Personajes:
Saturnina, la joven criada.
Don Francisco, el padre de familia.
Doña Isabel, su esposa.
Belita, la hija de 16 años.
Tinín, su hermano de 7 años.
Lugar: el salón-comedor de una casa de clase media española de finales de los años 50.
Saturnina (quitando el polvo y cantando): —¡A lo loco, a loco, hay que ver cómo vive Fulano, a lo loco, a lo loco, hay que ver cómo gasta Mengano… A lo loco, a lo loco, tiarariro… rariro… rariro…! (Volviéndose hacia el público): —¡Loca ando yo a la hora que e’, con la comida a medio hasé, la señorita sin aparesé, ¡y el señó a punto de regresá de la ofisina! ¡Y eso sin contá la habitasión de la señorita Belita, que me lo deja to´revuerto de potingue de labio y de ropa sin poné! Menos mal que Tinín, el angelito, da meno guerra con su´ sordadito´ de plomo. (Sigue cantando cuando suena de pronto el teléfono): —¿Diga? Sí… Sí, Francisco Martíne´e´aquí, pero él no etá, ni tampoco su señora… ¿Cómo?… A ver, me lo repita…»Ga-ra-je Mundial”. Vale… Adió. (Cuelga y canta) —¡Tengo una vaca lechera, y no e´una vaca cualquiera!
(En eso que llega don Francisco, con una cartera negra y abultada debajo del brazo y cara de cansancio).
D. Francisco: —Hola Saturnina… Ufff (Se deja caer en el sofá). —¿Qué ocurre aquí, todavía no está puesta la mesa? Pero ¿es que no ha regresado la señora?
Saturnina: —Don Fransisco, que no se m´olvide, que le han llamao de un garaje… (trata de recordar el nombre).
D. Francisco (reaccionando de pronto): —¡El Garaje Mundial!
Saturnina: —¡Sí! Que llame uted y…
(D. Francisco coge el teléfono, marca, espera un poco y cuelga)
D. Francisco: —¡Vaya por Dios, están comunicando! (Hablando solo): —Por fin, por fin lo hemos conseguido. Después de nueve meses de espera, Dios nos lo ha dado. (Volviéndose hacia Saturnina): —¡Venga niña, que están todos a punto de llegar! ¡Pon la mesa y mete una botella de champán en la nevera! ¡Anda, corre!
(Un rato más tarde, toda la familia está sentada en la mesa, con Saturnina de pie, a un lado, y atenta a todo).
Belita: —Jo, mamá, este verano se marchan todas mis amigas a la playa, y nosotros…
D.ª Isabel: —Pero nena, si todavía estamos a principios de junio, y a tu padre lo tienes pendiente de los sustitutos en la oficina.
D. Francisco: —Isa, es que a Belita le encanta la playa. Acuérdate el verano pasado, con tanto baño y tanto baile… (Dirigiéndose a su hija): —Y aquel noviete, ¿cómo se llamaba?…
Belita (como protestando): —Pero si no era un novio, papá. Era Juanjo, un primo de mi amiga Tere, y ya está…
D.ª Isabel: —Ay Paco, sólo con pensar en los bultos, el tren ese, y después quedarse allí, clavados en la casita de tus tíos, a kilómetros del pueblo…
D. Francisco (llamando la atención con un ademán): —¿Pues sabéis qué? ¡Que se ha terminado lo de la RENFE y su “tren expreso” que no acaba nunca de llegar! (Solemne): —A partir de ahora viajaremos en coche… en – nues – tro – co – che…
D.ª Isabel: —Pero… ¿Ya tenemos el coche, Paco?
Belita: — Papá, ya ha llegado el Seiscientos?
Tinín: —¡Yupiiii papi, tenemos el Seiscientos más grande del mundo!
(Mientras tanto, Saturnina se queda parada con una fuente de fiambres en la mano).
D.ª Isabel: —Entonces ya podemos ir a ver a mi madre al pueblo, ¿no?
Belita: —Pero mamá, ¿no íbamos a la playa este verano?

Tinín:—Claro, Belita quiere un besito de su Juanjito, je, je, je.
Belita: —¡Calla, mocoso!
D. Francisco: —Bueno, vale, vale… Primero, iremos a ver a la abuela, y después, a la playa. Y luego… ¡Adonde nos dé la gana! (A su esposa): —Cariño, ¿te imaginas en la oficina al sanguango de Rebollo, cuando se entere?
D.ª Isabel: —No sé si será sanguango como tú dices, pero es más listo que el hambre a la hora de dejarte a ti todo el trabajo que no consigue terminar.
D. Francisco: —¡Yo no hablo de doña Mascota, esa metomentodo, ¡y más fea que un pecado!
D.ª Isabel: —¡Paco, no hables así delante de los niños, por Dios! (Cambiando de tono):— Y dime, querido, ¿a tu querido jefe no le sentará mal que tú también tengas coche?
D. Francisco: —Pero Isa, si don Leandro tiene un “haiga” que no cabe en nuestra calle.
Belita: —¿Tendremos la radio en el coche?
D. Francisco: —¡Ya lo creo, radio con antena y todo! ¡Y además una baca para todas las maletas!
D.ª Isabel: —¡Y fundas, tenemos que ponerles fundas a los asientos!
D. Francisco: —No os preocupéis, que todo eso lo regala la casa.
Belita: —¡Ay papá, eres el mejor! Eres… (se pone a cantar) ”¡Eres diferente, diferente… (Todos):— al resto de la gente que siempre conocí!”
Tinín: —¡Tududuaaaa!
D. Francisco: —Bueno, ahora un poco de calma, que tengo que concretar con esta gente lo de la entrega. (Cogiendo el teléfono, marca y espera): —¡Buenas tardes señorita, soy Francisco Rodríguez… Me han llamado por lo del Seiscientos. Sí… Sí, espero… (A la familia, tapando el micro): —Están sacando mi expediente (Pasan unos largos segundos): —¿Sí? Exacto… Un Seiscientos… ¿Blanco? (Mirando a la familia, que aprueba): —¡Estupendo! ¿Con interior gris? (Su esposa hace una mueca): —¡De película! (Su esposa hace gestos de recordarle las fundas): —¡Óigame, quisiera que me instalaran la radio, una baca cromada, y también unas fundas, que imagino ustedes obsequiarán. ¿No? Vale, es igual. (A la familia): —Irá todo equipado… (Júbilo ruidoso de la familia):—¡Callaos, que no me entero! Sí, confirmamos los datos. Sí, Francisco Rod… No… Sánchez de segundo apellido… ¿Cómo?… No, digo que mi segundo apellido es Sánchez… ¿Cómo? Pues en Lepanto, 12, 3.º izquierda… No, no, de calle Armeros, nada… ¿Cómo un error? ¿Pero qué dice usted señorita? si llevamos esperando… Pero, bueno… ¡Esto es increíble, confundirse de… de…! (A la familia): —¿Pues no dicen que se han confundido con los apellidos, y que el coche se lo lleva un tal Rodríguez no sé qué? (Se agitan y protestan): —¡Óigame señorita, voy a quejarme a su jefe! ¿Me está escuchando? ¿Cómo que “después del verano”? (Hecho una furia): —¡Pues no sabe usted con quien está hablando, se lo digo yo! (Cuelga violentamente).
D.ª Isabel: —Pues nada, Paco, que Rebollo y doña Mascota tendrán que esperar…
Belita : Y también la abuelita…
Tinín: —Y Juanjito…
Belita: —¡A ti, niñaco repelente, te voy a.…!
D.ª Isabel: —¡Venga, ya está bien por hoy!
(En esto que Saturnina aparece con un sobre en la mano).
Saturnina (En voz baja): —Mire, don Fransisco, que la señora portera acaba de subime e´ta carta.
Tinín: —¡Uuuy, qué sellos más chulis!
D. Francisco: —Como que la carta viene de Francia. Es la letra de mi hermano.
D.ª Isabel: —¡Hombre, tu hermano Luis! ¡Ya ha vuelto a dar señales de vida!
D. Francisco: —Algo querrá de nosotros. Así que no hay prisa en abrirla, porque hoy no está el horno para bollos.
D.ª Isabel: —Pero Paco, si ese hombre ha pasado malos tragos desde que se marchó…
D. Francisco: —¡Pues que se hubiera quedado en España, como todo el mundo! Dime, ¿qué se le había perdido en el extranjero? ¿Y lo que sufre mi madre de saberlo tan lejos?
D.ª Isabel: —Ya sabes que siempre ha sido muy independiente, con sus ideas…
D. Francisco: —¿Sus ideas? ¡Sus líos de política querrás decir! ¿Acaso me intereso yo por la política? ¡Pues ahí está la diferencia: ¡que nosotros aquí vivimos estupendamente, y que a él siempre le falta la peseta para llegar al duro!
Belita: —Será el franco, papá…
Tinín: —¿También hay duros en Francia, papi?…
D.ª Isabel: —Venga Paco, ábrela ya…
D. Francisco (Con mala cara y gesto lento, abre y comienza a leer): “Querida familia, como bien sabéis llevo ya un año y pico trabajando en Lyon y no puedo quejarme…” —¡Anda, menos mal que esta vez no se nos queja! —“…Estoy llevando una cartera de seguros industriales. Son muchas visitas al cabo de la semana y la verdad es que trabajo más horas que un reloj…” —¿Qué se creía, que en el extranjero ataban a los perros con longanizas? —“…Pero ello me ha permitido alquilar un pisito bastante cómodo y conocer a más gente además de los españoles de por aquí…”
(En un par de ocasiones, Saturnina se inclina por encima del hombro de D. Francisco a curiosear la carta, mientras éste se vuelve hacia ella reiteradamente, con expresión reprobatoria).
D. Francisco —¿A que se nos ha hecho gabacho y todo? ¡El disgusto que le va a dar a mi madre! (Y sigue leyendo): —“Sin embargo, os echo mucho de menos a todos, de forma que me propongo ir a veros a finales de mes…” —¡Anda, ya se nos mete en casa el hombrecito! — ”…ya que dispongo de un Citroën “tiburón” que nos vendrá muy bien para ir a visitar a la abuela, y luego, si os parece, pasar unos días a la playa en familia…”
(Mientras D. Francisco se queda atónito, los demás lanzan gritos de alegría. En la cocina, se oye a Saturnina que empieza a cantar “A lo loco”. A coro, D.ª Isabel y sus hijos se ponen también a cantar, hasta que D. Francisco se decide a hacerlo, bailando con todos con la carta en la mano).
Carlos, estás hecho un Arniches. ¡Enhorabuena!
¡Muchas gracias, Ramón! Cómo se nota que eres un amigo…