1855, sus herederos no respetaron el testamento de don Carlos, aunque el título nobiliario sí pasó a su sobrino nieto Pedro de Roja. Una lástima haber perdido una colección de arte donde había obras de pintores como Velázquez, Alonso Cano, dos Murillo, Ribera, Zurbarán, etc., un inventario que llegó a contabilizarse en 765 obras. Algorfa es un pequeño municipio de la Vega Baja del Segura. El marquesado de Algorfa fue creado el 5 de marzo de 1762 y por real cédula de 1762 por el rey Carlos III a favor de Francisco Ruiz-Dávalos Maya Rosell y Viudes de la Torre, coronel del regimiento de la caballería de Algarbe, brigadier de los reales ejércitos, regidor de Orihuela. Para curiosidad del lector, existen en España, en vigor, 2824 títulos nobiliarios, de ellos, 1369 marquesados. Estos, al ser nombrados por el rey pagaban lanzas, es decir, altos impuestos especiales para las arcas reales.

Emplea Benjamín varios capítulos sobre la llegada a Alicante del tren que se deslizó por camino de hierro en diciembre de 1857, un día de los Santos Inocentes, siendo la primera línea en España de largo recorrido, lo que convirtió a nuestro puerto y playas en “el puerto de Madrid”, aumentando considerablemente el comercio de mercancías y el embarque para América, junto a otros productos típicamente artesanales del comercio alicantino como el esparto, uvas pasas, higos o jabón, así como los codiciados vinos, entre otros el afamado Fondillón destinado a los exquisitos paladares de los europeos, incluyendo Gran Bretaña.

En mayo del año siguiente nos visitó la familia real de Isabel II, con todo su séquito y gobierno, por tres días. Se alojó en el ayuntamiento, hubo que decorarse su interior con color azul celeste, el color favorito de la reina, desde entonces el Salón Azul se conserva de ese color. Fue aclamada y vitoreada por 24 bandas de música y todos los alicantinos pudientes y monárquicos. Visitó el monasterio de la Santa Faz, asistió a una corrida de toros, hizo donaciones a varios conventos y embarcó para Valencia en la fragata Rey Francisco, escoltada por los navíos de la Marina. Usando para acceder a la fragata lo que conocemos hoy día como “La escalera de la reina”, convertido entonces en un pabellón real, donde se haya hoy el bronce de Ícaro con tabla de windsurf y se sitúa la placa o la marca de la cota cero del nivel de mar Mediterráneo —de la que también habla Benjamín—. Ni el Ayuntamiento, regido por alcalde José Miguel Caturla, ni la Diputación repararon en gastos, todo a lo Hollywood, por lo que entraron en quiebra económica. Sin sospechar la reina que, años más tarde, en septiembre 1868, se inició una revolución llamada “La Gloriosa”, instigada en el Pacto de Ostente por el insurrecto general Juan Prim para establecer una monarquía parlamentaria. La reina tuvo que exiliarse a París con toda su familia.

El regreso de Ícaro con su ala de surf, escultura urbana de Esperanza d’Ors (Fotografía: Benjamín Llorens).

Otras anécdotas del libro las dejo hilvanadas para que las disfrute el lector, como la del francés Jean Laurent, que hizo la primera fotografía de Alicante amurallada y aparece publicada en el libro. O el “aparato sumergible” o primer submarino de Cosme García Sanz llamado jocosamente “Garcibuzo”, botado en inmersión por 45 minutos con éxito en el puerto Alicante en agosto de 1860, y que, años después, acabó con un triste final, adelantándose 28 años al submarino eléctrico de Isaac Peral que se botó en aguas de San Fernando (Cádiz) en septiembre de 1888. También nos cuenta Benjamín el enésimo y trágico bombardeo de Alicante por los federalistas intransigentes de Cartagena en septiembre 1873, por la fragata Numancia y otros navíos durante la I República española dividida entre unitarios y federalistas (Alicante se mantuvo unitario, excepto Alcoy con su revolució del petroli). Y se cierra el libro con la colocación en el Ayuntamiento de Alicante del clavo de bronce marcando la cota cero en 1874 como resultado de las mediciones de las oscilaciones de la altitud del nivel del mar. Fue cuando aparecimos en todos los libros de Geografía al situar Alicante en el mapa de España.

Conclusiones

Pienso que este anecdotario de la terreta, titulado Sucedió una vez. Alicante hacia la modernidad debe continuar con una segunda parte más extensa, ya que sus 104 páginas se me han hecho muy cortas. Benjamín sería un excelente cronista de nuestra ciudad, del castillo y del Toisón de Oro sin gran esfuerzo.

Es una obra educativa que se debería leer en los institutos de Enseñanza Media y en la Universidad. Nosotros los alicantinos tenemos mucho que aprender de nuestra historia, lo que sucede es que somos más festeros que lectores por culpa del clima, y además no tenemos tiempo para nada y vivimos deprisa desde que nos llegó el tren en 1857.

Ramón Palmeral

Soy escritor con más de 40 libros publicados sobre temas diversos. Socio de Honor de Espejo de Alicante, socio del Ateneo Blasco Ibáñez de Valencia, colaborador de la Fundación Cultural Miguel Hernández de Orihuela. Publico crónicas culturales y políticas con un sentido satírico desde hace más de veinte años, puesto que considero que la labor del ciudadano y de la prensa es la de fiscalizar al poder. Dirijo el portal Nuevo Impulso.net de arte, cultura y opinión. Mi correo: ramon.palmeral@gmail.com

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