Los socialistas valencianos, con Diana Morant y Ximo Puig a la cabeza, a tope con Pedro, al que aconsejo un Gobierno de coalición con el PP
Escribo este artículo (casi una carta a los lectores) en domingo, desgraciadamente un día antes de que se edite esta Hoja del Lunes, día en que Pedro Sánchez nos comunicará a los españoles si sigue como entrenador de España o si deja sin preparador a todo el país. Menos mal que Xavi ha deshojado la margarita y respiramos tranquilos con la salvación del Barcelona. No todo iban a ser malas noticias. ¿Malas? ¿Buenas? ¿Es bueno que Xavi siga? ¿Es bueno que Pedro continúe? ¿Es malo que se vaya, si es que se va que no lo creo cuando escribo estas líneas?
Decida lo que decida el presidente, nadie le podrá quitar la gloria de esa solemne confesión de amor a su esposa, de la que sigue profundamente enamorado tras veinte años de matrimonio. Los ramos de flores de españolitos de todas las tendencias políticas deberían inundar los accesos a la Moncloa, en concordancia con lo que dice la ministra valenciana y secretaria general del PSPV, Diana Morant, que proclama su adhesión a Sánchez como española y no como socialista al tiempo que anima a todos a solidarizarse con él. Creo que todos deberíamos llevar flores a la Moncloa, que es la casa de un presidente de España, de todos, y no a Ferraz, que es la sede del PSOE y, por tanto, la casa sólo de los socialistas. Pedro es de todos; es el presidente de todos, el que proclama “a pesar de todo, creo en la Justicia de mi país”, mientras el coro nacional socialista, arropado por separatistas, grita que hay que acabar con la independencia del poder Judicial y someterlo al Ejecutivo y al Legislativo.
Llevan razón todos los ministros y ministras que gritan que “en política no vale todo”. Eso lo han dicho todos los políticos del mundo mundial y todos sabemos que mienten como bellacos. Toda España y parte del extranjero sabe que Pedro dijo que no pactaría con Podemos y pactó; que traería a Puigdemont a declarar ante la Justicia y lo que ha hecho es dar el visto bueno (yo creo que malo) a una ley de amnistía escrita por Puigdemont. También reiteró que nunca se aliaría con Bildu y luego se ha asociado con Otegi hasta para legislar, un Otegi que niega que ETA sea terrorista. Una banda terrorista ETA que asesinó a cientos de españoles, entre ellos doce dirigentes socialistas, el último el exministro Ernest Lluch.
Pedro Sánchez dice en su carta que a las acusaciones de la derecha “responderé siempre desde la razón, la verdad y la educación”. El político que nunca ha ganado unas elecciones y es famoso por sus reiteradas mentiras se permite presumir de verdad. El político que se alía con defensores de etarras, nacionalistas, independentistas y separatistas enemigos de España se jacta de ello. Y el presidente que, en el Congreso de los Diputados, se carcajea vilmente del líder del PP, presume de educado. Dijo públicamente que perdonaba a Puigdemont (traidor a España) porque necesitaba sus siete votos para gobernar y, en su carta, proclama que “no tengo apego al cargo”.
Claro que lo tiene y porque lo tiene va a seguir en el machito y lo atribuirá a la respuesta casi unánime del pueblo español pidiendo que lo ‘amnistíen’, que no otra cosa era lo que se leía entre líneas de su inesperada, llorona y meliflua misiva. Carta que, en el fondo, es una confesión para que los españoles le perdonemos todos sus muchos y graves pecados. Su carta es una confesión, pero no de sus pecados (de los que no se arrepiente), sino de los pecados de la derecha y de la ultraderecha, a las que no perdona ni perdonará nunca. Odio eterno a los que no piensan como él, el mismo odio que tenían los romanos a los cartagineses, a los que borraron del mapa al grito de ‘delenda est Cartago’.
Lo de Begoña no debería llevar a Pedro a hacer unos ejercicios de meditación tibetana. ¿Por qué no se ha aislado totalmente en lugar de reunirse con ministros y otros asesores de confianza? ¿Es que no cree en sí mismo para reflexionar? ¿Cómo va a meditar si no para de reunirse y de recibir llamadas telefónicas de todos los dirigentes nacionales y regionales que no quieren quedarse atrás en sus muestras de adhesión al líder? Entre los primeros en secar las lágrimas del presidente llorón (todavía no del llorado expresidente) están ‘nuestro’ expresidente Ximo Puig, la ministra Diana Morant, aupada a secretaria general por Pedro, y todo el aparato del PSPV.
Sería deseable el fin del desgobierno del Gobierno de coalición sociocomunista apoyado por separatistas. Eso lo ve hasta un ciego y lo grita hasta un mudo. Las piedras hablan. Urge un Gobierno de salvación nacional. Sería la única salida digna para un presidente que dobla la cerviz y reverencia a bilduetarras, comunistas, separatistas e independentistas de todo signo, lo mismo catalanistas que euskaldunos. ¿Lo habrá visto claro en estos días de reflexión?












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