Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Trescientas... y pico

Zapatero y Ayuso, dos personajes fuera de cuadro

Isabel Díaz Ayuso (Fuente: Gobierno de la Comunidad de Madrid).

Muchos se preguntarán estos días, nos preguntamos, si ante el disloque de la política nacional, ante la deriva disparatada de esa misma acción política, quien decide y manda en el PSOE de un tiempo acá es quien ostenta el doble cargo de presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, o si más bien quien ejerce ese poder en la sombra es un tal José Luis Rodríguez Zapatero. Muchos se preguntarán también, nos preguntamos, y con el mismo o parecido énfasis, si quien manda, decide y fija rumbo en el PP es Alberto Núñez Feijóo o es más bien la figura confusa, oscura, faltona, mentirosa a ratos y con claros aires trumpistas de una tal Isabel Díaz Ayuso.

José Luis Rodríguez Zapatero ha pasado en escasos meses de ser casi un proscrito de la política nacional, alguien que estaba a otras cosas, a convertirse en portavoz de facto de un gobierno sin voz y sin coro que le asista, sin ministros que hagan pedagogía política, sin gente que vaya más allá de la claqué y el insulto de manual al contrario. El hueco que otros —también otras— han ido dejando lo llena él, Zapatero, con su omnímoda presencia. En un solo día puedes verle en una maratón de platós de radios y televisiones tratando de explicar lo que otros silencian, lo que otros ocultan, quizás porque no saben, quizás porque no se atreven a salirse del carril de la corrección política, de la pura consigna.

Ya sabemos —suponemos— que no es así, que el que realmente debiera gobernar la nave es su secretario general, Pedro Sánchez, pero da como la impresión de que no fuera así. Por presencia, por convicción de su discurso, se diría que Zapatero ha empezado a ocupar el hueco que va dejando la hierática figura de un presidente que de un tiempo acá parece atribulado, superado por la situación, enfadado consigo mismo y con el mundo. Y es ahí, justo ahí, donde emerge la figura de nuestro particular héroe, nuestro Leonardo di Caprio en versión más castiza de The Ravenant (El Renacido).

Para quienes hayan visto el filme lo entenderán perfectamente, y para quienes no lo hayan visto, simplemente decirles que es aquella, como esta, una aventura de supervivencia en los límites que una mente humana es capaz de imaginar. Sin la presencia del renacido Zapatero, sin él, sin su discurso pausado y vehemente al tiempo, sin su gesto firme pero siempre optimista, se diría que el propio PSOE amenaza con convertirse en un barco a la deriva, que navegase sin capitán, sin rumbo claro. Zapatero contra los elementos.

Ahí, en ese primer plano, fuera del paisaje que preside la estancia, en el centro del cuadrilátero, está siempre él, Zapatero, dispuesto a hacer frente a las situaciones más límite, no importa la gravedad que éstas comporten, no importa que lo que haya que defender sean las falsarias acusaciones de connivencia con los herederos del terrorismo, con la desaparecida ETA, ya sea el combate para defender la misma amnistía, ya sean los pactos imposibles y las amistades dudosas que arrastra este gobierno.

Enfrente, justo en la acera del otro lado del cuadrilátero, nos encontramos con parecida situación. Con variantes de tipo argumental si se quiere, pero con la misma sensación de que una actriz secundaria reclama para sí toda la atención del guion y de la cámara principal. Ahí vemos a un presidente —candidato, Feijóo—, envuelto en un mar de brumas, incapaz de enderezar un barco que navega a favor de corriente, pero cuya estrella no acaba de brillar porque esa actriz secundaria, también fuera del cuadro, reclama para sí todos los focos. Para ella toda la ira, para ella todo el discurso, toda la escena.

Su diaria y frenética presencia opacan una y otra vez a su propio presidente, un Feijóo que se ve obligado a nadar entre la suave indolencia de intentar asemejarse a Rajoy (dejar hacer) y los hooligans que le piden y exigen que se enfunde el traje del Aznar más justiciero, aquel del “créanme, mírenme a los ojos, en Irak hay armas de destrucción masiva”, aquel que afirmó impertérrito que los inspiradores de los atentados del 11M “no estaban ni en desiertos ni montañas lejanas”, aquel que hizo y sigue haciendo veinte años después de aquellos terribles atentados virtud de la mentira a través de los tentáculos de FAES.

Es claro que entre ambos —Zapatero, Ayuso—, los dos actores secundarios fuera de cuadro, hay una gran diferencia. El primero, Zapatero, no aspira —lo ha dicho él mismo— a cargo alguno en el partido, ni en el gobierno, todo su arduo trabajo es puro amor a las siglas, fidelidad a esos más de 140 años de historia del PSOE, y su ciclópea misión —gustará más o gustará menos— se ciñe a rellenar los hondos huecos que dejan otros, sus propios compañeros.

Y frente a este “onegeismo” zapateril, Ayuso reclama para ella —no lo dice, pero lo reclama— todo el poder y toda la gloria. En esa lucha sin cuartel, sabe bien que solo elevando el volumen y el ruido ambiente puede seguir cabalgando sin caerse del caballo. Y para esa sagrada misión poco o nada importan las sombras del enésimo escándalo familiar y/o de allegados, como poco importan las “muertes evitables” por su negligente gestión de las residencias de mayores en lo peor de la pandemia, tal y como así lo acaba de certificar el durísimo informe de la Comisión de la Verdad.

Porque ella, Ayuso, la que nada tiene que ver con el expresidente Zapatero aunque comparta con él este desajustado protagonismo, ella, siempre figura doliente y victimista, como Trump, como Miley, como Bolsonaro, como tantos otros, está a otras cosas. Su gran objetivo es lograr que la verdad de los hechos deba, una vez más, batirse en retirada (Casado, ¿dónde estas?).

Pepe López

Periodista.

1 Comment

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  • Querido Pepe López: Comienzas diciendo: «… o si más bien quien ejerce el poder en la sombra es un tal José Luis Rodríguez Zapatero»… «o es más bien la figura oscura, confusa, faltona, mentirosa a ratos y con claros aires trumpistas de una tal Isabel Díaz Ayuso». ¿Qué forma es esa de presentar a dos personajes en la sombra, tras las figuras de Sánchez y de Feijóo? Uno es simplemente Zapatero y a Ayuso la ‘adornas’ con mil descalificaciones. Si hablas de poder en la sombra habla de poder en la sombra y no la tomes con Ayuso como si fueras Sánchez (mentiroso siempre, no a ratos), Montero y Ponte juntos. Y que conste que no he votado a Ayuso nunca. Saludos cordiales.