Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Palabras

Parir

Parto por cesárea. Fotografía de Audrey Killian (Fuente: Wikimedia).

Imagínense por un momento que fueran los hombres y no las mujeres los que se quedan embarazados y que, lógicamente, fueran ellos los que tuvieran que dar a luz. Imagínense que esta distopía no fuera tal y que fueran las mujeres las que, una y otra vez, estuvieran opinando en público y en privado, perorando continuamente, dando lecciones de cómo, cuándo y dónde se tiene que parir y diciendo a esos mismos hombres en qué condiciones les está permitido o no abortar según las leyes que nos hemos dado en el caso de la interrupción voluntaria del embarazo.

Sucede que por razones extrañas pareciera que estuviéramos condenados a debates cíclicos de esta guisa, a ser sísifos subiendo y bajando la misma montaña. Bien sea sobre la eutanasia y la muerte digna, sobre el terrorismo de ETA cuando la banda terrorista ya no existe… y ahora, de nuevo, la polémica del aborto vuelve a visitarnos como uno de esos personajes de quita y pon y a conveniencia de unos u otros.

Siempre que esto sucede, cuando el aborto ocupa el centro del debate, trato como hombre que soy de acercarme a la complejidad y a las aristas del asunto tratando de entender los sentimientos de las mujeres que se han visto envueltas en este drama. Y sí, claramente, prefiero a ser posible alejarme del foco dialéctico que emana de todos esos marcos seudo religiosos y paternalistas—machistas que casi siempre acaban emponzoñando y ensuciando el propio debate.

Por eso, duele cuando ves en la pantalla del televisor a dos hombres —Sánchez y Feijóo, un ejemplo, pero podríamos hablar de otros más, muchos más— lanzándose el aborto a la cara, a modo de arma arrojadiza, como un trampantojo, y entonces sientes como un poco de vergüenza ajena, de apuro intelectual. Como si fueran actores impostados en un escenario que no les debería pertenecer, que no les es propio.

Uno, Sánchez, utilizando con evidente oportunismo político el momento y la ocasión prestada por ese dúo sacapuntas madrileño de Almeida-Ayuso que tanto juego le da, para —dice Sánchez y su partido— blindar justo ahora ese derecho en la Constitución. Y lo hace sabiendo que el recorrido político de esa vereda acabará más bien pronto, tanto como tarde en amainar el ruido de fondo, tan pronto como esta divisiva y oportunista cuestión sea tapada por otro conejo sacado de la trepidante chistera de la actualidad política. Y, sobre todo, sabedor de que seguramente ese camino constitucional sería más doloroso que otra cosa mirando el mapa político patrio. Quizás, como algunos apuntan ya, para acabar en peor situación de la que estamos.

Ves al otro lado de la escena al presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo,  con cara de estar cada vez más cansado del papel que le están haciendo interpretar, tratando de escurrir el bulto, como una marioneta acomplejada y sin dirección, no quedando claro si dice “sí” o dice “no” al enésimo exabrupto con tintes totalitarios, intransigentes, populistas y nada empático de su compañera y presidenta ejerciente de facto, Isabel Díaz Ayuso. «¡Si quieren abortar, váyanse fuera (de Madrid)!», eso dijo, actuando al modo de como lo haría en el lejano oeste una cuatrera que se ha hecho dueña del rancho y de las aguas del río que atraviesan la pradera en la que vivían antes que ella otros muchos más. Y entonces, justo ahí, en esa pelea de bisontes, sientes ese poso de pena y tristeza que no sabes explicar, de un viejo dèjá vu, intuyes un mero papel secundario para quienes deberían ser sus verdaderas protagonistas, las mujeres.

No sé muy bien porqué —lo decía antes— pero casi siempre que reaparece este tema en el escenario público me viene el recuerdo y la imagen de cada una de las veces que estuve cerca de mujeres que, ellas sí, estuvieron en esa dolorosa tesitura de tener que tomar esta dolorosa decisión, ese duro momento que algunos tienen el vil atrevimiento de describirlo casi como una fiesta. Y es entonces cuando entiendes bien que solo puedes estar ahí, dar la mano, tener —si puedes— las palabras justas, pero habiendo aprendido—entendido que la palabra y la decisión última no es tuya, ni está en tus manos… porque, sencillamente, eres hombre.

Hay frases que les he oído expresar con rabia a muchas mujeres de mi entorno que describen todo este renacido debate mejor que nada: ¡Otra vez los hombres manoseando el cuerpo de las mujeres! ¡Otra vez los hombres  tratando de decidir sobre la vida y los cuerpos de las mujeres! ¡Otra vez los hombres tratando a las mujeres como si fueran seres que necesitan ser tuteladas! Quizás, solo quizás, para intentar entender bastaría con cambiar en cada una de esas tres frases de ese distópico escenario la palabra “mujer” por la palabra “hombre”. Puede que eso nos ayudase a entender de qué hablamos cuando hablamos de parir. Cuando hablamos del derecho de las mujeres al aborto.

Pepe López

Periodista.

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  • Es triste que la gente no entienda que el feto (el embarazo) es cosa de dos: mujer y hombre. Los dos responsables, absolutamente irresponsables en los embarazos no deseados. Generalmente es más irresponsable el varón. Si es violador debe ser detenido e inmediatamente esterilizado (o capado, palabra ésta utilizada para los cerdos y otros animales), antes de pasar a prisión perpetua. Matar es un delito excepto en defensa propia. Hay que amar a las mujeres que se ven obligadas a abortar y todos deberíamos presionar al Estado para que las mujeres tengan todas las ayudas y cuidados, primero para poder elegir entre abortar y no abortar y, en este último caso, elegir entre alumbrar un niño para adopción o para incorporarlo a la familia con toda clase de ayudas para que no sea una carga sino una bendición. Si hay dinero para inmigrantes (que debe haberlo y lo hay para integrarlos) tiene que haberlo para los cien mil fetos que matamos en España cada año. No seamos hipócritas. Digamos la verdad, aunque nos duela. Si mentimos, si nos engañamos, nos envilecemos. Pepe, tú eres un gran hombre, un gran luchador. Por tal te tengo y me tengo. Amemos a las mujeres que abortan, a todas ellas, pero hagamos lo imposible para que no tengan que abortar las que no quisieran abortar. No se trata de ser creyentes o no; se trata de ser humanos.

    • Incontestable argumentación de un ser humano…
      Mujeres y hombres siempre con acciones en unidad,
      unidad sin división artificial y falsaria,
      mujeres y hombres en unidad cambian el mundo hacia la creación de bienestar y justicia…
      Gracias, Don Ramón Gómez Carrión