Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Sin recortes

Populismos y analfabetismos informativos

Escuché el otro día un pódcast de la Cadena Ser que recogía uno de los tantos programas sobre visiones de la historia que dirige Nieves Concostrina. En esta ocasión iba dirigido a abordar el fenómeno de los populismos en la política internacional. Tengo que reconocer que adoro sus contenidos y, sobre todo, la forma en que divulga rincones de nuestro pasado, llena de ironías y con una voluntad clara de acercar el pasado a los oyentes con rigor y con humor. Con «Acontece que no es poco», un programa dentro de La ventana que dirige Carles Francino, y con el suyo propio «Cualquier tiempo pasado fue anterior», representa un aire nuevo en la divulgación de la historia con un interés especial por desmitificar sus protagonistas y hacer entender la pervivencia de hechos recurrentes de nuestras civilizaciones. En esta ocasión me llamó la atención su particular definición del término populismo, tan utilizado en nuestros días tanto a la derecha como a la izquierda del tablero político: «un engañabobos para desinformados, fácilmente impresionables, y dispuestos a partirse la cara para que las élites no pierdan uno solo de sus privilegios». Está claro que en la actualidad tiene un carácter peyorativo, de manera que la tendencia contra el opositor es llamarle «¡populista!». Una primera reflexión, pues, para entender que no todos los que piensan diferente a nosotros debería recibir esta acepción.

Estamos frente a un concepto complejo y su significado puede variar según el contexto histórico, político y geográfico en el que se utilice. En el programa de Concostrina se localizaba su origen en la Antigua Roma. Es obvio que para que se desarrolle hace falta un líder carismático que se presente como salvador o portavoz único del pueblo, de un conjunto de personas desinformadas y que desconfíen de las instituciones tradicionales que las rigen. Con un discurso emocional y simplificador, a menudo con un tono antiintelectual, puede ejercer su influencia y ofrecer una visión maniquea de la sociedad. A partir de esta acción, se llega a hacer ostentación de la falta de información. De esta manera advertía de este problema el periodista Jesús Quintero en uno de sus míticos programas de los años 80 y 90: «Nunca como ahora la gente había presumido de no haberse leído un puto libro en su jodida vida». El director del mítico programa El loco de la colina denunciaba la superficialidad, frivolidad y falta de información que regían gran parte de los programas de radio y de televisión de entonces, creando una nueva clase dominante o realmente dominada, que se caracterizaría por la falta de gusto y sobre todo de su falta de conocimiento. Es evidente que el sentido negativo del populismo, aquel en que se ejerce una influencia interesada sobre un grupo social, tendrá un mayor desarrollo si este colectivo no recibe una contrastación correcta de la realidad. Los mensajes populistas podrán, sin ninguna duda, tener un mayor efecto y conseguir manipular con mayor facilidad a sus miembros.

Las redes sociales y las nuevas plataformas digitales han demostrado ser medios donde la simplificación de los mensajes y las informaciones intencionadas se distribuyen con gran celeridad. Esta es la novedad del concepto que abordo: la facilidad de su extensión en la era digital. Se apela al sentimiento individual con mensajes cortos que pueden llevar al equívoco. Todos los partidos acusan a los otros de populistas, pero la deriva que conduce a hacer propios mensajes de la extrema derecha es un riesgo real. Incluso personas que no se identifican con estos principios pueden caer en la defensa de alguno de ellos. Nos podemos llegar a cuestionar si la igualdad es uno de los derechos o un chiringuito de algunos o si el cambio climático es real o es un bulo intencionado. En definitiva, salen a la luz y sin tapujos cuestionamientos que parecían superados por la sociedad contemporánea, como los delitos llevados a cabo por dictaduras como la de Hitler, Mussolini o Franco. Se atenta así contra valores democráticos que son su base, como el respeto a los derechos sociales y la atención a las minorías. Podemos afirmar así, como el dicho popular, que «la ignorancia es la madre del atrevimiento». Convertimos en propios unos discursos del odio que pueden desestabilizar la convivencia en aras al reforzamiento del poder de quienes aprovechan la manipulación en beneficio propio.

Os recomiendo la lectura de Antifascistas (2022), del periodista y antiguo miembro del grupo musical valenciano Obrint Pas, Miquel Ramos, sobre los riesgos de blanquear algunos discursos de la extrema derecha en la vida política actual. Desde la exclusión de las víctimas del franquismo en ayudas públicas, la sustitución de la Ley de Memoria Democrática por la Ley de Concordia o la reducción de la subvención a los sindicatos en sus acciones por la igualdad a raíz de la aprobación de los presupuestos del gobierno popular de la Generalitat Valenciana con el apoyo de Vox, nos encontramos con ejemplos de asunción de acciones que vulneran los derechos de una parte de la población. Los acuerdos de estos partidos en gobiernos locales y autonómicos provocan situaciones que rompen diversos consensos conseguidos desde la recuperación de la democracia. Todo ello para sostener unos gobiernos en minoría que se han mostrados incapaces de gestionar situaciones adversas diversas y que resisten con el apoyo de quienes han demostrado ser auténticos líderes en la transmisión de mensajes populistas. La historia reciente internacional está llena de casos similares que permiten que líderes con tendencias autoritarias se extiendan por el planeta, desde Putin a Maduro, pasando por el más reciente nombramiento de Trump. Solo una reacción de la ciudadanía, ajena a los intentos manipuladores de sus mensajes, podrá recuperar la cordura que necesita nuestro día a día.

Carles Cortés

Catedrático de universidad y escritor.

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