Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Narrativa

Adiós, madre. Adiós, hija

Fotografía de Cristina Llorens.

Todas las madres son hermosas. Aunque la primera vez que abrimos los ojos a su mirada las encontramos algo pálidas y ojerosas, y un poco despeinadas, inmediatamente nos cautiva su sonrisa y se nos cuela la dulzura de su voz, atrapando en su cadencia, para siempre, nuestro pequeño corazón. El futuro entero contenido en ese instante, y el mundo a su paso, ajeno al pálpito del milagro de la vida.

Una casa llena de niños. ¿Mamá, me coges? ¿Mamá, podemos salir? ¿Mamá, me lo dejas? Mamá ¡yo no he sido! Mamá ¡el jersey pica! Hambre de pan con mantequilla y azúcar. ¿Mamá, cuándo merendamos? Y ella, aferrada al momento de poder de sus pensamientos, mientras las manos se le enredan entre la lana o el perlé, ahora enseguida, cuando acabe esta vuelta. Descubrir que una vuelta y un jersey son sinónimos en el espacio-tiempo de la maternidad fue la primera inmersión en el mundo fascinante del poder de la palabra. Aunque él siempre pensó que ese mundo lo había creado para nosotros en la ínsula que don Quijote le prometió a Sancho. ¡Cuán equivocado estaba! Ni Sanchos, ni Quijotes, ni ínsulas prometidas, la palabra siempre le perteneció a ella, y es en ella donde siempre residió. Bajo la custodia de su amor, a salvo de la usura del dolor, en ese lugar al que en cualquier momento y circunstancia puedes regresar para encontrarla. Y allí, imperturbables, recuperarlas.

De pronto, la vida. Una lucha constante por volver al reino de su regazo, por acomodar nuestro cuerpo entre el hueco de sus piernas y reposar la cabeza sobre su pecho hasta acompasar nuestra respiración a la suya y tornar, aun por un solo segundo, a ser una y la misma.

Pero la belleza se come a la belleza en un festín al que asistes de incógnito y en el que, sin embargo, todos saben que eres reina incuestionable. Mientras ajustas tus pasos a sus tacones, la ligereza de tu vestido a sus sueños de brocado, la inocencia de tu sonrisa al rojo carmín de su risa que todo lo inunda, la ilusión de un libro nuevo al arcón repleto de hilo egipcio y bolillos, el magisterio y la pluma al futuro de pleitos y expedientes. Y alcanzas con firmeza una vida, la tuya. Y te alzas con orgullo sobre las puntas de tus dedos enarbolando victoriosa la bandera de tu triunfo, para descubrir, tras el verde de sus ojos, una mirada bañada en el agua bendita del orgullo y la satisfacción.

Y casi sin darte cuenta, con el vuelo veloz que alcanza la vida cuanto más se acerca al final, te encuentras enfrentando el momento de la despedida. Cuando más que a una madre, a la que sueltas de tu mano es a una niña, en un adiós dilatado en tardes de paseos, besos y palabras enredadas en sí mismas, tan llenas de todo que se les queda pequeño el hueco de sus labios, y salen urgentes, atropelladas, invencibles incluso en su desvarío, pero siempre, siempre, siempre, envueltas en el mismo papel de regalo de su sonrisa, en la misma cadencia dulce de su voz. Mamá, lo quiero, pero no me quiere. Mira, mamá, pone mi nombre, lo he escrito yo. Mamá ¿te gusta? Ella me mira distraída, me sonríe, como si la vida y el mundo que siguen girando en el exterior fueran todavía amables y sencillos, porque, nena ¿quién como tú? ¿cuándo como ahora?

Adiós, madre.
Adiós, hija.

Y, de nuevo, el equilibrio. Todo vuelve al origen, a la primera vez que abres los ojos a su mirada y la encuentras hermosa, cansada, ojerosa, feliz. Viva. Eterna.

Cristina Llorens Estarelles

Bibliotecaria de la Escuela Europea de Alicante.
Subdirectora de Documentación Instituto Juan Gil-Albert (2015-2019).

6 Comments

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    • Muchas gracias, Ofelia, por tu lectura, sé que lo has leído con mucho cariño, con cariño de madre, de hija, de amiga. Gracias. Un abrazo.

  • Las tuyas son también esas «palabras enredadas… siempre envueltas en el mismo papel de regalo de su sonrisa, en la misma cadencia dulce de su voz». Hermosa despedida. Hermosos ‘adiós’. Un fuerte abrazo.

    • Muchas gracias, Ramón, por tus palabras. Palabras hermosas siempre las que le dedicas a mis textos. Muy feliz y agradecida por tu lectura, y por tu cariño. Un abrazo fuerte.

    • Gracias, Susana, gracias por tus palabras. Un recuerdo de hija convertido en un homenaje a todas las madres. Me alegro de que te haya gustado. Un abrazo