Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Al paso

¿No somos nadie o lo somos todo? (I)

Creación de Eva, por Miguel Ángel. Capilla Sixtina (Wikimedia).

Pues, depende. Estamos hechos de barro y nos podemos romper con facilidad si no llegamos a entender que nuestro alfarero es Dios, como cantan los versos a la puerta de un comercio del centro de Alicante, aunque creo que los hay en otros sitios:

“Oficio noble y bizarro
entre todos el primero,
pues en las artes del barro,
Dios fue el primer  alfarero
y el hombre el primer cacharro”.

Un cacharro muy bien hecho, como toda la creación. Si has leído el Génesis (un libro de la Biblia igual de interesante que todos los otros y que, a mi juicio, merecen ser ojeados) habrás observado que, después de los cielos, la tierra y los mares, con las estrellas, los animales terrestres y marinos, al final, como cumbre de la creación, hizo Dios a Adán y Eva y los hizo a su imagen y semejanza. Si detrás de cada cosa que creaba “veía que estaba bien”, con Adán y Eva echó el resto y dijo que todo lo creado antes de nuestros primeros padres era para el disfrute de ellos y de su descendencia.

Somos hijos de Adán y Eva, por más que algunos trogloditas falsamente evolucionistas se empeñen en hacernos descender del mono, con el atenuante —para algunos— de admitir que Dios es el introductor del espíritu o alma que diferencia a los hombres del resto de animales homínidos con ADN más semejante al de los humanos. El eslabón perdido entre simios y humanos no es otra cosa que el alma, de la que es patrimonio el honor y ambos son de Dios.

Si somos lógicos, al estilo de Aristóteles, Tomás de Aquino y cientos de filósofos y teólogos de los últimos dos mil años, no tenemos más remedio que encontrar el sentido de nuestra existencia en Dios. Si hay algo es porque siempre hubo algo. De la nada, nada se hace (Ex nihilo, nihil fit). “Pienso, luego existo”, dijo Descartes. Existo. Luego siempre existió algo y, como narra san Juan Evangelista, “en el principio era el Verbo y el Verbo era Dios… Y el Verbo se hizo carne-hombre y habitó entre nosotros”.

El que se hizo hombre y habitó entre nosotros fue Jesucristo, de cuya vida, doctrina y milagros dieron testimonio sus apóstoles y discípulos, que llegaron a todo el imperio romano y, por supuesto, a Roma, como cuentan el prestigioso historiador del siglo I Tácito y sus contemporáneos, el pagano Plinio el Joven, y el judío romanizado Flavio Josefo.

Todos los apóstoles de Jesús de Nazaret y cientos y cientos de sus discípulos y seguidores dieron su vida por defender la doctrina del maestro; que él era hijo de Dios y que todos los hombres somos hermanos y, si nos amamos los unos a los otros, heredaremos el Reino de los Cielos cuando muramos, seguros de que, muriendo como hermanos de Cristo, resucitaremos como él y seremos inmortales, en  otra dimensión absolutamente superior a la terrenal. Primero irá al cielo nuestra alma. Y, al final de los tiempos, cuando acabe la vida en la Tierra, cosa que científicamente está aceptada, nuestros cuerpos resucitarán y se unirán a nuestras almas, pero serán ‘cuerpos gloriosos’ similares al de Jesús resucitado.

Esto no es un cuento. Esto es puro cristianismo, sumado a una filosofía de lo más racional y a unas conclusiones científicas de investigadores ligados a la Medicina que trituran cualquier tipo de materialismo, por supuesto el marxista.

Los filósofos existencialistas, con Sartre a la cabeza, están pasados de moda. El nihilismo es, en el fondo, un absurdo. No somos nada, ni nadie. Los que eso dicen (y acaso piensan) están equivocados. Miren cómo acaba el libro del doctor Manuel Sans Segarra, La supraconciencia existe. Vida después de la vida, con la colaboración de Juan Carlos Cebrián:

“Las experiencias cercanas a la muerte (ECM) son un fenómeno frecuente que se presenta en pacientes diagnosticados de muerte clínica. Existen pruebas objetivas certificadas y pruebas con base científica que nos permiten afirmar que la muerte física no es el fin de nuestra existencia, sino que persistimos en otra dimensión energética, nuestra Supraconciencia. Las vivencias que se presentan durante la ECM son reales. Esta conciencia no local o Supraconciencia, nuestra auténtica identidad que nos hace únicos e irrepetibles, es holística con la conciencia o inteligencia primera, es decir, tiene sus propiedades: la omnipresencia, la omnisciencia y la omnipotencia”.

El asunto que planteaba yo en el título bien merece que sigamos hablando de él otro día. Con razones científicas y con fe que no choca, sino que se aviene, con lo que predica la razón.

Ramón Gómez Carrión

Periodista.

4 Comments

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  • Gracias di desde mi infancia en cada acción y le doy, cada día, por mi nacimiento humano, agradecido siempre al creador, Dios, lo llamemos con mil nombres diferentes, si bien mi admirado Jesucristo es la encarnación de su bondad y sabiduría… Y sienro desde niño que llegará el día que lo veré y le agradeceré mi experiencia humana…
    Gracias don Ramón Gómez Carrión

    • Gracias a ti. Y sigue caminando por la senda que conduce a la bienaventuranza eterna. Un fuerte abrazo.