Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Al paso

Guerras de religión, pandemias y persecuciones

Pedro Sánchez y el papa Francisco. (Imagen: RTVE).

España bien valdría una misa para Pedro Sánchez, que no para sus socios podemitas

Llevan razón los que critican las guerras de religión, pero no coincido con aquellos (unos pocos) que confunden los errores de los líderes religiosos con sus pueblos a lo largo y ancho de la Historia. Además, con cierta frecuencia, muchas de esas confrontaciones fueron promovidas por dirigentes civiles que se aureolaban como defensores de las más profundas tradiciones y esencias de la raza con tal de garantizarse todo el poder. El pueblo alemán no puede ser acusado del genocidio nazi contra los judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Hitler y el nazismo no eran el pueblo germano como tampoco Mao Tse Tung (el mayor genocida, por encima de Hitler y de Stalin) era el pueblo chino. Ni el pueblo español podía confundirse con el franquismo, ni los regímenes dictatoriales de Venezuela y Nicaragua representan justamente a los pueblos venezolano y nicaragüense.

España, por ejemplo, vive un momento político inquietante, que poco tiene que ver con la pandemia del coronavirus, si bien ésta ha venido a complicar las cosas y, en cierto modo, a confundirlas. Los causantes de confusión tienen evidentemente objetivos poco limpios, poco confesables. El gravísimo problema político de España es el nuevo Frente Popular, que no tiene mayoría en el Congreso, pero recibe los apoyos más raros en función de intereses bastardos que les lleva a mantener en el poder a Sánchez a toda costa, aunque las costas las tenga que pagar todo el pueblo español y no sean solo, ni principalmente, económicas. El vergonzoso sometimiento de Pedro Sánchez y ‘su’ Partido Socialista al Unidas Podemos de Iglesias-Montero y Garzón es lo más bochornoso que pueda encontrarse en el panorama político mundial.

¿Qué motivos tienen los podemitas para perseguir a la Iglesia? ¿Tanto les molesta que Cáritas haga todos los días de todos los años una labor excepcional de ayuda integral a los más necesitados, a los marginados? ¿Por qué persiguen a las hermandades y cofradías de Semana Santa, todas las cuales son ejemplares socialmente, al margen (o como complemento) de su actividad religiosa? ¿Por qué el grupo parlamentario del ex Pablo Iglesias (debería cambiarse ya el apellido) intentó acabar con el espacio de TV2 “El día del Señor’ y así desapareciera la retransmisión de la misa los domingos? Lo único que consiguió el intolerante partido es incrementar la audiencia y llevarla hasta un millón trescientos mil espectadores.

El partido de Pedro Sánchez no comulga con esta iniciativa de Podemos, supuestamente porque le quitaría muchos votos de creyentes que no ven ninguna contradicción entre su fe católica y los postulados socialdemócratas (que no comunistas) del partido de Julián Besteiro, un socialista crítico con el frentepopulismo de Largo Caballero y otros camaradas deslumbrados por el stalinismo revolucionario y criminal. Pero Sánchez no es Besteiro. Por eso Felipe González, Alfonso Guerra y otros barones socialistas condenan el abrazo con Podemos y la coalición gubernamental.

“España bien vale una misa” podría estar pensando Sánchez, que con tal de mantenerse en el poder, enciende una vela a Dios y otra al diablo. Lo bueno para él es lo que le conviene en cada momento. Relativismo total. Uno de los primeros Borbones que reinó en Francia fue Enrique IV, que siendo monarca de la Navarra francesa, primero fue bautizado católico y luego se convirtió en protestante hugonote para más tarde volver al catolicismo a fin de poder acceder al Reino de Francia. A él se le atribuye la frase “París bien vale una misa”. Fue contemporáneo de Felipe II, hombre de firmes convicciones y del que queda esta otra sentencia: “Prefiero perder mis estados a gobernar sobre herejes”.

Enrique IV de Francia. Cuadro por Frans Pourbus. (Fuente: Wikimedia).

Pandemias ha habido muchas a lo largo de la historia y acaso la más perniciosa a nivel mundial fue la injustamente llamada ‘gripe española’, como bien documentaba el excelente periodista Benjamín Llorens en esta Hoja del Lunes. En la provincia de Alicante acabó con la vida de miles de ciudadanos en 1918. En toda España los muertos ascendieron a doscientos mil. Y la cifra mundial de fallecidos, entre 1918 y 1920, superó los cincuenta millones. La Humanidad pagó tributo duro a esa y otras pandemias y lo está pagando con ésta. España saldrá de ella, pero no precisamente por la excelencia de las actuaciones del Gobierno central y de los autonómicos. Apuesto a que salimos antes de la pandemia que del ‘nuevo Frente Popular’, que ya no habla de la ‘nueva normalidad’ porque fue un espejismo.

Me gustaría que brotaran signos de moderación y que desaparecieran los ataques ultraderechistas y ultraizquierdistas en aras de un nuevo tiempo de esperanza para este país zarandeado por tantas contrariedades. Mezclando política y religión diría que deberíamos ejercitarnos todos en la virtud del perdón, que es lo más parecido a la misericordia divina, que predica el cristianismo. Antes de Cristo los pueblos se movían por el odio y la venganza. A partir de Él se inició la cultura del amor y no solo a los amigos, sino a todo el mundo, incluidos los enemigos, los adversarios, los otros. ¿Que muchos líderes cristianos fallaron a lo largo de estos dos mil años? Los fallos no invalidan el mensaje universal de Jesús: un mandamiento nuevo os doy, que os améis los unos a los otros. Un mensaje especialmente gratificante en momentos dolorosos como los actuales, tiempos de solidaridad que algunos irresponsables mancillan.

Pero Sánchez no puede, no debe, confundir el perdón con una bajada más de pantalones ante los independentistas. Se perdona a los que se arrepienten, pero no a los que siguen en sus trece y juran que lo volverán a hacer. ¿Está ciego Sánchez? ¿Está sordo? ¿Se está volviendo loco o acaso sus psiquiatras-consejeros de la Moncloa y algunos ministrillos, aprendices de rasputines, le hacen un lavado de cerebro cada día nada más levantarse abandonando el colchón que hizo cambiar para no utilizar el de Rajoy? Sánchez quiere engañar a los españoles confundiendo justicia con venganza. Logró cambiar el delito de rebelión por el de sedición, lo que benefició a los independentistas que delinquieron gravemente contra España, contra Cataluña y contra el resto de las regiones hispanas. Prometió que el Gobierno apoyaría el cumplimiento íntegro de las penas. Y ahora habla de concordia y amor, una concordia y un amor que los condenados desprecian gritándole a Sánchez que se meta la concordia donde le quepa, que lo que ellos quieren y van a intentar de nuevo no es la mesa de diálogo sino la amnistía y el referéndum de autodeterminación, so pena de proclamar de nuevo la República Catalana.

¿Hasta cuándo habrá que soportar a un Sánchez, sordo, ciego y …? De mudo, nada de nada; que habla más que una cotorra y miente más que habla.

Ramón Gómez Carrión

Periodista.

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