Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Reportajes

Viaje a Sri Lanka, una aventura para estar en forma

(Fuente: MR. M).

Creo que hace falta un estado de enajenación mental para, pasados los setenta, decidirse a volar durante 25 horas en un estrecho asiento de la Etihad Airways, para llegar a la remota Sri Lanka.

Como ya soy mayor, a mí me sonaba mejor Ceilán, lugar de ensueños novelescos pero, desde 1948 en que la isla llamada La lágrima de la India se independizó de ingleses e hindúes, adoptó ese difícil nombre para pronunciar.

Todos creemos que la capital es Colombo, pero no, es una pequeña sede administrativa llamada Kotte, creada por los portugueses, sus primeros colonizadores, en el siglo XVI. Cuando me apunté al por entonces lejano viaje era invierno y no pensé en las consecuencias. En el momento de iniciar la aventura y mirar con lupa el programa me di cuenta en el vaivén que me metía. Porque después de viajar desde Madrid a Abu Dhabi y deambular por su precioso aeropuerto como una sonámbula, cogí un nuevo avión con parada técnica en las Maldivas y noche cerrada sobre el océano Índico.

Colombo (Fuente: MR. M).

Nada más llegar se hizo realidad el programa de la agencia; nos esperaba un autobús que, a las ocho de la mañana, sin pausa, iniciaba el recorrido de nueve días y 913 kilómetros por el centro y suroeste de la isla, alojándonos cada noche en un nuevo enclave, en un nuevo hotel y con la maleta a cuestas. Todo un máster en organización logística del equipaje, sin perder ni una pieza y manteniendo un orden férreo en las pertenencias. Si a esta disciplina se suman madrugones a las cinco de la mañana y repetidas subidas y bajadas del autobús para visitar monumentos y paisajes de ensueño, convendrán conmigo que este viaje es para gimnastas y gentes de buena salud.

Tras este fatigoso preámbulo, hay que hacer justicia a una isla de una fertilidad apabullante, que bien podría llamarse Isla Esmeralda por el verdor de sus paisajes y que, aceptadas psicológicamente las condiciones, resultó una experiencia digna de recordar y haber podido vivir.

Cingaleses, que no indios

Con forma de pera, Sri Lanka es menos extensa que la Comunidad  Andaluza, pero tiene veintidós millones de habitantes, el 83 por ciento cingaleses, que, muy parecidos físicamente a los habitantes de India, son diferentes y profesan la religión budista.  Siendo la población mayoritaria, también conviven con tamiles, musulmanes y malayos. Aunque las relaciones con la población Tamil, (8,9 %), sean bastante complicadas ya que esta última, desde su organización separatista Tigres de Liberación, ha protagonizado sonoros conflictos que parecen estar atenuados últimamente.

La paz en la isla es primordial para su gobierno democrático socialista que aspira a la normalidad y estabilidad para incentivar la economía turística, una de sus metas. Porque desde 2021 atraviesa una crisis económica y política que hizo dimitir y abandonar el país a su presidente y primer ministro, Gotabaya Rajapaksa. Al parecer, su actual sustituto interino lo está haciendo a gusto de todos y tiene grandes planes para llevar al futuro próspero a la isla, que contó con la primera mujer ministra de todo el mundo en 1960, Sirimavo Bandaranaike, que gobernó durante dieciocho años.

La población es menuda y de color muy oscuro, se ven muy pocos saris, salvo excepciones o ceremonias, y visten a lo occidental. Son simpáticos y atentos y siempre te reciben con la frase ayubowan, que es un saludo que sirve para cualquier hora del día.

Esperando a Indiana Jones

La costa del Índico es paradisiaca y está festoneada de hoteles y resorts de lujo y el interior es montañoso y todo surcado de bosques tropicales donde conviven toda clase de árboles y las esbeltas palmeras cocoteras. Muy cerca del Ecuador, sus días tienen siempre la misma duración, el sol sale alrededor de las 5,56 h y se pone sobre las 17,52 h, cayendo la noche en un segundo. Pero como el clima es tropical y monzónico, no hay día en que no nos bendiga la fina lluvia que mantiene esos campos tan fértiles, sumada al 93 % de humedad. 

En cualquier escenario se espera que aparezca Indiana Jones porque la vegetación exuberante, junto con los numerosos templos budistas que salpican cualquier itinerario, la hacen ideal para realizar películas de aventuras.

En el Manglar (Fuente: MR. M).

Con los monos saltando entorno a los turistas, robando cualquier cosa que brille si el visitante se descuida, el complejo de ruinas de Polannaruwa te trasporta a un pasado remoto. Patrimonio de la Humanidad, la que fuera capital de Ceilán desde el siglo XI, sede de reyes cingaleses, que fue comida por la selva y descubierta en 1903 por un arqueólogo, es digna de ser visitada, aunque el calor apriete inexorable. Templos budistas y figuras hinduistas, palacios y estanques se mezclan en este enorme recinto del que no quieres desaparecer. Allí te adentras en un relato de arqueólogos, buenos y malos.

 En el resto del país que pudimos visitar, las carreteras son la sabia de la vida; se suceden grandes casas de ciudadanos pudientes con chozas, templos y reliquias. El fluido humano brota en esos puestos callejeros de esta no-ciudad kilométrica que se desliza a lo largo de cualquier carretera bordeando el asfalto y ofreciendo toda clase de productos. Quien busque la idea de urbe a lo occidental se encontrará que los habitantes han ideado un mercado continuo, que no acaba nunca, de pequeñas tiendecitas, ya sean de paja o metal, que jalonan el camino y que venden desde pistachos a ropa, motocicletas usadas, mobiliario, yantas, ruedas, pescado o frutas. Incluso en medio del manglar, se puede uno encontrar con una tienda flotante que ofrece zumos naturales.

Mercado de verduras y frutas (Fuente: MR. M).

Por tanto, los largos recorridos se hacen muy atractivos, porque se desliza a través del cristal del autobús la máxima belleza paisajística y el interés humano. Arrozales, cascadas, lagos, residencias palaciegas, tempos hindúes, altísimos Budas o capillitas muy coloridas dedicadas a santos cristianos. Es normal encontrar en el trayecto una manada de elefantes o un espectáculo cingalés, al estilo de los pasacalles de nuestras Hogueras, en que bailan preciosas jóvenes ataviadas con el traje típico, hombres que tocan instrumentos ancestrales y elefantes engalanados.

 1.200 escalones para subir a La Roca del León

Cuando he dicho que hay que hacer mucho “Pilates” para afrontar este viaje, es que tengo razón. Por ejemplo, Sigiriya es un maravilloso enclave en el interior de la isla donde sobresale entre nubes un inaccesible peñón conocido como La Roca del León. Se trata de una ciudadela del siglo V que ha sido fortaleza, palacio y monasterio en la gran meseta que se eleva a doscientos metros de altura y que tiene más de mil escalones esperando al visitante. Allí los budistas hacen peregrinaciones a diario, porque estas ruinas son espectaculares y los jardines que las jalonan son de los más antiguos del mundo. A lo largo del recorrido se pueden ver frescos policromados con doncellas, vegetación enroscada en las rocas y una antigua piscina del palacio. Las vistas son increíbles.  No les voy a engañar, no me atreví a subir, porque además, más tarde había que bajar… de modo que, con ayuda de un tuctuc, los simpáticos taxis de Sri Lanka, hice un recorrido estupendo en torno a la Roca durante toda una mañana.  La cima tuve que imaginarla.

Budas tallados en Roca de Buduruwagala (Fuente: MR. M).

Si se deciden a viajar a Si Lanka, les diré que la moneda es la rupia, pero que admiten euros sin problema, que la vida en la calle es muy barata y no hay muchos souvenirs que comprar, a excepción de cientos de elefantes de todos los tamaños, pañuelos de seda o ropas de batik, esa técnica ancestral que te muestran en un gran taller.  No olvidemos las piedras preciosas y las gemas, cuya obtención en el interior de la tierra es sumamente peligrosa.

La vida en la calle

Es tal el calor que los colegios, siempre al borde de una carretera, están sustentados en pilastras con una techumbre, porque no hacen falta muros ni ventanas y los estudiantes van uniformados todos de blanco allá donde vayas. No hay pedigüeños y no les gusta mucho regatear. Las agencias te llevan a visitar el jardín de especias de Matale, Royal 100, en las tierras altas de Kandi, donde hueles la canela, sándalo, aloe, cacao, vainilla o curri y te ofrecen un aromático té, diversas cremas de belleza y aceites para la piel.

También te ofrecen un espectáculo de danza Kandyan, un baile cultural con tambores y danzantes, hombres y mujeres cingaleses, que pertenecen a la región de las colinas centrales y tienen un papel muy importante en los ritos religiosos destinados al templo del Diente de Buda. Sus coloridos ropajes se consideran sagrados. El templo es un complejo arquitectónico en la ciudad de Kandy, donde se venera una de las más importantes reliquias del budismo: el canino izquierdo de Buda.

Danzantes cingaleses (Fuente: MR. M).

En los cerca de mil kilómetros del recorrido, también se visitan orfanatos de elefantes, un manglar, un safari en jeep, paseo bajo cascadas o se recoge el té en una plantación, Blue fields Garden, donde muestran la farragosa tarea que realizan las mujeres para llenar cada día sacos de té y después secarlo y producirlo. La visita finaliza en una elegante tienda donde adquirir té verde, rojo, negro o blanco, tras una larga degustación en un paisaje de ensueño.

Seguro que me dejo mucho en el tintero, pero no quiero olvidar la visita en Dambulla a las maravillosas y espectaculares Cuevas del Templo, Rock Temple, cinco cuevas budistas horadadas en una montaña de 160 metros de altura. En su interior se encuentra la “capilla sixtina” del arte de Sri Lanka, los techos pintados simulan texturas de alfombra persa y datan del siglo I antes de Cristo. Tiene una estupa de 30 metros y Budas de más de 14 metros en todas las posturas imaginables.

Cuevas del Templo (Fuente: MR. M).

Finalmente, el Fuerte, fundado por los portugueses en Galle, una ciudadela rodeada de mar y dentro de cuyas murallas se alza un encantador pueblo antiguo que ahora presenta tiendas de souvenirs y restaurantes y hoteles. Fue la mayor fortaleza de Europa construida en Asia y uno de los puertos más importantes de Oriente.

El viaje finaliza en Colombo, una ciudad moderna, con rascacielos, arbolada y a la vez muy contaminada.

Nos esperan otras veinticinco horas de viaje de regreso, con la maleta un tanto desordenada, pero al fin cerrada, y un recuerdo imborrable de tanta belleza.

M.ª Rosa Mirasierras

Periodista.

1 Comment

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  • Gracias por azuzar a mi alma aventurera y universal…
    Porque pendiente tengo viajes a lugares lejanos que disfrutaré en esta vida:
    Noruega, La Toscana y Roma, Escocia, Valparaíso, las pirámides en Egipto…
    Gracias…
    pedro