«Lo confieso. Llevo unos años pensando cómo aligerar mi agenda de contactos y lo he decidido. Con el inicio de 2025 voy a ir seleccionando aquellas personas que me importan y separándolas de aquellas que en algún momento de mi vida se cruzaron en mi camino pero de las que el día a día nos ha ido distanciando. Estoy harto de nombres y apellidos que no localizo cuando busco realizar una llamada. Cansado de fingir que tengo un grupo infinito de personas que me importan. Tras la sugerencia de mi terapeuta, pongo punto final a aquellos desconocidos…».
Un caso práctico como el anterior seguramente os habrá venido a la mente en algún momento de vuestra vida. Con la digitalización de los contactos, al igual que la ampliación de estos en las redes sociales, cada vez más tenemos los datos personales de una infinitud de perfiles que no siempre localizamos en nuestra memoria. Tal vez tenemos amistades en común y por eso, con el imperio de los algoritmos, los hemos ido atesorando en nuestro buzón infinito de contactos virtuales. Es posible igualmente que en algunos momentos tuviéramos algún tipo de relación, si no personal como mínimo laboral, pero el tiempo pasa y las agendas electrónicas quedan alejadas de nuestra cotidianeidad. Para llevarlo a cabo, como propósito de año nuevo, no hace falta ningún tipo de notificación, privada o pública, como la que algunos exhibicionistas realizan en los muros de sus perfiles, como una especie de resentimiento frente a mensajes negativos que en algún momento han recibido. Se borra y ya está. No es necesario ni bloquear ni enviarles un mensaje de despedida.
Decía Aristóteles en su obra Ética a Nicómaco que “las amistades basadas en la utilidad terminan cuando se extingue el beneficio que las origina”. Una idea pragmática y tal vez materialista sobre la amistad que el filósofo clásico sentencia cuando afirma que “las amistades por placer cesan cuando el placer ya no existe”. Deberíamos entender, pues, este sentimiento establecido entre los humanos como un hecho perenne, que puede caducar. Todo ello sin rechazar que alguna amistad puede ser duradera, cuando responde a una coincidencia de caracteres y no a intereses pasajeros. La historia de la literatura va repleta de historias donde este sentimiento establecido entre los humanos es expuesto para su análisis. Desde la relación de Sancho Panza con don Quijote —un ejemplo de conexión auténtica y leal—, a la establecida entre Sam y Frodo en El Señor de los Anillos (1954-1955) —una muestra del poder de la lealtad y el sacrificio en circunstancias extremas— y a una más reciente como Las ventajas de ser invisible (1999) de Stephen Chbosky donde un adolescente introvertido, Charlie, encuentra con Sam y Patrick el valor para superar sus desafíos emocionales. Una pequeña joya para quienes nos sentimos atrapados con personajes desvalidos y que buscan su superación a través de la experiencia.

Hacer limpieza de mis contactos en la agenda o en las redes sociales sirve, pues, para mantener un entorno digital más positivo y significativo. En primer lugar, habría que localizar si se mantienen los valores compartidos con esas personas, todo ello en un mantenimiento de mensajes o de comentarios de manera regular. La pregunta clave para su borrado es: ¿su contenido me inspira o me afecta negativamente? Podemos añadir esta otra: “¿su conexión es útil o significativa en mi vida actual? Otras técnicas de revisión pueden ser las que atañen a la actividad en las redes sociales, o sea, si interactuamos con ellos o simplemente figuran en nuestra lista de contactos. Hace ya tiempo me he cansado de los voyeurs digitales, aquellos que solo revisan tus acciones para conocer tu situación o tu estado de ánimo. Como en toda amistad física, la reciprocidad es básica para entender la voluntad de compartir la cotidianeidad. Mantener en tu red a quien observa tu vida privada sin comentar, reaccionar o interactuar no tiene sentido alguno. Este hábito conlleva una relación superficial, teniendo en cuenta que los propietarios de los perfiles solemos hacer una selección consciente de los datos que compartimos.
El voyeur digital tiene un interés natural por la vida de otras personas, conocidas o no, exparejas, celebridades o simplemente conocidas. Prefiere observar y recopilar información sin involucrarse emocionalmente; su cobardía les conduce a no exponerse pensando que su interacción puede ser juzgada. Es obvio, pues, que esta tendencia puede desencadenar sentimientos de comparación, envidia o insatisfacción. Todo ello desde la información sesgada que obtiene del perfil que le lleva a juicios gratuitos o imparciales sobre nuestra propia actuación. Por este motivo, defiendo un mantenimiento de contactos que uso regularmente o que tienen una relación significativa de amistad real. Porque no tiene sentido ser visible para quien se mantiene invisible, a pesar de las reflexiones del joven protagonista de la novela de Stephen Chbosky. Seamos visibles para quien nos importa, haya formado parte de nuestro pasado o de nuestro presente. ¡Palabra de visible!
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